María Ruiz
El Centro Cultural Universitario Bicentenario quedó envuelto en una escena incongruente: porras pregrabadas que gritaban “¡Galindo!” desde los altavoces, mientras apenas unas cuadras afuera, la ciudad seguía su rutina con silencio y problemas no resueltos.
El acto presidencial —al que asistieron empresarios, presidentes de juntas de mejora y figuras políticas como el excandidato presidencial Ricardo Anaya, acompañado por la senadora potosina, Verónica Rodríguez Hernández— tuvo la solemnidad de protocolo y la teatralidad de una campaña.
El alcalde Enrique Galindo Ceballos, hizo su entrada flanqueado por el gobernador Ricardo Gallardo Cardona y la diputada Sara Rocha Medina, actual presidenta de la Directiva del Congreso del Estado, con quien el alcalde ha protagonizado desencuentros desde su expulsión del PRI y las consiguientes impugnaciones, con las que logró su ingreso de nuevo como militante.
En su informe, Galindo leyó un recuento pautado en “cuatro años intensos” —una formulación curiosa al considerar que esta es su segunda administración y no un sexenio— y organizó sus logros alrededor de cuatro ejes: seguridad, obras urbanas, trabajo con las juntas de mejora y una mezcla de deporte, turismo y cultura.
El propio documento del primer informe municipal y los extractos del discurso reproducen ese guion: patrullas en “tiempo real”, 700 comités vecinales, reducción de percepción del delito y una fuerte apuesta cultural que, según el gobierno, ha proyectado la ciudad fuera del país.
La puesta en escena fue efectiva, hubo videos internacionales, un spot que —según el Ayuntamiento— se difunde en cadenas europeas y la mención de reconocimientos que buscan legitimar una narrativa de éxito.
San Luis Potosí ostenta la distinción como Capital Americana de la Cultura 2025 y sus promotores han conseguido visibilidad en canales internacionales como Antena 3 Internacional. Ese alcance mediático contrasta, sin embargo, con la vida cotidiana de colonias que siguen a la espera de respuestas concretas en reparación de baches, rehabilitación de calles, reestructuración de la red hidráulica y hasta la municipalización de sus colonias.
Lo prometido y lo pendiente
El contraste entre el relato de logros y la calle es el eje duro del ejercicio crítico. En el informe se destacaron obras y programas; en la práctica, varias promesas emblemáticas siguen en punto muerto o con avances parciales.
Uno de ellos es la rehabilitación y la creación de nuevas ciclovías. El llamado Plan Maestro de Ciclovías acumula retrasos y cuestionamientos técnicos.
Colectivos ciclistas y organismos de planificación han señalado que faltan reglamentos y definiciones claras para garantizar seguridad y conectividad. El proyecto, según reportes, está frenado por desactualizaciones en el Reglamento de Tránsito y por falta de avances concretos.
Otra promesa que está lejos de cumplirse, es el paso a desnivel en El Saucito y otro más en Villa Magna, anunciada apenas al inicio de esta administración. Trabajos que aparecen como proyectos para los próximos ejercicios presupuestales, es decir, el anuncio existe, pero la ejecución masiva y la fecha tentativa (para ahora 2026) no disiparon la sensación de que se posponen inversiones mayores en favor de obras menores.
A este se suma que sigue en pausa en el Cabildo el tema ya discutido sobre la necesidad de regular la venta y uso de pirotecnia con propuestas que buscan, según el propio alcalde, “cambiar el ruido por las luces”. pero hasta ahora las medidas permanecen en mesas de trabajo y borradores, mientras cientos de permisos y la comercialización informal persisten.
Hay un pendiente que persiste: la gestión del agua. La coordinación entre el Ayuntamiento, la Dirección del Agua y el organismo operador Interapas ha mostrado movimientos administrativos como nuevos responsables, programas de descuentos y proyectos inscritos, pero las quejas por servicio y la percepción de insuficiente planificación técnica aún recurrentes entre colonias afectadas.
Hay documentos de programas y presupuestos, pero la sensación pública es de gestión todavía en consolidación.
Estos puntos no son meras dichos, son hechos que funcionan como indicadores de una administración que domina la comunicación y la visibilidad —spots internacionales, premios como la “Escoba de Platino” por gestión de residuos—, pero que tropieza al traducir anuncios en obras palpables y tiempos cumplidos.
El premio internacional al municipio por manejo de residuos fue difundido por el Ayuntamiento y medios; sin embargo, los laureles no borran las calles donde todavía hay pendientes de infraestructura y servicios.
La estrategia de seguridad: datos contra percepción
Galindo enfatizó una disminución en la incidencia delictiva y una caída significativa en “percepción de inseguridad” —una variable que es difícil de mover.
La estrategia basada en comités vecinales y “comandantes” asignados suena efectiva en la retórica y en algunos indicadores oficiales, pero plantea preguntas sobre la institucionalidad y la sostenibilidad, pues ¿hasta qué punto el control ciudadano organizado sustituye políticas públicas estructuradas y coherentes de prevención, investigación y justicia?
El dato técnico puede mejorar; la experiencia cotidiana —la percepción— tarda más en acompañar la estadística.
Entre aplausos y silencio
La escena en el Bicentenario —porras grabadas, videos, invitados selectos— tiene un efecto persuasivo, el de construir un relato. No obstante, las juntas de mejora, empresarios y tablas de datos en pantallas no deben reemplazar la fiscalización ciudadana sobre plazos, presupuestos y resultados concretos.
Cuando el brillo viene con música de fondo y la realidad padece demoras en ciclovías, regulación o infraestructura hídrica, el informe se convierte en una caja de resonancia más que en una rendición de cuentas exhaustiva.
El primer informe de Enrique Galindo ofreció un mosaico colorido de logros y aspiraciones: cultura proyectada internacionalmente, promesas de megaproyectos viales, un discurso de seguridad permeado por participación ciudadana.
Sin embargo, la ceremonia dejó al descubierto algo que ni el mejor spot ni la “Escoba de Platino” pueden ocultar, la política es también cumplimiento, y ahí —en las calles, en las ciclovías que no avanzan, en las regulaciones que siguen en mesas, en los tiempos de la obra pública— es donde la administración será juzgada.