Octavio César Mendoza
Parafraseando un viejo adagio, “hay equipos que ganan candidaturas, y son muy buenos; pero hay equipos que ganan gubernaturas, y esos son imprescindibles”. Y traigo a cuenta este juego de palabras porque, viendo los toros desde la barrera, al PAN y a muchos panistas de San Luis Potosí les debe quedar claro que ya se ha creado un cisma interno, merced a una guerra innecesaria entre dos activos muy importantes (negarlo sería absurdo) que son Octavio Pedroza y Xavier Nava. Y no por voluntad personalísima de ellos, sino porque sus equipos han oscilado entre la virtud de la lealtad impoluta y el pecado de la soberbia oficiosa; es decir: es una guerra sin cuartel, pero con muchos generales y poca tropa. Es, también, una guerra que espanta las aves de buen augurio de que sea un eventual candidato panista quien encabece los afanes de triunfo de la alianza entre PAN, PRI, PRD y PCP, en la elección del próximo Gobernador de San Luis Potosí. Pero, finalmente, es una guerra, y en estas suele haber muchas bajas tanto de civiles como de uniformados.
Bajo una óptica sencilla, pareciera que esta guerra tendrá un ganador que avasalle al perdedor y aniquile no sólo sus aspiraciones personales, sino también a su ejército; pero ejércitos de generales no son gran pérdida. Lo que sorprende es que tanto Octavio Pedroza como Xavier Nava, permitiesen que la vorágine de sus allegados los haya metido en esta liza, reitero, innecesaria. La autoridad dentro de sus equipos, finalmente, la ostentan ellos, aunque más de uno de sus colaboradores y aliados piense lo contrario. Se han dejado cercar por una burbuja de intereses personales que les impiden usar los binoculares para advertir que el enemigo está allá afuera, y que su guerra intestina está redefiniendo la elección interna del PAN en San Luis Potosí; porque al final, incluyendo amenazas y compra de lealtades, el corazón de la mayor parte de los panistas es azul, y siempre hay algo que les dice con quién se gana y con quién se pierde. Es el instinto panista de supervivencia. Y dado que ni el equipo de Xavier Nava se va a sumar al de Octavio Pedroza, ni el de este al del primero, la promesa de unidad de cualquiera de los dos se desdibuja como una carta de buenas intenciones al iniciar el año.
Igual que en 2015, cuando Sonia Mendoza tenía todo para ganar, menos a muchos panistas que la quisieron ver perder, y no se sumaron a su causa o se sumaron a la causa de alguno de los adversarios a la entonces Senadora con licencia. La variable, en este momento histórico, se llama Marco Gama. Si Marco gana (no es slogan de campaña) ganan los tres equipos de los tres pre candidatos; porque Marco no se ha enemistado con nadie, lo que hará dudar, a más de uno, entre seguir la lucha sin cuartel de los equipos de dos pre candidatos convertidos en enemigos a muerte, o reorientar su apoyo hacia el ahora Senador con licencia.
Seguramente, los saldos de la confrontación entre los equipos de Nava y Pedroza se verán reflejados en el incremento de las simpatías inconfesas hacia Gama. Si bien es cierto que se advirtió que la unidad interna era el factor esencial para llegar fuertes a la mesa de negociaciones con el PRI y el PRD nacionales, a fin de que el candidato de la coalición arriba citada sea el ganador de la contienda interna del PAN, Octavio y Xavier (indirectamente) no pudieron ponerse de acuerdo, abrieron viejas heridas, y dejarán tirados a muchos de sus hoy cercanos. Este abono a la cuenta de Marco Gama, también se da porque hacen evidentes las ventajas y garantías que este ofrece: 1.- No tiene pleito con nadie, ha dado la mano a todos (incluyendo, en su momento, a Sonia, que optó por Xavier) y eso es factor de unidad. 2.- Facilita al PAN la tarea de negociar con el PRI, con el Gobernador del Estado y con los propios equipos de Pedroza y Nava (para evitar la fuga de su importante capital político hacia Morena) y eso es factor de unidad. 3.- Puede generar la narrativa de ser un hombre capaz de convencer adentro para vencer, y de sumar afuera para ganar; lo cual es, también, factor de unidad, no sólo del PAN, sino de la alianza partidista que Va por San Luis.
Y el punto 4, que es aparte y me permito iniciar con mayúscula toral: Nadie, absolutamente Nadie, quiere poner en riesgo sus intereses al jugársela con equipos “rijosos” -por utilizar un eufemismo de otra palabra que no quiero decir-, cuando lo que urge en México (y por ende en San Luis Potosí) es detener la agenda autárquica de López Obrador, y no satisfacer los caprichos de un grupo deseoso de reflectores mediáticos y poder político. Los sectores que integran a toda la sociedad (populares, empresariales, académicos, etcétera), y el mismísimo sector en el Gobierno (que desea su continuidad) no ven con buenos ojos a los “rijosos”: lo que desean los liderazgos de todo el Estado (a la par de que no gane Morena) es que haya un candidato que no sea “picapleitos” (ok, ya dije esa palabra) y que ese candidato garantice la integración de todos los equipos y todos los ejércitos (hasta los que sólo están conformados por generales, incluso en retiro) para que puedan llevar a buen puerto sus barcos personales, institucionales, sociales e ideológicos. Todos quieren garantizar, primar y privilegiar sus intereses, y por eso no juegan a los gallos.
Por ello parece que este es el momento de Marco Gama, quien, de convertirse en el candidato del PAN a la gubernatura de San Luis Potosí, seguirá sumando voluntades de tirios y troyanos, de panistas heridos y de priístas de médula inquebrantable, de morenistas desilusionados, de inversionistas electorales, y hasta de gallardistas insurrectos y candidatos independientes que no dudarán en hacer equipo con él si el CEEPAC no les abre la puerta, para finalmente encabezar la multicitada alianza. Y todos lo harían por una razón elemental: porque saben que, si algo sabe hacer Marco Gama, es sumar; tal como lo hizo en 2018, cuando ganó la Senaduría sin pelearse con nadie e invitando a todos a subirse a su nave; porque, aunque su espíritu es de lucha, no es un guerrero sin inteligencia. A lo largo de la historia se ha visto que grandes batallas se pueden ganar, incluso, sin disparar una bala. Y si este es el momento de Marco Gama, también es el momento de los panistas que no se quieren desgastar en batallas civiles antes de salir a la guerra de verdad; o de hacerlo sin fusil y siguiendo a un candidato ajeno, debido a su animosidad infantil y a su incapacidad de cerrar heridas del pasado.
A ver qué decide la militancia panista, la que posee el espíritu deportivo de saber que hasta el último minuto cuenta y por ello reflexiona, durante sesenta segundos, antes de emitir su voto. Muchos de ellos son la tropa que ganó la Gubernatura con Marcelo de los Santos en 2003, porque Marcelo no se peleó con nadie, supo negociar con todos, estuvo siempre cerca de los suyos, y levantó a los heridos del zapatismo insurrecto y el priísmo anticipadamente derrotado, para garantizar su triunfo electoral. Pero esa, es la otra historia.
PS: Volver a las andadas de la opinadera pública siempre es bueno, apreciables tres lectores míos. Gracias por readmitirme, a ustedes y a don Miguel Maya. Que el 2021 esté lleno de sorpresas agradables para todos.