Hillary Clinton no está segura; Trump busca refuerzos latinos

 

Estados Unidos (22 de agosto de 2016).- El candidato republicano a la Presidencia, Donald Trump, se reunió ayer  en Nueva York con el recién formado grupo de políticos y líderes religiosos hispanos que asesorarán su campaña electoral.

El grupo, nombrado Consejo Asesor Nacional Hispano para Trump (National Hispanic Advisory Council For Trump), aconsejará al candidato en su campaña electoral y dará a conocer “las propuestas de Trump a la comunidad hispana”, precisó el Comité Nacional Republicano (RNC, por sus siglas en inglés).

El candidato republicano se sentó con funcionarios electos, líderes empresariales y religiosos hispanos, junto con su nuevo equipo de campaña, en una reunión cerrada a la prensa.

Entre los miembros del grupo asesor está el senador estatal Ralph Alvarado, de Kentucky (primer hispano en ser elegido al Senado estatal); la representante estatal Clarice Navarro, de Colorado y los pastores Mario Bramnick y Alberto Delgado, de Florida.

El encuentro parece un intento de Trump para atraer el voto hispano después de que muchos miembros de la comunidad latina lo criticaran con dureza por decir que entre los migrantes mexicanos hay violadores y delincuentes que llevan drogas a su país.

El presidente del RNC, Reince Priebus, dijo en un comunicado que la participación de los miembros del grupo “es sólo un componente más de nuestros esfuerzos expansivos para relacionarnos con la comunidad hispana”.

Por otro lado, los simpatizantes de Trump desestiman los sondeos que revelan un declive en la campaña del republicano y culpan a los medios, encuestadores y alestablishment de perjudicar al empresario.

Desde finales de julio Trump aparece rezagado en los sondeos, según el portal de Real Clear Politics que hace un seguimiento de las encuestas. La demócrata Hillary Clinton tiene un promedio de seis puntos de ventaja, un enorme margen de aquí a las elecciones del 8 de noviembre.

Pero esos números no preocupan a los seguidores del millonario.

Aunque Trump encabezó cómodamente los sondeos durante las primarias republicanas, sus simpatizantes ahora creen que esas encuestas son manipuladas para aumentar las oportunidades de Clinton.

Pero el auténtico blanco del desprecio de los seguidores de Trump son los medios de comunicación.

Pese a que aceptan que su candidato ha cometido algunos deslices, sienten que los medios transforman estos incidentes en polémicas.

A woman hoods a sign expressing Latino support for Republican presidential candidate Donald Trump at his campaign rally at the Orange County Fair and Event Center, April 28, 2016, in Costa Mesa, California.  Trump is vying for votes in the June 7 California primary election in hope of narrowing the gap to the 1,237 delegates needed to win the Republican presidential nomination. / AFP / DAVID MCNEW        (Photo credit should read DAVID MCNEW/AFP/Getty Images)
A woman hoods a sign expressing Latino support for Republican presidential candidate Donald Trump at his campaign rally at the Orange County Fair and Event Center, April 28, 2016, in Costa Mesa, California.
Trump is vying for votes in the June 7 California primary election in hope of narrowing the gap to the 1,237 delegates needed to win the Republican presidential nomination. / AFP / DAVID MCNEW (Photo credit should read DAVID MCNEW/AFP/Getty Images)

Donald debe más de lo que asegura.

Las compañías que pertenecen a Trump deben al menos 650 millones de dólares, es
decir, el doble de lo que reconoce en el marco de su campaña, reportó The New York Times.

El diario recurrió a un instituto de estudios especializado en el sector inmobiliario para buscar datos de las propiedades de Trump como: edificios de oficinas y campos de golf.

Además de los 650 millones de dólares en deudas una parte sustancial de su fortuna está vinculada a tres asociaciones que suscribieron créditos por dos mil millones de dólares. Si esas deudas no se saldan, Trump no será responsable, pero el valor de las inversiones que realizaron en conjunto se derrumbaría, asegura el periódico.

El empresario hace campaña sobre la base de lo que considera su espectacular y exitoso negocio de bienes raíces, que sostiene que vale unos 10 mil millones de dólares y hace referencia a su perspicacia para los negocios como su mayor cualidad para ser Presidente.

Sin embargo, Trump ha desestimado las crecientes presiones, incluso de su propio partido, para que difunda su declaración de impuestos.

Por su parte, la campaña de Trump sostiene que sus empresas tienen deudas por cerca de 315 millones de dólares. En tanto, The New York Times añade que las cifras que difunde el candidato parecen ser precisas, pero que a éste no se le exigió que revele todo lo atenente a sus empresas.

Entre los acreedores de Trump figura, según el periódico, uno de los principales bancos de China –país al que el
candidato republicano acusa de ser el enemigo comercial de Estados Unidos– y el banco Goldman Sachs, al que Trump acusa de favorecer a su rival demócrata, Hillary Clinton.

La información apunta, entre otras deudas, la de parte de la Trump Tower en la sexta avenida de Manhattan, que llevaría consigo un préstamo de 950 millones de dólares y que habría financiado parcialmente el Banco de China.

Se suman más voces contra posible triunfo.

El político danés Anders Fogh Rasmussen, exsecretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), teme que una victoria de Donald Trump en las elecciones estadunidenses debilite la alianza atlántica y a Estados Unidos, según dijo en declaraciones al portal de noticias alemán Heute.de.

El republicano “ha generado grandes dudas en la capacidad de defensa estadunidense con sus declaraciones”, aseguró Rasmussen.

“Necesitamos un policía mundial. Y Estados Unidos es el único candidato deseable y confiable para ese puesto”.

Rasmussen manifestó el temor de que una menor implicación de Estados Unidos pueda genera un “vacío de poder que podrían aprovechar los ‘tipos malos’, incluso el señor Putin”.

El danés recordó que Trump hasta ha elogiado al presidente ruso, Vladimir Putin. Además se ha negado a “condenar la anexión ilegal rusa de Crimea”, lamentó.

EL FBI INVESTIGA.

La oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Justicia de Estados Unidos investigan posibles vínculos estadunidenses con una presunta trama de corrupción del depuesto presidente ucraniano, Víktor Yanukóvich, según informó la CNN que cita fuentes de esos organismos.

Entre los investigados por las autoridades están el recién dimitido jefe de campaña de Donald Trump, Paul Manafort, y el hermano del jefe de campaña de Hillary Clinton, Tony Podesta.

Las fuentes citadas por la CNN aseguraron que ni Manafort ni su firma son el foco de la investigación, que también busca irregularidades en otras consultoras como la de Podesta.

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Hillary no está segura.

Si las elecciones presidenciales estadounidenses ocurrieran esta semana, la demócrata Hillary Rodham Clinton ganaría la Casa Blanca, de acuerdo al menos con las encuestas de popularidad en cada uno de los cincuenta estados del pais.

Según estimaciones de Larry Sabato, director del Centro de Políticas de la Universidad de Virginia, Clinton habría superado ya la cifra de 270 votos electorales, o sea el mínimo necesario para obtener la Casa Blanca en el Colegio Electoral.

Pero eso es hoy. La realidad es que en el tiempo que falta para el 8 de noviembre, puede haber muchas fluctuaciones en las preferencias de los estadunidenses y aún la posibilidad de que el actual panorama se cierre tanto que el ganador del voto popular no sea el vencedor de la elección.

Peor aún, no sólo es posible que el vencedor en el voto popular no sea electo Presidente, como ocurrió en el año 2000 en la confrontación entre el republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore –que ganó por medio millón de votos en números absolutos–, sino incluso que el Colegio Electoral decida otra cosa.

La aparente contradicción es fácilmente explicable y es resultado de un complicado proceso electoral, establecido por la Constitución a finales del siglo XVIII. Por un lado, la elección presidencial es la única que no se realiza por voto directo y, de hecho, en las primeras décadas de la Independencia, la responsabilidad recaía en el Congreso, constituido en el Colegio Electoral.

El celo tradicional por mantener la estructura federal y preservar los poderes estatales fue una determinante tradicional en la conformación de la política y la historia estadounidense, y eso se refleja en el estilo de elegir al Presidente y al vicepresidente.

Teóricamente además, al menos en forma legal, son dos elecciones separadas aunque encomendadas al mismo cuerpo.

Por un lado, cuando se habla de “las” elecciones el plural es correcto: la actual campaña presidencial se desarrolla en realidad en el conjunto de las 50 votaciones, una por estado, que se realizan conforme a las leyes, las prácticas y las características de cada uno de ellos.

Cierto que hay una considerable homogeneidad, pero la noche del día de la votación, la contabilidad no está encaminada tanto al número de votantes como a determinar cuántos votos electorales aporta cada estado y en qué momento un candidato supera el número necesario para hacerse de la Casa Blanca.

Peor aún, aunque la práctica señala que la persona que los medios reportan como triunfante el día de la votación, que en 2016 es el 8 de noviembre, la realidad es que cada estado elige a sus representantes al Colegio Electoral, y por eso es el énfasis en los números que acumulan los dos partidos.

La práctica ha hecho que los partidos designen a los representantes al Colegio Electoral, que son electos como consecuencia del voto por tal o cual fórmula presidencial, y que estos voten de acuerdo con la encomienda que recibieron.

Teóricamente, sin embargo, está en lo posible que los delegados al Colegio voten de otra forma, aunque eso en realidad no haya ocurrido en décadas, si no en siglos.

De cualquier manera, cada grupo de representantes al Colegio Electoral se reúne el segundo miércoles de diciembre en la capital del estado que los eligió, para emitir su voto y elegir al nuevo Presidente y al nuevo vicepresidente, en votaciones separadas. Está en lo posible que el voto se divida, pero no es lo usual y sólo ocurrió en los primeros años de vida de Estados Unidos.

La idea de cada partido es conseguir tantos votos electorales como sea posible.

La contabilidad es simple: el colegio electoral está constituido por 538 votos, o sea el equivalente del número de representantes (435) y senadores (100) en el Congreso Federal más tres representantes del Distrito de Columbia, donde se asienta Washington D.C., la capital federal.

Y cada estado tiene tantos delegados como legisladores. California, el estado más populoso del país, elige 55 miembros para el Colegio Electoral, o sea uno por cada uno de sus dos senadores y 53 diputados; Alaska, uno de los menos poblados, elige por su parte a tres: la contraparte de dos senadores y un diputado.

Sólo dos estados eligen representantes en manera proporcional al voto obtenido por republicanos o demócratas: Nebraska tiene tres delegados y es considerado como republicano, Maine cuatro y ha votado consistentemente por los demócratas.

El volumen y la necesidad de asegurar un cierto mínimo de votos que marca el proceso y la forma de hacer campaña. Mientras los estados que han votado por los demócratas los últimos 20 o 30 años son representados por costumbre como “azules”, los habitualmente republicanos son “rojos”.

De acuerdo con la empresa Gallup, hay en la actualidad 20 estados “rojos”, 12 sólidos y ocho con inclinación hacia los republicanos; en contraste, el número de estados “azules” era como sólo una docena “duros” y dos con inclinaciones.

El consuelo, sin embargo, es que los estados “azules” son los que tienen una mayor población, y por tanto un peso más grande en el Colegio Electoral.

Eso lleva a que las campañas presidenciales se desarrollen en etapas: la primera, en las primarias, es asegurar el voto de los leales del partido, que se logra en mayor o menor medida en el periodo que lleva a las convenciones.

La segunda etapa, ya en la campaña, es reciclar la estructura que cada candidato debió crear para apoyar sus ambiciones  de campaña y fortalecerla con respaldo de los recursos del partido nacional y los comités estatales para asegurar tanto la asistencia de voto como el trabajo en los alrededor de doce estados “bisagra”.

Esos estados “morados” –por la combinación de rojo azul– son los que hasta noviembre reciben una atención absoluta, con enormes volúmenes de publicidad y constantes visitas de los candidatos o sus principales voceros.

Iowa, Ohio, Nuevo México, Arizona, Pensilvania, Florida, Wisconsin, Michigan, Nevada, Colorado, Florida… de creer a la prensa política estadunidnese ahí se jugará el resultado de la elección.

Pero no ocurrirá si el habitualmente preciso Sabato tiene razón y sus estimaciones de esta semana se mantienen hasta el 8 de noviembre.

Un títere del Kremlin.

Robby Mook, jefe de campaña de la candidata demócrata Hillary Clinton acusó ayer a su rival republicano Donald Trump de ser “un títere del Kremlin”.

En el programa de la cadena ABC This Week, Mook cuestionó las transacciones financieras de Trump y dijo que “se niega a revelar vínculos financieros profundos que alcanzan potencialmente al Kremlin, lo que podría influir en sus decisiones de política exterior”.

Señaló que hay “cuestionamientos verdaderos que se plantean sobre si el mismo Donald Trump es un títere del Kremlin”.

En ese sentido destacó la salida de Paul Manafort como su jefe de campaña, pero dijo que eso no quiere decir que “los rusos han sido puestos fuera de esta campaña”, apuntando a las críticas de la OTAN hacia Trump.

Fuente: Excélsior.

 

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