María Ruiz
La glorieta de Morales amaneció esta semana con un rostro distinto, conos anaranjados, trabajadores con cascos y franjas amarillas recién pintadas sobre el asfalto. La Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de la capital (SSPC) inició labores de señalización en uno de los cruces más conflictivos de la ciudad, un espacio que desde hace años ha sido identificado como punto rojo de la siniestralidad vial.
No se trata de un riesgo nuevo. La organización Estrategia Misión Cero, a partir de datos de una aseguradora entre 2015 y 2023, lo colocó como el segundo cruce más peligroso de la mancha urbana, con 93 accidentes registrados.
El diagnóstico señalaba deficiencias estructurales: radios de giro que invitan a la velocidad, ausencia de semáforos peatonales, rampas inaccesibles y banquetas deterioradas; todo ello en un entorno de alto flujo vehicular y peatonal.
El 6 de septiembre, la estadística se convirtió en tragedia. Ese día, una mujer fue atropellada y proyectada hacia el paso a desnivel tras un siniestro entre dos vehículos.
El proyecto “Cruces Seguros”, aprobado en la Gaceta Municipal en julio de este año, contemplaba la intervención de 13 puntos de riesgo en la ciudad, entre ellos la Glorieta de Morales.
El plan surgió precisamente del informe de Estrategia Misión Cero, que proponía auditorías viales, rediseño geométrico de calles y la priorización del transporte público y la movilidad activa. Según el estudio, atender los cinco cruces más peligrosos podría reducir hasta en 15 por ciento los siniestros graves en la entidad.
Las acciones actuales, sin embargo, se concentran en boyas viales amarillas como reductores de velocidad y nueva pintura en los pasos peatonales. Aunque representan un primer paso, no incluyen cambios de fondo como los recomendados en el diagnóstico: semáforos peatonales, banquetas accesibles o rediseño del cruce.
La Glorieta de Morales se ubica frente al Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto” y la Zona Universitaria, zonas con gran flujo peatonal de adultos mayores, personas con discapacidad, estudiantes, niños y niñas.
La seguridad en este entorno ha sido una demanda constante, pero las intervenciones llegan después de que la tragedia evidenció la vulnerabilidad del lugar.
La glorieta de Morales es un espejo de una política de movilidad reactiva, que se mueve por el clamor público tras un siniestro, en lugar de actuar con base en la evidencia que ya tiene en sus manos. La pregunta ya no es si los datos y los estudios son suficientes, sino si la voluntad política para implementarlos existe antes de que otra vida sea proyectada hacia el vacío.