Humo y Espejos: El arte y la memoria

Abelardo Medellín Pérez

La inseguridad, la crisis de adicciones y la evidente situación incierta con la que lidian los jóvenes de San Luis Potosí, son tragedias complejas que el actual gobierno ha intentado ocultar a punta de propaganda y dádivas insuficientes.

Para el gobierno estatal, todo se arregla con programas de doble propósito: por un lado, la administración (sin metodología clara) decide cuál es el principal problema de los jóvenes y le pone un signo de peso a la supuesta solución, por el otro, cada programa emprendido por el gobierno, aunque lo nieguen, es vulnerable a convertirse en un chantaje social para exigir que, sin importar el mal desempeño, los jóvenes voten en un futuro por quien se convirtió en su patrocinador.

Todo se resuelve a tarjetazos… literalmente. El primer sector que ventiló la existencia de “la cumplidora” tarjeta con la que, en la campaña, Ricardo Gallardo Cardona buscó coaccionar el voto, fueron grupos de estudiantes universitarios del altiplano a quienes les ofrecieron la tarjeta como un beneficio seguro para cuando llegara el candidato a palacio. La promesa de apoyar a los universitarios que tenía Gallardo Cardona, se cristalizó en nada más y nada menos que becas de transporte en forma de otra tarjeta. Y por si fuera poco y la cartera todavía no estuviera repleta de verdes emblemas, en noviembre pasado el gobernador anunció un nuevo programa llamado “tarjeta joven”, que consiste en una serie de beneficios y descuentos en negocios participantes.

En suma, el gobierno cree que el problema de las juventudes es un tema adquisitivo; sin advertir que, antes de adquirir cosas, las juventudes podrían tener otras preocupaciones. La inseguridad, por ejemplo.

La última vez que un servidor visitó a un grupo de amigos en el altiplano, la conversación fue monopolizada por lo horrores que se viven en las zonas profundas del estado. Convoys de camionetas blindadas patrullando Estación 14, patrullas clonadas que amagan personas a plena luz del día, la desaparición de jóvenes en la región e incluso el doloroso recuerdo del homicidio accidental de un joven en la carretera Cedral – Matehuala, en un hecho donde estuvo involucrado un oficial de la Guardia Nacional.

Ya ningún joven habla de su futuro, no porque le dé miedo vivirlo, sino porque es imposible pensar en mañana cuando el presente es insoportable.

Y las soluciones son cortas, pero el discurso es peor. En entrevistas formales y pocas oportunidades, el gobernador se ha pronunciado a favor de medidas preventivas y no reactivas; sin embargo, el gobierno no invirtió más en prevención, sino en la compra de vehículos blindados adquiridos de forma opaca, por cierto.

¿Qué ignora el gobierno además de lo obvio? Ciertamente la prevención no es un tema sencillo; la mayoría de los gobiernos, buscan que sus políticas públicas impacten tan profundo en sus gobernados que haya, no solo un cambio material, sino un cambio en la conciencia colectiva. ¿Cómo logramos algo así?

Una opción poco socorrida en un ambiente como el nuestro con una maraña de problemas imaginarios (herencias malditas les dicen algunos), es atender dos aspectos fundamentales del desarrollo personal: la memoria y el arte.

Ambas son necesarias para tener un criterio ante el futuro, pero también sensibilidad para criticarlo. Ayudan a conocer lo que podría ocurrir antes de que pase y al mismo tiempo hacen que todo sea susceptible a ser modificado. Nos dejan ver aquello que se repite y nos dan el valor de emprender nuevas revoluciones.

¿Qué obtuvimos en cambio durante la actual administración?

En lugar de una reivindicación de la modernidad, conseguimos un discurso que solo voltea al pasado de forma perniciosa. Cada acción, cada programa, cada obra y cada opinión, está tiznada por el insistente recuerdo de que antes estábamos peor. Nuestro presente ya no es la suma de todo lo que se ha hecho, sino un repudio a lo ya ocurrido; y en consecuencia la sugerencia es el negacionismo cómodo y destructivo.

Nos faltan los recuerdos de las luchas que nos formaron, porque sin la memoria de esas consignas, no podremos advertir que el gobierno, omiso como tantos, todavía tiene una deuda social; no recibió un gobierno endeudado, él aún es ese gobierno, aunque no le guste aceptarlo. El gobernador actual no es la ruptura con los anteriores, es su extensión y consecuencia.

En lugar de arte, recibimos espectáculo. Hay dinero para invertir en cultura, pero solo en aquella que es del agrado del gobernador y que genera suficiente expectativa para ser útil políticamente. Mientras tanto, los nuevos artistas, los artistas divergentes, quienes tienen proyectos propios, se ven reprimidos por un nuevo orden cultural que sobrevive de colaboraciones y a quien, incluso el trabajo regalado se le hace caro.

Sobre la crisis del sector cultural y artístico, Juan José Campos Loredo, ex director del Instituto Potosino de Bellas Artes (IPBA), dijo en diciembre del 2021: Si no existiera la Secretaría de Cultura, pues la Gallardía estaría feliz”. Hoy la Gallardía sí está feliz y sostiene a la SECULT, pero de nada ha servido para respaldar a quienes buscan emprender proyectos con intenciones artísticas.

Requerimos sensibilidad y en cambio se nos pide sentir rencor. Necesitamos un desahogo a lo que sentimos y se nos exige, simplemente, vivir sin miedo. Urgen expresiones que pongan en tela de juicio las formas e intenciones de quienes nos gobiernan, pero la descalificación está a la orden del día.

Ambas, la memoria y el arte, no solucionarán todos los males, sin embargo, eran grandes oportunidades para explotar un aspecto desatendido de la prevención. El gobierno prefirió ser irresponsable y omiso.

Ante el desinterés de quienes nos gobiernan por estas opciones, la alternativa no es menor. Lo que nos queda, para salvar nuestra memoria y supervivir nuestro arte, será la resistencia.

Si el gobierno no quiere involucrarse en nuevos tipos de prevención que tomen en cuenta a todos los sectores, entonces esos sectores deberán tomar en cuenta a toda la cosa pública. Las condiciones actuales no harán que la resistencia sea sencilla para los jóvenes que aún trabajan por resolver cómo vivir su vida, pero sí la vuelven una obligación para todos y cada uno.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.

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