Entrevista | Sanjuana Maldonado: tengo esperanza de que me escuchen y se haga justicia

Texto: Marcela Del Muro

Fotografías: Caro Quintanilla/ Perteneces

*Nota: La voz suave y calmada de Sanjuana retumba por el poder y la claridad de sus palabras. Convencidos de que su historia debe de ser narrada por ella, se colocan grabaciones de audio donde podrás escuchar a Sanjuana Maldonado contando lo que pudiste leer en los párrafos anteriores. Algunas partes fueron editadas para mejor comprensión del artículo. ¡Gracias por la lectura y la escucha!

La mesa frontal de la biblioteca del Centro Penitenciario Femenil del Xolol, en el municipio de Tancanhuitz,  San Luis Potosí, era un catálogo de muñequitos finamente pintados, vestidos de fomi de colores y con cabeza de unicel, que decoraban cincuenta bolígrafos azules. Entre los diseños, se encontraban los personajes principales del Chavo del Ocho, varios estilos de hadas y payasos, y algunas monitas que portaban el traje tradicional teenek. La venta de esas plumas ha sido la fuente de ingreso de Sanjuana Maldonado Amaya, con lo que ha podido seguir apoyando a su familia durante estos 15 años que lleva presa, purgando una pena de 30 años por un delito que no cometió.

“Hace 15 años, me cortaron mis alas para cumplir mis sueños, pero no me cortaron mis manos para trabajar, para salir adelante”, comenta, con una voz suave, la amable mujer de 36 años, que se encontraba sentada en un pupitre de la biblioteca del penal, el pasado 11 de marzo.

Sanjuana, originaria de la localidad Charco Cercado en el municipio de Guadalcázar, salió de su comunidad en el 2005, para estudiar la carrera de informática en el Tecnológico de Matehuala. Desde niña se destacó por ser muy dedicada, trabajadora y buena estudiante, soñaba con tener una licenciatura para poder ayudar económicamente a su familia. Al momento de su detención, a la joven de 21 años le faltaba solamente un semestre para titularse. 

Casi un mes antes de la entrevista, el 15 de febrero de 2024, su familia junto a la organización civil Perteneces, que fueron acompañados por decenas de personas solidarias, entregaron la solicitud de indulto para Sanjuana.  Esta medida jurídica fue apoyada por veinte colectivas y asociaciones civiles que promueven los derechos humanos en México. “Mi mamá tiene mucha esperanza. Mis hermanos, mi cuñada y yo, yo también tengo mucha esperanza de que, después de todo este tiempo, nos escuchen, se nos haga justicia”.

El indulto

La solicitud del indulto se realizó gracias a un detallado estudio jurídico del extenso expediente y se complementa por un peritaje antropológico, que demuestran que en la misma investigación del caso no hay elementos que incriminen a Sanjuana. Lo único que sostiene la acusación de 30 años es que, el 22 de mayo de 2009, la joven de 21 años se encontraba, bajo amenazas, en el estacionamiento de una tienda Elektra, en el municipio de Matehuala, donde su expareja y dos amigos de él cobraron el dinero de un rescate.

El peritaje antropológico explica que Sanjuana estaba en ese estacionamiento contra su voluntad, obligada por la presión, amenazas y la violencia que vivió a lo largo de su noviazgo con JC, un hombre 15 años mayor que la joven. “Durante su relación, él ejerció violencia psicológica y simbólica en contra de ella, que restringió su autodeterminación, pues la amenazó, chantajeó, manipuló y ejerció un permanente control sobre ella. Sanjuana, estando lejos de su principal red de apoyo, se encontraba en una espiral de violencia que le impidió terminar la relación con él y activar estrategias a su favor en una situación de riesgo y alta vulnerabilidad”.

“El juez decidió desechar todo lo que la favorecía. Por ejemplo, ella cuenta que estaba ahí por amenazas, incluso, está la declaración del propio exnovio que dice que ella estuvo ahí en contra de su voluntad, pero esto no fue tomado en cuenta. También se desecharon los peritajes en materia de psicología que dan cuenta de las asimetrías de poder (entre Sanjuana y su pareja)”, señala Daniela Varela, abogada de Perteneces que realizó el estudio jurídico.  

“Realmente no había pruebas para sentenciarme. Yo siento que no había pruebas en mi contra, porque lo único que tenían era el (envío de) dinero que estaba a mi nombre. Dinero que yo nunca cobré”, recuerda Sanjuana.  A pesar del miedo por las amenazas de JC, la joven Sanjuana se negó a entrar a la tienda departamental, pues desconocía de dónde venía el efectivo que cobraría.

Sanjuana dice “yo siento que no había pruebas”, porque ella no conoce su carpeta de investigación, que es un derecho que se le negó. En los últimos meses, gracias al peritaje y el estudio jurídico, se ha enterado de cómo el juez, que carecía de perspectiva de género y derechos humanos, no la escuchó a ella, a su familia, a su comunidad y a las expertas que aportaron pruebas que demostraban su inocencia, y construyó argumentos para culparla sin fundamentos

“Nosotras cuando leímos el expediente nos dimos cuenta que afirmaban cosas bien absurdas, como, no le creemos porque ella (Sanjuana) es estudiante y es increíble que, siendo estudiante, le haya dado sus datos a personas que desconocía y le deban temor (el ex y sus amigos). Ideas como esas están a lo largo del expediente. ¿Tú supiste que eso se decía?”, preguntó a Sanjuana, Sofía Córdova, quien realizó el peritaje antropológico junto a la doctora Laura Saavedra. Sanjuana negó con la cabeza y dijo: “No, yo nunca he visto mi expediente”.  Horas después, la antropóloga comentó que sintió una mezcla de impotencia y enojo, porque Sanjuana y su familia vivieron un proceso sin tener conocimiento real sobre la investigación, el juicio y la sentencia, que violaron sus derechos humanos y han provocado que Sanjuana lleve 15 años privada de su libertad.

El resumen ejecutivo del peritaje antropológico señala que Sanjuana “se enfrentó a un sistema de justicia penal que respondía a la narrativa criminalizante del Estado y tendiente a sancionar con severidad  a las mujeres con base en estereotipos y prejuicios de género. Esto le cerró las posibilidades de tener un juicio justo”.

La construcción de un delito

Sanjuana fue detenida por la Policía Federal  en 2009, durante el endurecimiento de las medidas punitivas provocadas por la guerra contra el narcotráfico del expresidente Felipe Calderón. La misma guerra que criminalizó a sectores de la población en condiciones de desigualdad, marginación y pobreza; siendo las mujeres de las más vulnerables y criminalizadas.

“Durante ese período, ante medidas que privilegiaban el fortalecimiento del sistema penitenciario y la ampliación de penas carcelarias, el incremento de la población en prisión constituía un indicador de éxito”, señala el resumen ejecutivo del peritaje antropológico e indica que, según datos de la Secretaría de Seguridad Pública, de 2004 a 2011, 2009 fue el año con mayor cantidad de personas privadas de la libertad.

Aquel 22 de mayo de 2009, cuando Sanjuana se negó a entrar para cobrar el dinero y esperó en el estacionamiento de la tienda departamental, una policía vestida de civil le pidió que se identificara y explicara qué hacía ahí. Por las amenazas que estaba viviendo por parte de JC y sus amigos, la joven Sanjuana intuía que algo no estaba bien con el cobro del dinero, por esa razón se negó a realizarlo; sin embargo, desconocía que se encontraba en peligro de ser detenida de forma arbitraria. 

“Se acerca la señorita y me dice que me identifique. Me dice ‘¿qué estás haciendo aquí?’, ya con palabras más fuertes, ‘no te hagas pendeja, ¿qué estás haciendo aquí? Vas a cobrar un dinero. ¿Sabes de dónde viene ese dinero?’”, la cuestionó la policía.

Sanjuana explicó que no sabía de dónde venía y que, precisamente por eso, se había negado a cobrarlo. La federal no la escuchó, la sometió contra el piso y la subió a una camioneta. La joven estudiante no entendía qué estaba pasando, ella no estaba haciendo nada malo.

Entre golpes, Sanjuana y los tres hombres fueron trasladados, primero, a la Policía Federal en Matehuala. “Ella confió en las autoridades, porque pensó que la podían ayudar y podía aclarar su situación, pero no pasó”, explica la abogada Varela.

“(Los federales en Matehuala) me preguntaban que para quién trabajaba. Yo les decía que no trabajaba para nadie. El comandante le dice (a la policía que golpeaba y cuestionaba a Sanjuana), ‘ya déjala, ahorita me va a decir la verdad”, recuerda la mujer, mientras movía ligeramente sus manos.

El comandante la levantó y la sentó en la cajuela de la camioneta. Sanjuana explicó que uno de los detenidos era su novio, pero no sabía qué estaba pasando. Les contó que ella era estudiante del Tecnológico, trabajadora del Oxxo y era originaria de Guadalcázar, les pidió que la dejaran ir. Ella pensó que la escucharía, porque, incluso, el comandante le decía que le creía. “Yo le empiezo a explicar y él me dijo: ‘Ay, mija, ¿qué andabas haciendo con estos canijos?” Sin embargo, le explicaron que a ellos les estaban pagando por trasladarlos a México. 

El 23 de mayo fueron llevados a la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), en la Ciudad de México. La joven estudiante estuvo durante tres días encerrada en un cuarto oscuro. “Ahí sabía que era de día o era de noche, cuando decían almuerzo, comida o cena”, recuerda Sanjuana.

El 27 de mayo de 2009 fue encarcelada bajo la figura de arraigo, herramienta que ha sido vinculada reiteradamente a prácticas de tortura y fabricación de delitos. “Me bajaban y me enseñaban fotos. (Preguntaban los policías) que si conocía a esas personas. Yo nunca conocí a esas personas”, relata la mujer, que pese a la plática, mantenía un semblante sereno.

Sin poderle acreditar el delito de delincuencia organizada, a los 40 días fue trasladada, nuevamente, a Matehuala.  

Sanjuana narra que ella ni siquiera sabía lo que era un secuestro, el delito que le fue construido. Pero, en esos primeros meses, ella tenía confianza de que pronto se demostraría su inocencia. Relata que el primer abogado de oficio que tuvo en Matehuala, le aseguró que la sacaría porque tenía las pruebas suficientes para hacerlo, metió un amparo donde se le dictó “auto de formal libertad porque no hay pruebas suficientes”, narra Sanjuana. 

Sin embargo, el juez en Matehuala no aceptó el amparo y el proceso continuó. El abogado de oficio le comentó que no entendía la decisión del juez y le dijo “yo ya arrimé las pruebas a tu favor, pero voy a seguir insistiendo con tu libertad”. A Sanjuana ese defensor le daba mucha esperanza porque sentía que sí hacía bien su trabajo.

Lo complicado era que el caso incluía a Sanjuana y los tres hombres. Ese primer licenciado le comentaba que pediría que su caso fuera separado. El defensor solicitó un careo, donde JC declaró que Sanjuana no estuvo implicada y dijo que ella no sabía nada, ni de dónde provenía el secuestro, pero la prueba no fue tomada en cuenta. Tiempo después, cambiaron al licenciado a Rioverde. “El nuevo (defensor) que llegó, creo que era de San Luis, nada más pidió mi sentencia porque ya teníamos mucho tiempo en proceso”. 

El 18 de abril de 2011, Sanjuana Maldonado Amaya fue sentenciada a 30 años de prisión por estar en el mismo lugar que los tres hombres que la amenazaron y obligaron a acompañarlos para cobrar el dinero de un rescate. Dinero que ella se negó a cobrar. 

El papá de Sanjuana, sin conocer exactamente la sentencia, se sentía desesperado por la mala actuación del segundo defensor público y comenzó a buscar a un abogado que los ayudara. En aquel entonces, en el penal de Matehuala, se hablaba de un licenciado muy bueno, “caso que agarraba, lo sacaba”, recuerda Sanjuana. Los Maldonado hablaron con el defensor privado, su tarifa era de 250 mil pesos. “Ya cuando fueron a visitarme, mi papá me dijo ‘este muchacho cobra 250, pero nos asegura que te saca’. Le dije ‘no, papi, es mucho dinero. Primera, de dónde va a sacar tanto dinero y, en segunda, yo soy inocente, yo sé que voy a salir”.

El señor no podía lograr sentirse tranquilo sin su hija en casa y comenzó a vender sus pertenencias. Juntó 70 mil pesos, pero el abogado se negó a tomar el caso de Sanjuana por esa suma.  La familia siguió buscando y encontraron a un licenciado en la capital que cobró el dinero. “Creo que metió un amparo después de la sentencia. No supimos en qué quedó ese amparo, ya no supimos nada, el abogado nada más desapareció”. 

La salud del papá de Sanjuana se fue debilitando, la corrupción contra su hija y su familia lo agotaron. Ella no pudo estar con él en sus últimos momentos de vida y es algo que le duele profundamente.

“Deberíamos de tener buenos abogados, que tuvieran amor por su profesión. Un buen abogado va a demostrar tu inocencia, cuando lo eres, pero también va a pedir un juicio justo cuando seas responsable de algún delito. Pero, eso no se cumple para nosotras, de lo que me he dado cuenta aquí, es que cuando tienes dinero, sales, pero los inocentes que no tienen dinero, aquí se quedan”, señala Sanjuana. 

La sociedad e, incluso, el gobierno estatal respaldan el indulto para Sanjuana

Durante la reunión en la biblioteca, el equipo de Perteneces le platicó a Sanjuana que sus maestros del Tecnológico de Matehuala organizaron una marcha para exigir justicia por ella, en el marco del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Pudo ver fotos impresas de su maestra y del rector del plantel cuando ella era estudiante. Sonrió al ver que muchachas, que tienen aproximadamente la misma edad que ella cuando fue detenida, se solidarizaron con la petición de su libertad, decisión que recae en el Congreso del Estado.

Sanjuana aconseja a los y las jóvenes que se informen sobre sus derechos y confíen en su círculo cercano: su familia, sus maestros y sus amigos. Ella piensa que si hubiera hablado con sus personas cercanas, a pesar del miedo que sentía por JC, muy probablemente hubiera podido salir de esa relación violenta, que llevaba semanas intentando terminar, y no llevaría 15 años privada de su libertad, sufriendo violaciones constantes a sus derechos humanos.

“Si yo hubiera tenido el conocimiento, al menos de derechos humanos, le hubiera dicho (a la policía) me estás violando mis derechos, preséntate, ¿quién eres?”, piensa Sanjuana, dice que la hubiera podido cuestionar: “Muéstrame una orden de aprehensión, porque eso es lo principal, pero eso lo tuve que aprender aquí dentro de prisión. Cuando tú vives bien, honradamente, nunca te imaginas llegar a un lugar como este”.

Sanjuana también supo que el gobernador del Estado, Ricardo Gallardo Cardona, envió un documento al Poder Legislativo respaldando el indulto y advirtiendo que existieron irregularidades y violaciones graves a sus derechos humanos durante el proceso. Estas muestras de apoyo llenan de esperanza a Sanjuana, quien imagina poder regresar a su rancho con sus dos hijos, que nacieron cuando estaba en el penal de Ciudad Valles, donde conoció a su esposo. También sueña con retomar el estudio, ahora piensa en estudiar derecho, para defender a mujeres como ella, que viven privadas de su libertad siendo inocentes.

Una nueva oportunidad para que Sanjuana sea escuchada

Soy Sanjuana Maldonado Amaya, una mujer de 36 años, que tiene 15 años privada de su libertad. A pesar de eso, tengo la fuerza, la esperanza  y he tenido la capacidad de transformar esta situación de vida en aciertos, porque no me cortaron mis ganas de trabajar y seguir apoyando a mi familia. Desde aquí trabajo honradamente y sigo demostrando que soy inocente, no me meto en problemas. Trato de vivir el día a día y sacarle lo mejor a mi vida en este lugar.    

Hace 15 años, era una joven con deseos de superarse, con sueños que quería realizar, como ser profesionista. Quería sacar adelante a mi familia, darles una mejor calidad de vida, yo sabía que sólo estudiando los iba a sacar adelante. Hace 15 años me cortaron esas alas por la injusticia del país.

Yo trabajé honradamente, estudié, siempre busqué una manera de vivir dignamente como persona, como ciudadana, como hija, como hermana, como compañera. Siempre traté de tener una mejor vida. Yo esperaba, espero, que se me haga justicia porque en ningún momento le hice daño a nadie.

Les diría a los diputados que me hicieran justicia, porque ya son 15 años de mi vida pagando un delito que no cometí. Ellos, como diputados, como personas que están en el poder, tienen la oportunidad de hacerme justicia.

Confío en los diputados. Ellos tienen la capacidad de otorgarme el indulto y darme la libertad porque soy inocente. Por 15 años me privaron del derecho a ser libre; del derecho a ser madre, porque me tienen lejos de mis hijos; solo les pido eso, les exijo mi derecho de vivir en libertad con mis hijos, con mi madre. A pesar de todo, yo creo en la justicia. Mi esperanza crece y yo sé que pronto voy a estar libre.  

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