Historias Paralelas: 2024: tan lejos y tan cerca

Octavio César Mendoza

La visita de Andrés Manuel López Obrador a San Luis Potosí fue un reconocimiento hacia la lealtad y el apoyo de dos personajes centrales de la política actual de San Luis Potosí: Ricardo Gallardo Cardona y Gabino Morales Mendoza. Ambos representan los liderazgos que requiere el Presidente para extender su proyecto de nación más allá del 2024. Y es precisamente ese año el que define si el proyecto de la 4T avanza, se retrae, da un rodeo, o llega siempre. Octavio Paz dixit en “Piedra de Sol”.

La política es de tiempos. ¿Sabía Zedillo que sería el siguiente presidente cuando Colosio estaba en la cima de la popularidad? No. Pero sabía que al asesinato de Colosio, él era un posible sustituto. Así es la política. Nada más preciso que el reloj de la coyuntura. Así, los muchos que se han apuntado a suceder a AMLO en el poder, hoy son pródigos en su querer sentir las caricias del pueblo: Claudia Sheimbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López Moctezuma, et al. Todos van por el apoyo del preciso, aunque ninguno posea el carisma de su jefe. Y lo saben. Juegan a la rayuela, y chicle y pega. Todos se creen merecedores por lealtad, pero nadie sabe qué requiere el invencible en las encuestas de popularidad. AMLO necesita un hombre-pueblo.

Con una oposición dividida en mil liderazgos con un ego del tamaño de su ambición pero sin visión de la realidad que los ocupa como meras marionetas, el mandatario tiene el camino hecho para poner a quien quiera en el 2024. Él manda. Ni agrupando a todas las fuerzas, la oposición tiene con quien enfrentar al más carismático de los presidentes de la modernidad mexicana. Samuel García, Gobernador de Nuevo León, ya se dejó caer por un feminicidio que no ha sabido resolver ipso facto. Enrique Alfaro, Gobernador de Jalisco, tiene un grave problema de imagen pública respecto al dominio territorial del crimen organizado cuyo poder tiene su epicentro en Jalisco. Luis Donaldo Colosio Rojas tiene la oportunidad de verse como un líder, pero sigue actuando como un aspiracionista del poder. Ricardo Anaya se mantiene huyendo de las acusaciones en su contra. ¿Y del PRI?, ni sus luces. Sombras nada más, y la posibilidad de quemar las naves por el afán de salvar las astillas. No tiene candidato, y se sumará al bloque de ladrillos multicolores y sin ideología en caso de que AMLO le pague a la baja. Los demás personajes que aún mueven la patita, son parte del pasado. Lo que más le urge a la oposición es posicionar a un personaje firme, sin mácula ideológica, cargado de esperanza y de genialidad en cuanto a la comunicación del sentir popular. Pero no hay “Maquíos” a la vista. Tienen la baraja desperdigada, cual malos perdedores, y no hay ases bajo la manga de ninguno de los líderes partidistas, porque sólo esperan una curulita de representación proporcional para mantener su estilo de vida, y regresar a su casa a platicar con su familia acerca de su patriótico deber cumplido. No, hombre: unos genios.

Es aquí donde se pregunta el humilde autor de esta sencillita columna: ¿Será que AMLO buscará no sólo la extensión de su proyecto, sino encabezarla él mismo? Y luego viene la imaginería politologica sin licenciatura de por medio: ¿Quién se le puede poner enfrente, si así lo decide? Si se tratase de un demócrata total, de madera maderista, no habría temor de que dicho propósito lo moviese un centímetro de buscar al sucesor ideal o al menos peor; pero también, por su vocación de demócrata, es capaz de hacer notar que no hay liderazgo que lo suceda, y lleve a cabo su idea de la nueva patria merced al infantilismo de la oposición. Casi como un “yo no quería, pero el país me necesita”.

Poco a poco, Ebrard se ha ido presentando como el aglutinador de cartílago de las fuerzas democráticas en orfandad. En él, tanto Movimiento Ciudadano como PRI, PAN, PRD, y los que se sumen, tienen la esperanza de romper con la inercia lopezobradorista. Sería interesante ver eso, pero Marcelo es pragmático, como buen priísta: si no cuenta con el apoyo de AMLO, no va. Se quedará en el purgatorio del “quizás” con todo y una estructura formalizada a lo largo y ancho del vasto México. Para él, aún hay futuro. Para él siempre hay futuro. Un día será Presidente, y lo sabe con absoluta certeza. Pero puede que no sea en el 2024, a menos que tome las riendas de una vez, pase lo que pase, incluído no llegar al poder. Igual pensaba Camacho, que iba a ser eterno, y que iba a ser Presidente. “¡Apúrale, Marcelo!”, diría Tin-Tan.

AMLO necesita un personaje que sea del pueblo. No hay lugar para un “político tradicional” después de él. ¿Quién imagina a un “güerito” diciendo para dónde vamos, en este país de orgullosos mestizos? De algo sirvió denostar a la madre patria. Para ese eterno retorno faltan tres sexenios, así que vayan quitando de la lista a los que no creen en San Judas y no bailan quebradita o de perdido un buen cumbión. He ahí donde algunos se preguntan y atragantan como gatos en cuaresma: “¿Y si fuese el pollo?” Al final de cuentas ha pasado más que la prueba del ácido -has ido y venido y vencido-, y su persistencia no tiene límite. Hasta para cantarle un trompo es paciente, dicen sus amigos de la escuela, pero de que pega, pega. Si por él fuera, ya estaría sentado con los 32 gobernadores diciendo: “México no puede ni debe renunciar al proyecto de transformación de AMLO. No sean ciegos, egoístas, indolentes. Vamos a construir juntos un futuro donde todos seamos parte de esa transformación, empezando por nuestra antigua forma de pensar”. Y ya lo imagino tocando su pecho en Do Mayor para cantar el himno nacional a capela.

La resistencia al golpeteo mediático, la capacidad de ganar el único mapa territorial de esta sufrida república mexicana pintado de verde, el control total de la gobernabilidad en el Estado -es prácticamente el presidente municipal de cada Ayuntamiento- y su afán de ser, estar, construir, mandar, instruir, legislar, lo colocan como una posible influencia en la región. Una influencia popular. Falta ver si esa fama se extiende más allá de las fronteras de San Luis Potosí; cosa que una buena campaña de publicidad puede lograr. Basta con el “Sí” del Presidente, que ya vio que su carruaje está jalando con una caballada muy flaca y sin aliento. ¿Dónde está el ídolo del pueblo entre sus citados como posibles sucesores? No dudo que en su visita haya pasado vista, más que lista.

El Gobernador de San Luis Potosí es quien más se parece a su pueblo, quien más se une al sentimiento popular. Soy colono de barrio popular y así lo ven. Claro que doy razón a mis amigos encumbrados en la academia y el estudio de los fenómenos politicos: es sabido que ser Presidente requiere mucho más que imagen o personalidad, pero apuesto a que si Gallardo levanta la mano, habrá quienes le sumen. El poder atrae no sólo recursos económicos, sino también intelectuales. Esto último es algo muy sabido por el mandamás mexicano: necesita reconciliarse con la clase pensante, tener “una nueva oportunidad de demostrar que no estamos contra los intelectuales” -lo escucho decir al ungir al sucesor.

En ese sentido es que AMLO visita el Estado del Rey de Francia: sabedor de que necesita medir la popularidad y el “feeling” del Gobernador potosino, y que otro operador como Gabino Morales tiene en puerta la posibilidad de ser quien comande los esfuerzos de una campaña presidencial que surge de la nada -ese invisible centro- hacia el país. No es casualidad: Gallardo y Morales son una dupla de trabajo. Y así como amor con amor se paga, será visible el apoyo del Presidente para San Luis Potosí, y las aduanas de la confianza se irán cruzando en base a la idea del “Plan G”. Lo digo muy en serio.

Ningún otro Gobernador se hubiese atrevido a enviar a prisión a una ex candidata de AMLO a la Gubernatura, si no fuese por el respaldo del Presidente. Gallardo es un hombre afortunado por su lectura de los tiempos: supo resistir la oleada de acusaciones, salir indemne, y convertirse en Gobernador. Es alguien que disfruta de estar en el momento indicado, y en el lugar ideal, sin importar si es con el viento en contra. Fuera de esa hoy lejana posibilidad, tiene otras más: apoyar a quien diga el Presidente, a quid pro quo. “Amor con amor se paga”, y nada sería más costoso para una elección presidencial que define el futuro que un hijo desobediente. Y como Ricardo “el pollo” Gallardo ya demostró de qué está hecho, es difícil que lo puedan amedrentar para bajarse de la posible y enorme capacidad de negociar que tiene una candidatura presidencial del Partido Verde. A donde se oriente la bandera de este Partido, será que se defina quién será el próximo líder supremo de México. El Verde, nunca pierde.

Y a quienes piensen que la confronta histórica se reduce a Comala, debo decirles que Gallardo ya no tiene rivales por vencer en San Luis Potosí. De una forma u otra, todos han entendido que sólo queda entre sus adversarios politicos el discurso hueco que ya no escucha nadie. Hoy en día, el Gobernador del Estado puede pedir lo que quiera al Presidente, a cambio de no subir al tren de la sucesión presidencial. No necesita decírselo a AMLO: él lo sabe. Apostar a una nueva sanción contra el mandatario potosino, es apostar a hacerlo crecer. Gallardo es el peleador que llega al último round.

Mientras tanto, que Monreal, Ebrard, Sheimbaum, López Moctezuma, Moctezuma Barragán, et al, sigan pensando que se la deben, que son como los juniors de papá peje. En política, la única deuda es con el presente, pues todo pasado ya murió.

Ah, quién diría que un hombre nacido en Soledad…, podría ser como otro hombre nacido en Macuspana.

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