Historias paralelas: De altos vuelos y caídas libres

Octavio César Mendoza

Uno de los soportes esenciales del ejercicio del poder es el referente al aparato publicitario del mandamás. Sin ese cimiento que refleja las características principales de lo que se edifica sobre el mismo, no existe posibilidad de sustentar a un gobierno. La publicidad es el brazo armado de la moral gubernamental, de la eficiencia cualitativa y el alcance cuantitativo del poderoso: qué tan bueno se es para gobernar y hasta dónde alcanza para seguir haciéndolo.

Al analizar el tema, y para hacer un comparativo de resultados, citaré a dos personajes: el gobernador del estado de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo Cardona, y el presidente municipal de la capital de dicho estado, Enrique Galindo Ceballos, por ser ambos los personajes más conocidos de la política de esta entidad federativa, y los que más publicidad generan. Por sus aparatos de publicidad conoceréis sus obras, así que hablemos en color.

En relación al gobernador, es evidente que el impacto social de la publicidad de sus obras y acciones es emocional y emocionante, y que de forma homogénea lo ubica a él como el gran transformador del Estado. El color verde es un indicador de esperanza, de vida y de avance, de cambio, por lo que el mensaje textual que acompaña a sus números es visto como un saldo a favor del votante, y este se percibe a sí mismo como un inversionista inteligente.

En el caso del alcalde, la fusión del rojo –color relacionado con la violencia- con el frío
azul, más la alteridad de los verdes y negros en sus patrullas –con una evidente falta de ortografía que cuestiona su educación como policía-, sumada a la publicidad no
estandarizada de las diferentes áreas que componen su gobierno, reflejan que no hay un general en el tema publicitario. Para el votante, esta falta de uniformidad es un mensaje de confusión.

Ahora, si de obras y acciones hablamos, por supuesto que resulta diferente el volumen y monto de las mismas que puede ejecutar un gobernador –y aún más, uno que trabaja sin descanso- que un alcalde que no tiene buena asesoría dialéctica. Del “Ya se nota” a “La Capital del Sí”, como reflejo de la actividad ejecutiva, el primer eslogan está acompañado de hechos, y el segundo es una aspiración ilusoria. Actividad versus pasividad.

Un hombre con discurso no es lo mismo que un hombre de palabra. El hombre que da su palabra y la cumple, genera el discurso de las realidades; en tanto que el hombre que se deslinda sus propias palabras, genera incertidumbre y desconfianza. Si algo caracteriza al gobernador, es que hace lo que dice (hay soporte contable y registro visible); en tanto que en el Alcalde son abundantes las promesas y escasos los resultados. Y no lo digo yo.

Lo dicen los electores, que son las células del sistema político-social. Si estos perciben o no la eficacia y la eficiencia de su gobernante, lo ratifica o lo descarta. En el ánimo popular, mientras que Ricardo Gallardo va por un millón de votos en el 2024 para la causa de AMLO –que son el doble de los que obtuvo cuando ganó la gubernatura en el 2021-, Enrique Galindo ha perdido la mitad de los que consiguió para ser electo presidente municipal.

¿Cuáles son los hechos que hacen dispar el impacto de sus publicidades? La odiosa
comparación es la respuesta: mientras Gallardo va por una empresa a Alemania, Galindo va por una escoba a España; mientras el primero reconstruye una presa para sustituir el desastre llamado “El Realito”, el otro anuncia un plan de abasto de agua que ahí queda; mientras el gobernador hace, el alcalde reacciona. Y eso también es un problema de comunicación.

Lo que está comunicando Ricardo Gallardo Cardona es que quiere pasar a la historia como el mejor gobernador que haya tenido San Luis Potosí; en tanto que lo que está
comunicando Enrique Galindo es que vendrán tiempos mejores (los suyos). Uno ya es
gobernador, y para eso trabajó durante diez años; el otro quiere serlo, pero no ha podido hacer notar que ya es presidente municipal. Las agendas mediáticas de ambos son el día y la noche.

Si algo sabe gestionar Ricardo es el tiempo y las emociones del pueblo; en tanto que los esfuerzos de Enrique van desfasados del sentir popular. El equipo de comunicación del gobernador lee y comprende la realidad social; el del alcalde sigue imaginando la realidad social, y la trata de adaptar a sus anhelos. El trazo de color-imagen-discurso-hecho debe ser una línea ascendente en la mente del elector, y no una aspiración del gobernante.

Otro aspecto que se relaciona con el qué comunico y cómo me perciben, son los aliados y los equipos. Si mi aliado es un personaje positivo o negativo, y mi equipo es bueno o mediocre, eso me representa como reflejo micro de lo macro en lo social. De ahí que la rotación de piezas resulte fundamental para construir un entorno de cualidades meritorias: yo mismo puedo no ser el mejor en algo, pero me rodeo de aliados y equipos de alto valor para serlo.

En el transcurso del tiempo en que un gobernante ejerce el poder, los cambios de su
gabinete, la suma de los aliados, y el descarte de los que serán los futuros enemigos –todo expulsado del Edén se vuelve contra Dios-, los números resultantes de la ecuación se convierten en votos. Si no sabes sumar y duplicar tus votos después de ganar una elección, fallaste como aspirante a mandamás de largo plazo, y no supiste negociar los enroques históricos.

Pero aun así existe la propaganda, la mentira dicha mil veces, la promesa montada en una Cinta de Moebius; pero hasta para eso hay que tener estrategia, línea discursiva
justificativa, y un enfoque adecuado de las circunstancias; pero, sobre todo, objetivo
específico: a quién quiero lavarle el cerebro. Si es a la clase media, o a la clase baja. A los ricos no, porque me financian. El clasismo es el sustento de las movilizaciones masivas en urnas y plazas.

Hace unos días, el gobernador comunicó que saldría del país por más empresas y más
empleos; y hoy leí que el alcalde viaja a Nueva York, pero no tengo idea de a qué va, y
sigo sin escuchar de su parte un mensaje dirigido a la clase media potosina, que está más preocupada por su seguridad, ni a la clase baja potosina, que está más preocupada por el agua. Gallardo comunica que está trabajando por ambos temas. Galindo, que está haciendo maletas.

Los altos vuelos y las caídas libres son la escena crucial de la película electoral del futuro, el nudo dramático de la política entendida como una narrativa de tiempos paralelos. Y es que la verdad no es pecadora, pero sí incómoda: por ambiciones personales y de grupo, el PRI y el PAN de Galindo perdieron la base social, los aliados intelectuales, los votantes incondicionales; todo lo cual sigue sumando Gallardo a sus verdes alforjas.

Para las y los no entendido serán foquitos, pero la luz es reflejo de inteligencia: Yo ilumino.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Nació en San Luis Potosí en 1974. Actualmente es director de Publicaciones y Literatura de la Secretaría de Cultura, y también dirige la Casa del Poeta Ramón López Velarde y la Editorial Ponciano Arriaga. Ganó el Premio Nacional de la Juventud en Artes en 1995 y el Premio 20 de Noviembre en 1998 y 2010. Ha publicado siete libros de poesía y uno de cuento. Fundador de las revistas Caja Curva y CECA, también colaboró en Día Siete, Tierra Adentro, entre otras. Asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, siendo él presidente municipal, gobernador y director de Casa de Moneda de México.

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