Historias Paralelas: Un sexenio de doce años

Octavio César Mendoza

Para todo gobernante es fundamental que su proyecto se extienda más allá de su mandato, y que su sucesor sea alguien de toda su confianza. Nada mejor que heredar la silla a alguien que sepa guardar secretos y apalabrar acuerdos; más aún si desde el principio de una administración se asegura que el séptimo año será terso para quien se retira, y útil para quien llega. Pero pocos son los gobernantes afortunados que logran concretar esa meta, y para ello se deben garantizar dos cosas: ganar las elecciones intermedias, y perfilar a los sucesores ideales desde el arranque del Gobierno, quienes casi siempre surgen desde el interior del propio gabinete del gobernador en turno.

Para la democracia como tal, lo mejor es la alternancia; a menos que la continuidad se deba a un Gobierno de excelencia, y a un bien cuidado manejo de los tiempos y las formas para preservar el poder. No hay mal ni bien que dure cien años, pero a veces se puede permanecer en el poder más de un sexenio, sin que eso se haga por la fuerza.

Con el 65 por ciento de ciudadanos encuestados que admiten que la continuidad de AMLO como presidente sería mejor que el cambio, se anticipa que el escenario no será fácil para la oposición, a menos que este compita como un solo bloque, lo que se antoja difícil. Sería genial tener solo dos candidatos: el de AMLO (con Morena, PT y Verde como posible alianza de izquierda) y el de la oposición aglutinada al centro-derecha (PAN, PRI, PRD, MC, et al). Si Movimiento Ciudadano lleva a su candidato más aventajado, Luis Colosio Rojias, sólo por el apellido puede que dé la batalla; pero lo cierto es que eso garantizaría el triunfo del candidato de AMLO de forma más holgada.

En San Luis Potosí la cosa va más o menos igual de acuerdo con las encuestas. Se dice que la capital va a ser de Ricardo Gallardo padre, quien llegará por segunda vez a esa posición si es que no hay una sorpresa y se instala la primera dama del Estado como posible sucesora de Enrique Galindo. La inteligencia sugiere que este último no se oponga a dicha jugada, y prefiera ganar la partida por el escaño del Senado a Xavier Azuara en lugar de tratar de vencer a Ricardo Gallardo padre, cuyo mejor aliado es Ricardo Gallardo hijo, o a la propia presidenta del DIF estatal. Galindo tiene más futuro a largo plazo si no le gana el deseo de pisar el acelerador a fondo.

De suceder eso, Ricardo Gallardo Juárez trasladaría sus posiciones instaladas en Gobierno del Estado a la UAM, para dar continuidad a su proyecto. Una vez ahí, comenzará a tejer los hilos para la reelección, o para enfrentar la paradoja del padre que hereda al hijo.

Al mismo tiempo, el gobernador Ricardo Gallardo dejará que sus posibles sucesores comiencen a buscar la candidatura. Como es sabido, el gallardismo es un movimiento ordenado que sabe aglutinar, y nunca se cansa de sumar voluntades y de repartir posiciones. La lealtad es bien pagada, y la inteligencia apreciada; pero sobre todo, ellos saben que proyecto que se estanca, muere. De ahí su constante expansión social y la renovación de cuadros, así como la labor de integración de adversarios conversos que, al no poder con la “gallardía”, se unen a ella.

Dentro de los posibles candidatos que se han mencionado en las mesas cafeteras y los bares politiqueros, están Guadalupe Torres, secretario general de Gobierno; Gerardo Zapata, coordinador de Comunicación Social y, de nuevo, Ruth González Silva.

Lo que es un hecho, es que será un gallardista del círculo cero, y nadie más que proceda de otras fuerzas; excepto si hablamos de Sonia Mendoza, quien sigue activa en el interior del Estado y que fue quien comenzó a romper la estructura del PAN en su momento, hasta pasar a Octavio Pedroza la factura del 2015.

Si AMLO logra extender su mandato seis años más, sea quien sea que elija como sucesor, los cargos públicos de los pocos estados gobernados por la oposición serán peleados por miles de damnificados de la alianza multicolor. Va a ser una carnicería que debilitará aún más a los partidos políticos que ya están en estado de coma.

Esto, en San Luis Potosí, será suficiente para que Ricardo Gallardo Cardona siga teniendo un proyecto grande, muy grande, en caso de que AMLO pague con mucho amor su permanencia en la silla del Ejecutivo potosino. Él sabe que “el pollo” le puede hacer mucho ruido a su proyecto; tanto como el que le puede hacer Colosio Riojas al reducto opositor PRI-PAN-PRD. Y para la complejidad de los tiempos, a pesar de la holgada diferencia en términos matemáticos, AMLO no se puede arriesgar a perder nada, aunque para ello tenga que mantener alianzas con personajes que en su momento criticó, pero que ahora abraza con toda su mesiánica humanidad.

En estas Historias Paralelas donde se entrecruzan los senderos de las elecciones venideras, únicamente podemos asegurar que las cartas siguen en el mazo, pero ya hay ases bajo la manga del saco de Gallardo Cardona que va a sacar sólo hasta que AMLO suelte la carta mayor.

Por lo pronto, hay que ver qué tan alto en el cielo sube el grito de sus adversarios cuando la siguiente evaluación de El Financiero, y como empiezan a operar el desgaste programado de sindicatos, grupos y gremios cobijados por los antiguos gobiernos, para tratar de cambiar la percepción que se tiene de los logros del gobernador potosino. Ese será el primer tamiz de sus funcionarios pre candidateables hacia el 2024.

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