Jair fue también un buen centro delantero…

Eduardo Delgado

Luego de permanecer seis días en terapia intensiva, con muerte cerebral, Jair falleció el 30 de mayo de 2015. Hoy se cumplen tres años. Además de buen estudiante, fue “buen delantero” y encabezada la lista de goleo en la liga de futbol en que participaba con el equipo “Coyotes Laguna”. Finalizado el torneo el campeón goleador le cedió el trofeo al amigo.

Adrián Lucero Gutiérrez Piña, otro excompañero de Jair en el equipo de futbol, recuerda: “Fue muy bueno para meter goles”. La amistad entre ambos inicio de pequeños, porque jugaban futbol en la cuadra. “Vivíamos cerca”, agrega.

“Era una persona única por su forma de ser, sencillo y muy alegre. Le gustaba la música de banda”, añade entrevistado en el kiosco de la comunidad Laguna de San Vicente, a unos metros de donde Jair cayó moribundo, con un proyectil incrustado la cabeza.

Sus padres buscaron la opinión del médico Ernesto Martínez Duhart, neurocirujano que en el año 2010 le salvó la vida al futbolista Salvador Cabañas, quien entonces recibió un disparo en la cabeza.

El concepto que tiene Adrián de Jair igual lo tienen lugareños. Una vecina de la plaza, quien el 24 de mayo de 2015 escuchó las detonaciones y vio a la gente correr despavorida, asegura que “era muy respetuoso. No era como la mayoría de las chavos, que toman y se drogan”, asegura desde el anonimato.

Igual coincidieron otra mujer y un hombre, integrantes de un grupo de danzantes de esa comunidad, localizada a unos 30 kilómetros de distancia del centro de la capital potosina.

Adrián refiere que “tenía novia, pero ella era de otro rancho”. Su amigo, dice, “no se adelantaba a las cosas, vivía el momento. Era lo que lo hacía único, nunca estaba triste ni buscaba problemas”, abunda.

El mejor momento entre ambos, rememora, fue en el año 2006 (entonces Jair tenía siete años) “cuando fuimos campeones; en un solo día jugamos tres partidos y los ganamos. Fue en Villa de Reyes y jugamos nada más con nueve y aun así ganamos”.

Entre sollozos comenta que Jair “no era soberbio, no quería las cosas para él, siempre pensaba en los demás”.

DESDE EL KÍNDER

“Los tres estuvimos con él desde el kínder hasta la secundaria”, dice Diego refiriéndose a Gustavo y Karla, entrevistados ellos luego del homenaje póstumo que le rindieron a Jair el pasado jueves en Laguna de San Vicente.

Podías contar con él para lo que fuera. Tenía uno un problema y él estaba para ayudarte”, agrega.

Al punto del llanto rememora: “Una vez tuvimos una diferencia y nos dejamos de hablar tres meses.  Durante ese tiempo me sentí mal”.

Consternado cuenta que “cuando lo mataron quería decirle que me sentía mal de no haberle podido decir que lo quería y que me perdonara”.

“Es lo que ahorita tengo, que no sé cómo sacarlo por más que les cuente a las personas…yo me sentiría bien habérselo dicho…porque ya cuando quiere decirle ya es demasiado tarde”, advierte.

Jair era para Karla su mejor amigo. “Una ocasión mi abuela estaba enferma y se la llevaron al hospital… falté a la escuela y él estaba al pendiente de nosotros; nos mandaba mensajes preguntando si estaba uno bien y porque había faltado”.

“Nunca se negó a algo que nosotros le pidiéramos.  Nunca lo veíamos enojado y cuando se enojaba se veía raro”, apunta.

Señala que Jair “nos invitaba a verlo jugar; lo recordamos con tristeza e igual con mucha alegría porque fue una increíble persona. Era quien nos mantenía juntos, porque era el de la iniciativa para salir o hacer tarea juntos”.

“Era incondicional. Cuando le pedías algo nunca decía que no y nos hacía felices porque tenía una alegría inmensa. A pesar de los problemas no se dejaba caer y siempre salía adelante en la escuela”, abunda.

Como cualquier adolescente de 16 años Jair tenía problemas, pero “nunca reprobó” ninguna materia “porque era inteligente y el más aplicado del salón”.

A ella y otras amigas “nos cuidaba mucho. En ocasiones me lo encontraba y si era tarde me iba a dejar a mi casa. Siempre andaba en su bici y si su mamá le decía “vámonos” no ponía peros. Era muy responsable”, amplia.

LA ÚLTIMA VEZ

Con el rostro compungido, Karla rememora que cinco días antes de que una bala extraviada provocara la muerte cerebral de Jair, el 19 de mayo de 2015, fue la última vez que se reunieron el grupo de amigos.

“Estaba en misa con mi mamá y no sé porque me salí. Me lo topé y nos quedamos aquí parados (fuera de la iglesia). Paso Angélica, pasaron ellos (Diego y Gustavo) y otros dos que ya se casaron”, recuerda Karla.

Después de platicar “un buen rato” se despidieron y en ese momento ella sintió feo la separación. “Le dije a Jair: ¿Por qué se van?”.

“Me abrazó y me dijo que nos íbamos a volver a ver (sollozos)…lo abracé y entre bromas me dijo: “Ya no te quiero”. Empecé a llorar. Me dijo. “¿Cómo no te voy a querer si eres mi mejor amiga?”, la bromeo.

Aquel día “me sentí bien” porque tenían tiempo de no verse juntos”. Jair acordó con sus amigos volverse a ver el sábado 23 y “el domingo en la tarde nos buscamos para andar juntos en la fiesta”, les dijo.

“Recuerdo otros 24 de mayo. Comprábamos espuma y andábamos corriendo por toda la plaza. Por eso mi mamá decía: “Parecen niños chiquitos”.

En esa fecha se festeja a la patrona de Laguna de San Vicente, “La Virgen María Auxiliadora”. Los jóvenes, asegura Karla, “esperábamos con ansias la fiesta, nos llenaba de emoción porque estábamos todos juntos”.

Pero desde hace tres años “para mí ya no es igual…el 24 ya no es un día de felicidad, al contrario siento feo que llegue porque al ver los puestos recuerdo… ya no es bonito”.

A su vez Diego cuenta que Jair se “despidió” de sus amigos varones tres días antes. El 21 de mayo, cuenta, se llevó la camioneta de su papá a la escuela a Villa de Reyes.

“De regreso Jair nos dijo: “Nunca he tomado con ustedes y hoy quiero tomar con ustedes”.  Aquel día “entramos aquí a la Laguna, dimos una vuelta y fuimos a Santa María del Río”.

“Eso, para nosotros fue como una despedida. A lo mejor presentía y quiso darnos un adiós”, dice al tiempo que se limpia lágrimas en sus mejillas.

Días antes Karla lo veía “normal” en la escuel”, pero cuando el grupo de amigos se despedía Jair le pedía: Abrázame, por si ya no me ves”.

Ella le refutaba: “Estás loco, ¿porque dices eso?”. ¿Qué tal si me muero?”, le respondía. “Así estuvo dos semanas. Cada que lo encontraba decía eso. No sé si lo presentía”.

LE PEGARON

Angélica es prima de Jair y “me tocó estar con él cuando le pegaron”.  Ese día “veníamos a ver a la virgen” y en el camino “nos dijo a otras tres chavas y a mí, que nos quería mucho y que siempre nos iba a querer. Nos venía abrazando. Nos sacamos de onda”.

“Cuando cayó me acerque a él y lo único que decía es que quería a su mamá”, recuerda.

“También se siente feo porque aquí la gente es muy…pues mientras estaba tirado, pedía ayuda y la gente no auxiliaba… por no meterse en problemas”.

El 24 de mayo en la noche él iba a la iglesia. “No le hablé, pero vi su mirada y era de tristeza, pensativo”, rememora Karla.

Diego: “Ese día lo encontré cerca de la plaza con otros amigos. Lo esperamos en la tienda, pero al llegar se empezaron a escuchar los balazos”.

Después de unos diez minutos pasó Angélica y nos dijo que le habían pegado. “Quería ir pero mi mamá no me dejó. Pensé que le pegaron en una pierna o en un brazo, pero cuando me dijeron que en la cabeza me sentí de lo peor”.

Jair permaneció seis días en coma, internado en la clínica 50 del Seguro Social.

Karla: “Supe que le pegaron en la cabeza pero nunca imaginé que fuera tan grave. Me hice a la idea de que iba a estar bien”.

“Al otro día escuche rumores, me desesperé, quería correr para buscarlo, verlo y que me dijera que no era cierto”, añade.

Un día estuvo con él en el nosocomio. “Esperábamos que el doctor saliera y nos dijera que Jair estaba bien, que habría más esperanzas, pero siempre salía con las mismas cosas: no hay muchas esperanzas y que solo un milagro podía salvarlo”.

Otra ocasión “me tocó la fortuna de entrar a verlo. Platique con él, le dije que se tenía que poner bien, porque nos iba a dejar solos y no íbamos a saber que hacer sin él”.

Le dije que todos lo esperábamos con ansias, que nos faltaba bailar mucho, porque aunque no sabíamos bailar le gustaba el baile y escuchar a Vagón Chicano. La canción que me recuerda mucho a él es la de `Una moneda en el aire`”.

La primera vez “sentí feo entrar a la habitación y verlo acostado; no parecía él, estaba muy hinchado, conectado a varios aparatos, con una venda en la cabeza. Me acerque y reconocí el lunar que tenía arriba del labio”.

“Lo tomé de la mano, me apretó y se le salió una lágrima. Dije, `me está escuchando, está vivo y son señales de que se va a poner bien`. Se pasó la hora de la visita, las enfermeras se acercaron, me vieron llorando y me preguntaron que era de mí y como nada más los familiares podían les dije que mi primo… después les dije que mi mejor amigo”.

Luego le platico a una tía de Jair que le había apretado la mano y que soltó una lágrima. “Es otra esperanza, hay que rezar mucho por él”, le pidió la tía a Karla.

El jueves regresó a Laguna de San Vicente y el viernes lo reportaron “un poquito mejor y me quede con la paz de que ya estaba reaccionando”.

Por el cansancio de toda la semana el sábado despertó antes de las doce, con una desesperación. “Quería gritar y no podía, me levanté corriendo en mi casa por todas partes, no había nadie”.

Minutos después se sentó en la sala, viendo hacia fuera. “Empezaron a llamar como a las doce cinco. Nunca me pasó por la mente que era Jair, que ya se había ido, hasta que llegó mi mamá y me dijo: ¿Ya preguntaste de tu amigo?”.

Ella le dijo a su madre que el día anterior le dijeron que estaba bien. La mujer le pidió a su hija: “Márcales y pregunta”. Karla objetó: “No los quiero estar fastidiando”.

Casi enseguida recibió una llamada de un amigo, quien llorando le soltó: “Karla dime que no es cierto, que Jair está vivo”. Le reclamó molesta: “¿Porque dices eso?”.

Su amigo le explicó que otro de sus compañeros publicó, en un grupo de WhatsApp creado ex profeso, que Jair ya se había ido al cielo, que ya no estaba con nosotros.

Terminó la llamada con el amigo para comunicarse con la mamá de Jair. Le contestó una de sus tías, quien le confirmó: “Jair ya se fue al cielo, ya está descansando. Nosotros te decimos a qué hora va a llegar su cuerpo para que les avises a los demás en Laguna de San Vicente”.

Al llegar al velorio Karla no lo creía. “Cuando vi su caja blanca me acerqué, Jair no parecía, se le veía la cara muy triste”. La chica de ahora 19 años prefiere conservar los mejores recuerdos entre ambos.

Pasaron muchas cosas en ese poco tiempo, “nos enseñó a valorarnos, a querernos, a si te enojabas con alguien no te quedaras con eso. A no guardar rencores. Si uno de nosotros nos enojábamos nos preguntaba “¿vale la pena estar enojado por eso?”.

Por el deceso de su mejor amigo Karla se deprimió y dejó de estudiar. “No podía concentrarme porque siempre pensaba en él, me veían amigos de Villa y lo primero que me preguntaban era: ¿tú eras amiga de Jair?”.

“Se me iba todo el día en volver a recordarlo. Fui muy débil y me dejé vencer, caí en la depresión, decía `ya no quiero, ya no voy a ser feliz porque ya no está`. Me alejé de todos, de la iglesia, de mis amigos”.

“Después de un tiempo comprendí que él no quería eso, porque siempre me decía que yo era muy alegre y que siempre tenía que estar así, que no me quería ver triste y si lloraba me regañaba”.

Pasado un trienio “ya lo empiezo a aceptar…me duele, pero sé que él está mejor porque ya no está sufriendo; los que estamos sufriendo somos nosotros y al final de cuentas él ganó por qué está en paz, está con Dios y no sufre nada de este mundo”, abunda.

En este mundo, describe, en el que “todo es un desastre”, porque ya no puede uno salir a la calle “por el miedo de que te van a asaltar o te va a pasar algo similar a lo de Jair”.

“Él estuvo ahí por algo, por algo Dios lo puso en ese lugar. Ahora ya no tengo rencor con nadie, lo acepto. Jair está descansando y él quería que nosotros estuviéramos bien, en paz y juntos”, agrega.

En Laguna de San Vicente, sostiene, “ya se está calmando todo esto”, refiere en alusión a la violencia. “Ya vimos que Jair no fue uno más”, remata.

Homenaje póstumo a Jair y reclamo a Vega Arroyo

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