Jesús perdió todo a causa del COVID-19, incluyendo a su madre

Carlos Rubio

Jesús tiene 26 años, pero al tener Síndrome de Down es como si tuviera apenas cinco. Toda la vida vivió con su madre, Elizabeth, quien siempre cuidó de él y lo acompañó cada noche en los sueños más pesados que tuvo. Lamentablemente, ella falleció hace dos semanas a causa de COVID-19 y él perdió a la única persona con la que sentía paz; también perdió todas sus pertenencias, por lo que ahora necesita ayuda.

Araceli, hermana de Jesús, narró para Astrolabio Diario Digital el calvario que empezó a mediados de julio, cuando su madre comenzó a padecer una fuerte tos, diarrea, fiebre y vómito. Días después de ser medicada no mejoró, por lo que una de sus hijas decidió llevarla al Hospital General de Soledad de Graciano Sánchez para que fuera atendida; inmediatamente fue intubada por los doctores y su esperanza de vida era cada vez menor.

Desde el inicio fue una situación complicada para Jesús, quien estaba acostumbrado a únicamente estar con su madre y a que todas las noches ella estuviera con él hasta que durmiera. Se vio obligado a ir a la casa de su hermana para que ella se hiciera cargo de él mientras su mamá estaba en el hospital.

Inesperadamente, él también comenzó a presentar síntomas: fuerte tos y dificultad para respirar, principalmente, pero en ningún lugar lo quisieron atender. El Hospital General de Soledad se negó a brindarle atención, argumentando que no estaba tan grave y les recomendaron llevarlo a su casa.

Tuvieron que llevarlo con un médico particular para que lo atendiera, “fueron como dos semanas batallando, tosiendo, muy cansado, desesperado porque ya no había nada más que esperar a que se curara o empeorara. Empezó a mejorar y cuando estaba bien nos dieron la noticia de que mi mamá había muerto”.

Elizabeth y Jesús libraron una batalla al mismo tiempo contra el Covid-19; una madre y un hijo que pasaban el día entero juntos se vieron distanciados a causa de una enfermedad que terminó por separar sus caminos la tarde del 27 de julio y obligó a Jesús a afrontar una nueva realidad, rodeado ahora de sus hermanos, pero lejos de la persona que le brindaba calor en días fríos.

No hay una fotografía en la que Jesús no aparezca junto a su madre mientras la abraza o le da un beso en la mejilla, siempre reconociendo a su ser amado, “para mi mamá él era su adoración y ella la de él”.

Sólo una de sus hermanas pudo despedirse de su madre, que a los 63 años de edad fue cremada y sus cenizas fueron depositadas en una urna, la cual ahora es el centro de atención de Jesús todos los días.

“Todas las noches llora y dice ‘mamita venga, no me dejes dormir solito, tengo miedo’”, cuenta Araceli sobre Jesús, quien es una madre de dos niñas que diariamente tiene que sobrellevar el fresco recuerdo de la muerte de su madre, mientras a la vez trata de hacer que su hermano se distraiga y deje de pensar en la ausencia de su mamá, que lo único que ha entendido es que “se fue con Dios al cielo”.

Con lagrimas en los ojos y la voz cortada, Araceli recuerda aquellos días de rezo del novenario, en los que Jesús lloraba desconsolado al no ver más a su madre y estar fuera de su casa, sin ninguna de sus pertenencias.

Un doctor del Hospital de Soledad le recomendó a la familia deshacerse de todas las pertenencias del joven por precaución para evitar que el virus quedara en alguno de los objetos, una medida extrema que no ha sido avalada por ninguna autoridad oficial y así fue como Jesús se quedó sin ropa, juguetes y hasta sin cama.

Jesús se quedará a vivir con su hermana Araceli, ya que así lo quería su madre y ella es con quien él se siente más cómodo. El plan es que el joven pueda tener su cuarto propio, sin embargo el espacio que hay disponible aún se encuentra en obra negra, le falta una ventana y por ahora es imposible que viva ahí, por lo que deberá vivir un tiempo en la sala hasta que la familia cuente con los recursos suficientes para darle una habitación.

Los gastos de cremación, aunados a la crisis financiera que se vive actualmente, han sido un duro golpe para la familia, a la cual le ha sido complicado mantenerse en pie junto a Jesús, que ahora necesita rehacer su vida y empezar por tener ropa para vestir todos los días.

Derivado de una publicación realizada en Facebook, en la que se relata la problemática de la familia, comenzaron a recibir donativos para Jesús que le comenzaron a cambiar el triste semblante que había tenido a diario:

“Hoy nos trajeron unas cosas, una ropita, un balón, y no sabes la alegría que le dio, brincando, aplaudiendo, y es el primer día que no voltea a ver la urna; para nosotros es un aliento ver una luz de salida de tanta tristeza después de un mes desde que mi mamá fue internada”.

La familia de Jesús ya ha recibido donativos, aunque ellos prefieren ofrecer algún servicio a cambio, puesto que “nunca fue nuestra intención pedir cosas regaladas”, no obstante, se sienten plenamente agradecidos con quienes han decidido apoyarlos sin dudar.

El COVID-19 le dio un cambio radical a la vida de Jesús, lo obligó a decirle adiós a sus antiguos zapatos y deberá colocarse un nuevo calzado que le ayude a caminar por la vida, tomando por la mano derecha el recuerdo de su madre y con la izquierda a sus hermanos, sus nuevos guías.

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