¿Grasa, joven?

Óscar G. Chávez

Un día y al otro también, mañana, tarde y diario, en San Luis Potosí, periodistas, articulistas, opinólogos, de medios impresos o electrónicos, líderes de opinión en redes sociales, funcionarios públicos municipales, legisladores, destacados miembros de partidos políticos, y miembros de la sociedad civil en general, se convierten en molineros que buscan llevar agua a su molino, atacando, cuestionando con denuesto, o burlándose a placer, del titular del ejecutivo federal.       

Esto, para un entorno en el que se dice que no hay libertad de expresión, resulta sorprendente; todos buscan dar eco a la voz de lo que piensan, repiten lo que leen o escuchan (la mayoría de las ocasiones sin reforzarlo mediante un razonamiento certero), todo cuanto sea en contra del presidente es permitido. Exagerado o no, considero que estos ejercicios de opinión son completamente válidos dentro de los parámetros de la comentocracia.   

La persecución y represión de las ideas que, dicen, lanza el gobierno federal contra los modernos Francisco Zarco del entorno potosino, no van más allá de una andanada de esos replicadores a sueldo llamados “bots” en el contexto de las redes sociales. Cierto, la mayoría de estos “bots” son articulados desde la propia dirección de Comunicación social de presidencia de la República, otros desde el Senado y desde diversas trincheras, en las que puedan parapetarse y disparar defendiendo de lo adverso al dicho presidencial. La cosa no llega más lejos de un sangriento enfrentamiento escrito, o de lograr tumbar la cuenta de algún valiente opositor.

Al tiempo que observo los grandes desaciertos del gobierno federal, veo que muchos de éstos son repetidos constantemente por el gobierno local, pero en este caso no hay crítica ni señalamientos. El dicho presidencial dirigido a menoscabar la imagen de los periodistas involucrados en articular y difundir el asunto de la “casa blanca” de este sexenio, fue duramente criticado y creo que con razón.

Bajo esta lógica de reprobar el actuar presidencial, es igual de reprobable el apoyo que le manifestaron el grupo de gobernadores vinculados a la llamada Cuarta transformación, entre ellos el gobernador de San Luis Potosí; pero a diferencia del refuego permanente que se lanza sobre los decires y actuares presidenciales, pareciera que sobre el decir y el actuar de Ricardo Gallardo nadie se percata porque no se dice nada.

Tan contradictoria como estas críticas a modo, es la firma de Ricardo Gallardo; vale la pena detenerse de menara particular en el párrafo en el cual se elogia el estratégico actuar del gobierno durante lo más álgido de la  pandemia, ya que no se puede ponderar el ámbito federal, y omitir lo estatal; es decir,  también pondera a su antecesor, el de la herencia maldita.

Divertido por contradictorio, terrorífico por absurdo, no sólo resulta el papel de estos opositores de teléfono celular, sino también las acciones y declaraciones del gobernador potosino, el que prometió un cambio radical y se empeña en rescatar, indultar, y reposicionar a lo peor de las pasadas administraciones. Guadalupe Torres y Crisógono Sánchez, sólo son una muestra de entre la variedad de seres que ofrece el escatológico bestiario gubernamental.    

Si nos preguntamos el por qué la gallardía gusta de apuntalar y fortalecer personajes de este tipo, creo que (guardando las debidas proporciones) encontraremos respuesta en la fotografía en la que el gobernador aparece acompañado de empresarios. Recordemos que en el ámbito de la jerarquía católica, el papa hace a los cardenales, para que los cardenales hagan al papa.

No es otra cosa que una estrategia de legitimación: te reconozco para que hagas conmigo lo conducente. Así no debe sorprendernos que aunque en esa fotografía aparezcan importantes actores vinculados a la “herencia maldita”, Gallardo puede hacer de cuenta que tales vínculos no existen, en la medida que lo reconozcan como líder indiscutible de la política potosina, y él apoye las directrices propuestas por el medio empresarial.

La cosa va más allá, llega a la dirección general de Colegio de Bachilleres la persona que dirigió la universidad de cochera en la que ambos Gallardo, hijo y padre, obtuvieron sus títulos de licenciados en Derecho. Así, la que en el pasado me legitimó, es quien será legitimada ahora, para que en el futuro me siga legitimando. La importancia de alcanzar el capital cultural y social con el que no se cuenta.

Es fácil lograr una traslación de ejemplo: Marcelo de los Santos, un pobre (en el sentido bíblico de la palabra) contador, legitimó a los que después lo legitimaron.  

El que Gallardo haya sido huésped de un reclusorio, o su padre en este momento esté en la mira de la Auditoría Superior de la Federación, puede pasar desapercibido de contar con un adecuado respaldo social. No sería de sorprender que en breve, ya con los principales sectores sociales su favor, y con un lustroso currículo intelectual, Ricardo Gallardo pueda ser considerado el mejor gobernador del que se tiene recuerdo.

Para blanco de ataques se cuenta con el presidente de la República, para centro de desmedidas loas, está el gobernador potosino.

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