Jorge Ramírez Pardo, más de cuatro décadas de periodismo, ciencia y cultura

Periodista, docente y divulgador de la ciencia desde hace más de cuatro décadas, afirma que a nivel estatal la cultura se encuentra sin rectoría alguna, enfocada a eventos de tapanco.

José de Jesús Ortiz

Tiene una larga trayectoria como docente, divulgador de la ciencia, promotor de proyectos comunicativos y periodista cultural en diversos medios. Andariego, muy joven recorrió con algunos compañeros de estudio la mayor parte de América Latina en Volkswagen, desde Costa Rica hasta llegar casi a Tierra de Fuego, en Argentina, en una época de gran efervescencia política a principios de la década de 1970, con la utopía revolucionaria en el horizonte. “Creíamos que íbamos a hacer turismo, pero acabamos sin querer haciendo sociología y estudiando qué pasaba en cada país”, recuerda.

Su recorrido profesional consigna que se desempeñó como codirector de una radiodifusora en la desembocadura del río Balsas a finales de los años 70´s, participó también en un proyecto pionero de la radio indigenista en México, delegado de Conacyt en San Luis Potosí, director de la Vagón de la ciencia, guionista, docente en distintas instituciones de educación superior, impulsor de múltiples proyectos editoriales y, sobre todo, durante décadas ha ejercido el periodismo en el ámbito cultural.

Jorge Ramírez Pardo (San Luis Potosí, 1950), advierte que, pese a algunos esfuerzos aislados, a nivel estatal está ausente una rectoría de la cultura, con una Secretaría del ramo inoperante; también, considera que el periodismo cultural ha desparecido prácticamente de los medios a nivel local, poco importa para la prensa convencional, que privilegia lo político, reflejo al fin del periodismo que se hace en el estado. “En este momento está en una etapa deplorable realmente”. 

Frente al futuro que acecha, señala que uno de sus sueños es crear un museo de arte moderno y aprovechar el gran acervo —aunque disperso—, existente en San Luis, de pintores escultores, grabadores, dibujantes, “alguno de ellos de un nivel de excelencia”. En entrevista, habla de su larga trayectoria profesional, de la divulgación de la ciencia, la cultura, el periodismo y algunos de los proyectos en que participó y le tocó impulsar.

Astrolabio: Estudias Comunicación en la UNAM, en la Ciudad de México, y la carrera de Cine en lo que era el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos ¿Cómo se da tu interés por estas disciplinas?

JRP: A mí me ha pasado una cosa y es que habiendo viajado mucho, he estado como en 36 países y he vivido como en cinco, mis grandes viajes no los elegí yo, ellos me eligieron a mí. Cuando estaba estudiando la prepa en Michoacán (mi papá era empleado y lo cambiaban con frecuencia de lugar, cuando tenía medio año nos fuimos a vivir a Rioverde y luego a los cinco años a Uruapan), estaba canalizado para ir a Guadalajara estudiar a la universidad y a punto de irme me habla un tío que vivía en Costa Rica y estaba creando una empresa cinematográfica. Me dice que, si no quiero ir allá, que alguien con mi perfil sería útil en una empresa que iba naciendo. Fue una maravilla, porque además yo tenía pensado luego ir a Colombia donde había conseguido o me habían prometido una beca para estudiar sociología en una universidad privada equivalente a la Ibero, que allá es la Universidad Javeriana. Le hago caso y eso me cambia el destino. Ahí ya van dos viajes: uno que yo estaba eligiendo (a Guadalajara) y el otro me eligió a mí. Estando ahí, en Costa Rica, dos profesores míos también fueron a estudiar a Colombia, iban en un Volkswagen prestado y con ese coche recorrimos toda América Latina, casi hasta Tierra de Fuego. 

A: ¿Tenías pensado estudiar la universidad en Guadalajara?

JRP:  Sí, sin embargo, me cambió el destino y me voy a Costa Rica. Estando ahí es que sale la oportunidad de ir a Colombia, cuando hice ese viaje por América Latina tenía 20 años, fue a principios de la década de los 70’s.  Eso me cambia la vida: de vivir en un contexto de clase media conservador a ir teniendo un panorama diferente, incluso cuando empezamos a recorrer América Latina creíamos que íbamos a hacer turismo, pero acabamos, sin querer, haciendo sociología y estudiando qué pasaba en cada país.

Al final, entré a la UNAM en 1973 a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. ¿Por qué es tan importante haber estudiado ahí?, pues porque los conflictos de México iban al patio de tu escuela, cosa que no puede suceder casi en ningún lugar académico de México: si había una huelga importante, la conocías en tu escuela, porque los trabajadores iban ahí, se sentían apoyados o respaldados.

Por el patio de mi escuela y por la UNAM pasaba la intelectualidad de América Latina y de buena parte del mundo y eso no lo compras con nada. A Manuel Buendía lo tuve dos semestres como profesor directo; a profesores que venían de los exilios de América Latina, por ejemplo, Gerard Pierre Charles, maestro de una de las materias de sociología, entre otros. Tomé, por sugerencia de Epigmenio Ibarra, clases con Eduardo Nicol, llegábamos a tener en cursos de invierno a los grandes maestros del mundo que iban ahí, a los autores de los grandes libros latinoamericanos los teníamos dando clases como Theotônio dos Santos o Armand Mattelart, gente de ese nivel.  Era una UNAM diferente a la de ahora, con mucha conciencia política y espíritu muy crítico, a veces muy radicalmente crítico.

A: Al mismo tiempo que cursas la carrera de Comunicación estudias Cine en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), también en la UNAM ¿cómo se da este proceso?

JRP: Yo termino Comunicación en la UNAM en 1977, entonces ni siquiera se llama así, era Periodismo y Comunicación Colectiva… también ese año entré al CUEC, estuve nada más como tres años después de que terminé Comunicación; casi al mismo tiempo se me da la oportunidad de ir a ser codirector de una radiodifusora en la desembocadura del río Balsas, Michoacán, que apenas empezaba, se llamaba Radio Azul y tenía un giro comercial; cuando la asumimos Javier Anaya y yo le dimos un giro muy cultural, sin dejar de ser comercial y autofinanciable.

Después me llaman del Instituto Nacional Indigenista, con la experiencia que vieron que yo tenía acá me llevan a un proyecto para crear una red nacional de radio indígena en Tlapa, Guerrero. Esto casi nadie lo sabe, eso fue en 1978-80. Salomón Nahmad era director del Instituto Nacional Indigenista, padre de un científico de aquí de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí que se llama Yuri Nahmad Molinari. Platico esto porque el proyecto que planteamos con la experiencia de lo que se hizo en la desembocadura del Balsas, aunque nosotros no habíamos creado la radiodifusora, era un modelo muy interesante, muy distinto a una radio comercial, porque tenía cabina de grabación, de transmisión, fonoteca y biblioteca. Funcionaba con muy pocos empleados y era rentable.

La idea era que con ese modelo que se había ocupado en el Balsas, aplicarlo en Tlapa, una zona eminentemente indígena, y hacer un modelo para todas las radios indigenistas. Ya había varias radios funcionando muy bien: en Cherán, Michoacán; en Peto, Yucatán; en la Tarahumara; en Naolinco, Veracruz, había como unas 10 muy bien, pero con este proyecto que hicimos se crearon como 10 más, entre ellas la de Tancanhuitz de Santos, que está hecha exactamente con el modelo de Tlapa.

A: ¿Por qué no terminas la carrera en el CUEC?

JRP: Porque me gana más la idea de las radiodifusoras y porque también, lo tengo que decir con toda honestidad, el CUEC era una escuela muy incipiente todavía, había muy buenos maestros, pero había muy poca disciplina. Los alumnos casi no iban a clases y bueno, una cosa que, como tenía toda la formación de haber estado en Centroamérica, yo me aburría en las clases del primer semestre y pedí entrar al siguiente año y no me tomaron muy en serio, pero seguí vinculado con el CUEC, aunque ya no fuera alumno regular, seguí siendo invitado a cursos, a dar charlas, a dar conferencias. De mi generación, creo que el más destacado es Carlos Mendoza (fundador de Canal 6 de Julio).

Con el documentalista Carlos Mendoza, director de Canal 6 de julio. San Luis Potosí, mayo 2025.

También había una cosa que sucedía: como estudiantes teníamos en el aula profesores que estaban muy bien posicionados sobre todo en espacios gubernamentales y culturales, de pronto ellos mismos te veían cómo te desempeñabas, cómo opinabas, qué tan serio eras y ellos mismos te conseguían trabajo. Así, por ejemplo, estando yo en un puesto muy modesto en una empresa cinematográfica conozco a Epigmenio Ibarra que era alumno de la doctora María del Carmen Millán, primera mexicana académica de la lengua, y le acababan de dar la Dirección General de Educación a Distancia y Abierta de Telesecundaria. Me pide que invite compañeros, alumnos de comunicación, yo invité como a unos 10 alumnos de mi generación y cambiamos el rumbo de la Telesecundaria: de ser algo muy rígido y acartonado, metimos cine, teatro, metimos una serie de elementos que ahorita los puedes ver, pues estudiar telesecundaria tiene un nivel muy parecido a estudiar presencialmente por la gran calidad que se le dio de contenidos y de forma, las dos cosas fundamentales… luego estuve en algo que se llamó la Unidad de Televisión Educativa y Cultural (UTEC) de la SEP, donde se producían una gran cantidad de programas documentales y didácticos para surtir ir a todo el sector educativo.

A: Después de esta experiencia en todos estos proyectos, ¿comienzas a hacer periodismo o en qué otros procesos participas?

JRP: Cuando dejo UTEC y otra cuestión que se dedicaba sobre todo a la capacitación en escuelas vinculadas al mar, viene el terremoto del ‘85 que para mí fue un parteaguas. Yo vivía en la Ciudad de México, pero no me agarra allá el sismo, sino aquí en San Luis de pura casualidad. Cuando pasa el sismo me planteo la posibilidad de dejar la Ciudad de México y decido venirme a San Luis, aunque seguía vinculado a la SEP, iba cada 15 días a México y era fundamentalmente guionista de programas educativos. Cuando decido venir acá me vengo por la libre a hacer lo que pudiera, en ese momento nace el periódico Pulso y me invitan como colaborador externo, con un sueldo ridículo.

Ya en San Luis me hacen delegado de Conacyt, esto fue 1989 a 1992. Estando como delegado, un día, el compañero que me había propuesto para ser delegado, me sugiere que por qué no dejo la delegación de Conacyt para tomar el cargo de director de comunicación de la Universidad Pedagógica Nacional. Digo, ‘sí, pero espérame, déjame ver’. Voy con mi jefe, que colaboraba con Fausto Alzati, que en aquella época era el director de Conacyt, y le digo que me están invitando a irme a la Universidad Pedagógica. Me dice qué porque me voy si me pueden traer de San Luis Potosí a las oficinas centrales de Conacyt para que me encargue de televisión de Conacyt. Esto debió ser como en ´93 y me voy como director de televisión de Conacyt.

A: Después de estos proyectos, hacia 1992-1993 participas también en el periódico Metrópolis, que en su momento fue una propuesta novedosa ¿qué recuerdos tienes de aquel proyecto?

JRP: Lo que hizo Metrópolis fue atraer a mucha gente joven que tenía ansias de hacer un periodismo libre, porque era bien claro que en los medios convencionales había que estar a favor del PRI o del gobierno en turno, que siempre era el PRI hasta entonces.Participaron en Metrópolis Antonio Vallejo, como director; también se vienenreporteros como Javier Padrón, que era director editorial; y algo muy interesante que sucedió un poco en Jaque y más en Metrópolis es la aparición de nuevos valores, ahí se consolida Gabriela Torres Montero, Miguel Amaya, participó también Julio Rangel, Carlos Ávalos, Rafael de Loera, Leonor Villasuso, Socorro Ruiz, entre otros. Se me escapan algunos nombres de gente que no colaboró como tan de lleno, pero que tenía eso como un punto de referencia.

Juan Antonio Hernández Varela ayudó a articular el nacimiento de Metrópolis y a conseguir indirectamente recursos, porque sí fue siempre un órgano independiente. Yo regalé una obra de arte valuada en Nueva York, en Vorpal Gallery, en cinco mil dólares; luego alguien regaló obras con muy poco valor económico, pero eso permitió que consiguiéramos 100 mil pesos vendiendo 100 boletos de mil pesos de la época y la pieza principal era esa. Parece trampa, pero se la ganó Gonzalo Martínez Corbalá (entonces gobernador) porque él había comprado 10 boletos y se la ganó. De esa subasta surgió una cantidad importante. Juan Antonio andaba entre azul y buenas noches, era absolutamente priista y hacedor de discursos del gobernador en turno, en este caso Martínez Corbalá, y nos consiguió prestada una casa en la calle de Fernando Rosas. Ahí inicia Metrópolis.

Portada del periódico Metrópolis, junio 1994.

Cuando llevábamos cinco meses de trabajo en Metrópolis vienen las convocatorias a los Premios de Periodismo en San Luis y en una de mis venidas de la Ciudad de México me invitan a que cenemos para llevarme a la Central Camionera para amanecer el lunes en México, ya sabíamos que Antonio Vallejo había ganado un premio. Bueno, me voy y por la emoción perdí mi maleta. Ya estando allá, llego a mi trabajo y en eso me entra una llamada diciéndome ‘ganaste el Premio Estatal de Periodismo por un trabajo cultural, se va a entregar el martes’. Voy y le aviso a mi jefe y, aunque yo fuera de provincia, fue como un motivo de mucha alegría.  

El trabajo era un recuento de la cultura en San Luis Potosí, se publicó en Metrópolis, pero resulta que no habíamos ganado uno, habíamos ganado cuatro premios: ni Pulso, ni El Sol, ni ninguno de los gargantones con todas las trampas que hay habían ganado nunca esa cantidad de premios. Fue algo muy importante para mí y para mi familia.

A: ¿En esa época también estás al frente del Vagón de la ciencia?

JRP: Sí, cuando yo estoy en la Ciudad México voy a ver cómo arranca una idea de un Vagón de la ciencia, que era parte del área en la que yo pertenecía de comunicación (en Conacyt). ¿Y de dónde nació la idea? de que hay un museo que estaba junto a la Montaña rusa que ya desapareció en Chapultepec Segunda Sección, ahí estaba el Museo Tecnológico de la Comisión Federal de Electricidad. Y entre las cosas que tenían como maquetas de las grandes presas de México, había una parte de vehículos especiales, algunos vehículos Cadillac que habían usado los presidentes de México como vehículo oficial, hasta cosas espaciales, y estaban también los restos del Tren Olivo, donde viajaron los presidentes de México, desde Álvaro Obregón y tal vez hasta como Adolfo López Mateos. Y entonces, decidieron que, en un vagón de esos, puesto dentro de un museo, se ensayara para que los niños subieran ahí e hicieran pequeños experimentos de ciencia. Yo ayudé con algunas ideas, como empleado de Conacyt en la Ciudad de México.

Luego de esa etapa en México quedo otra vez volando: trabajaba para la Universidad de las Américas, en Puebla, y venía a San Luis cada15 días, vivía entre la Ciudad de México y aquí. Y en una de esas que vengo —ya había nacido Metrópolis— me dicen que me anda buscando Concha Lupe, la esposa del gobernador (Horacio Sánchez). Cuando platico con ella me dice: ´te busco porque Conacyt México me ofrece un vagón de la ciencia y nos gustaría que tú lo dirijas ¿te interesa?’. Le dije, pues no sé, yo estoy trabajando en la Universidad de las Américas, voy y vengo, soy freelance, pero depende’. Me dice el sueldo es tanto, le dije que no: ‘discúlpame ya quemé mis naves aquí, quemé mis naves allá, no voy a ganar menos de lo que antes ganaba aquí’. Era realmente muy poco lo que me ofrecieron, yo le pedí un buen sueldo para la plaza y me dijo que no lo tenía, pero que no se podía negar y que contara con eso.

Estando ya en el Vagón de la ciencia, como a los dos años nace Copocyt (Consejo Potosino de Ciencia y Tecnología) y José Luis Moran (el primer director) me nombra director de Comunicación Social. Lo que hago es aceptar este sueldo y el mío, en el Vagón de la Ciencia, repartirlo entre el Erre (el caricaturista Rafel de Loera) y otra colaboradora mía, para que tuvieran el mismo sueldo que yo menos un peso. Eso ayudó mucho a que se hicieran cosas maravillosas.

Uno de esos trabajos nos hizo ser postulados por dos instituciones nacionales para el Premio Nacional de Divulgación Científica. Hicimos un libro tridimensional, contenido en un pequeño cubo, los dibujos todos son del Erre, va acompañado de un texto de apoyo, de un folleto donde se le da al maestro con el texto de apoyo para que trabaje con los niños de preescolar.  Este trabajo es como de 1995 o ‘96.  Ese libro se publicó dos veces, fueron medio millón de ejemplares, por eso nos querían nombrar para un premio nacional.

A: En otro de los proyectos que te toca participar es en el Colegio de San Luis (Colsan), en sus inicios ¿qué función tenías o que hacías en particular?

JRP: El puesto era muy extraño, se llamaba ‘encargado de proyectos especiales de Presidencia’. Era como un colaborador directo de Tomás Calvillo (presidente del Colsan en su primera etapa). Ahí me dejaron hacer lo que se me daba mi gana, porque mi única obligación era retomar un programa de radio. Yo lo heredo como en 13 emisiones y lo llevo a más de 100; pero al mismo tiempo, hacía una revista electrónica que andaba entre las 50 y 80 páginas semanales, con resumen del programa anterior, anuncio de lo que venía y lo que yo iba recopilando de cultura, de ciencia.

Esa revista la firmaba a título personal y decía “esto no es el punto de vista de la institución´ ¿por qué? porque yo decía cosas que ellos no avalarían, pero me toleraban porque decían que yo le daba presencia al Colegio, tanto con esa revista como con el programa de radio, además fui profesor de la Licenciatura en Relaciones Internacionales. Ahí duré dos años. Cuando me voy, le digo a Tomás Calvillo, ‘me voy porque tú te negaste a permitirme hacer carrera académica aquí’.  Él decía: ‘yo no te traje a eso’. Ganaba como la tercera o cuarta parte de lo que ganaba un profesor investigador, pero producía y publicaba más que cualquiera de ellos y divulgaba.

 A: En esa misma época participas en la fundación del periódico La Jornada San Luis (1998) ¿qué recuerdo tienes de tu paso por ese periódico donde fuiste responsable de la sección cultura, desde sus inicios fue un proyecto turbulento?

JRP: Lo que recuerdo de esa época es que La Jornada nacional ya tenía mucho prestigio, como que era la alternativa para el periodismo. Cuando se sabe que va a haber un equivalente en San Luis, cualquier periodista pues con pasión por el periodismo y con ganas de hacerlo, quería pertenecer al proyecto. Esa circunstancia la capitaliza Julio Hernández para lograr jalar a muy buenos colaboradores, como Juan Antonio González, Javier Padrón, Lidia Juache, Jaime Hernández, y trae de México a un genio del periodismo que se llama Jorge Anaya, que en realidad es el que le daba mucho cuerpo a la formación del periódico.

Yo no conocía la parte oscura de Julio Hernández, trabajé con una pasión que llegaba a publicar hasta dos o tres planas diarias yo solo. El sueldo era chiquito, pero me sentía tan realizado de que se me permitiera usar el espacio que trabajé con pasión, pero con esa misma pasión me fui, yo le estaba pidiendo a Julio como una licencia, le dije: ´déjame tomar un respiro y páguenme al menos los gastos que hago, los taxis, estoy colaborando mucho, porque si no me voy a tomar un descanso’. Él solo dijo, ´eres adulto, vete, los adultos toman decisiones de adultos’. Y pues me fui.

Mi salida coincide con la de no sé, el 60 por ciento de los colaboradores que renuncian. El inicio de La Jornada de San Luis era como un elemento de gran esperanza. Eso pasó en el primer año, a partir de que hay una renuncia masiva aquello se viene para abajo y ya no lo vuelven a levantar nunca.

A: ¿Tienes un buen recuerdo de tu trabajo al frente de la sección cultural más allá de lo que fue el proyecto?

JRM: Sí, porque se me dejó trabajar con absoluta libertad. y porque yo era muy apoyado por Jorge Anaya, que era el que realmente le daba rumbo a las ediciones de todos los días y me hacía algunas observaciones que ayudaran a que mi trabajo estuviera mejor asentado. Le debo mucho a Jorge en ese sentido.

A: Cuentas con una larga trayectoria sobre todo como periodista cultural, revisando las páginas de los medios de comunicación, impresos y en los formatos digitales, pareciera que el periodismo cultural está en vías de desaparición sino es que ha desaparecido de los medios. ¿Cuál es tu percepción al respecto de lo que se hace en San Luis, ¿hay algo que destaques?

JRP: Creo que en lo que son los medios convencionales está casi en cero. Si recuerdas en los años 90s, que es un como una etapa a la que nos hemos referido, casi todos los periódicos tenían buenos suplementos, incluso Pulso nace como con cinco suplementos, casi uno diario; El Sol tuvo un suplemento muy interesante que manejó mucho tiempo Margarita Díaz de León, se llamaba Solsticio; El Heraldo, tuvo uno bastante bueno, era Cal y canto. Si recuerdas en esos mismos suplementos se promovían mucho las artes plásticas, la literatura y todo el quehacer cultural local. Todo eso ya no existe.En este momento está en una etapa deplorable realmente.  Siempre en todas las publicaciones impresas potosinas el periodismo cultural ocupa las últimas páginas como si fuera, y como lo es para los dueños, lo menos importante.

A: ¿Y cómo te explicas este proceso, de qué haya desaparecido el periodismo cultural?

JRP: Ha desaparecido porque para los dueños de los medios los beneficios, apoyos, que les daba el gobierno disminuyeron probablemente, se privilegia lo político y además, pues en las nuevas generaciones ya un estudiante o egresado de Ciencias de la Comunicación no fácilmente se apasiona hasta casi regalar su trabajo o malbaratarlo.

A: ¿No tienes la impresión de que esto mismo ha pasado a nivel nacional?

JRP: Sí, también ha pasado a nivel nacional.

A: En otras épocas, en algún momento llegó a ver grandes suplementos en el país, como La cultura en México; Sábado, de Fernando Benítez y luego con Humberto Batis; Comala, entre muchos otros o La Jornada Semanal. Esos suplementos son ahora casi inexistentes, ¿hay alguno o alguna sección que tú sigas o te interese?

JRP: No, no hay ninguno ahorita, así que tú lo busques no; bueno, el suplemento de La Jornada que se llama La Jornada Semanal, es bueno, pero también cae en un error que también tenía otros como Sábado y otros, que son demasiado académicos. Su tono es muy académico y no de divulgación, es de los pocos que existen.

Con el cineasta Costa Gavras en la Cinemateca de Francia, durante el evento internacional Le Cinema,  cents ans de jeunesse, junio 2017.

A: Al final el periodismo cultural también sería un reflejo del periodismo en general que se hace en San Luis.

JRP: Claro, si es un periodismo chayotero que va a halagar al sistema, todo el contexto de lo artístico cultural estará en ese mismo sentido. Se le llama periodismo cultural a algo que se dedica a medio reseñar lo artístico, pero nunca llega a esta instancia de lo cultural que comprende todo el quehacer humano.

Creo que el mejor periodismo de diarios impresos, con posición crítica y ética, por calidad y trascendencia, lo hicieron El Ciudadano y Metrópolis en ese orden, al menos en los últimos 30 años. Algunos otros proyectos cuando nacieron propusieron eso, parecía que iban por ahí pero no lo cumplieron. También rescataría que El Heraldo, en la primera etapa de la lucha navista, en 1957-58, tuvo una postura crítica al poder bastante valiosa.

A: ¿Cuál es tu opinión de la política cultural en San Luis por ponerle un nombre centrada en festivales y en la cultura entendida como un espectáculo?

JRP: La cultura no tiene rectoría, el actual secretario de cultura, Mario García Valdez, nada más hace lo que le convenie al gobernador del estado que exprime el presupuesto de la cultura para dárselo a eventos de tapanco, pero exclusivamente eventos de tapanco, sacrificando ópera, música, etcétera. La prueba de ello es que acaba de fallecer el gran director de orquesta José Miramontes Zapata y que el estado de la música es deplorable.

A: ¿Sirve de algo la Secretaría de Cultura?

JRP:  No, yo creo que si no existiera o tuviera otro manejo y que sobre todo la dirección emane de la comunidad y no de la cúpula, pudiera funcionar porque hay acervo y talento humano, pero hay 350 burócratas dentro de la Secretaría y la mitad casi no trabajan, apuesto a que no hay 10 expertos en algo: un buen museógrafo, o que haya un buen experto dentro de la nómina y enseñando gente a restaurar, a divulgar, a promover, hay diarrea de programación, pero no educación artística, ni promoción para también ayudar al público a diferenciar la calidad de los espectáculos.

A: También, has sido profesor de diversas instituciones como el Centro de las Artes, la Universidad Autónoma, donde has impartido materias de cine y de guionismo. ¿Cuál ha sido tu experiencia a nivel docente?

JRP: Fui también maestro de la UNAM, de la misma facultad en la que me formé, Ciencias Polítiicas, y logré hacer, por ejemplo, un ejercicio cinematográfico en el que llevé a 180 extras, entre profesores, alumnos, adaptando La muerte tiene permiso (un cuento de Edmundo Valadés). A partir de ahí fui reconocido como un profesor acreditado en una de las mejores facultades de pensamiento de América Latina. Aquí me han despedido, sin correrme, de cuatro instituciones de estudios superiores. ¿Por qué? Por ser crítico, por ser incómodo: te hacen contratos trimestrales que firmas cuando ya se venció, no tienes ningún derecho laboral a que te recontrate o a que generes antigüedad o derechos. Eso me ha sucedido en la Universidad del Centro de México, en el Centro de las Artes, en el Colegio de San Luis me fui porque me decían que yo no tenía ningún derecho a hacer carrera académica. Lo peor fue la Universidad Autónoma de San Luis Potosí donde di clase cinco años, entré en una nueva área que es el Centro Universitario Centro de las Artes. Ahí fui evaluado como un profesor de buen nivel, pero cuando hay un cambio en la dirección, se va un comunicador y llega un odontólogo a dirigir el Cuart y una licenciatura en arte contemporáneo, en una reunión de profesores me reclama que por qué hice un señalamiento crítico a la licenciatura en arte contemporáneo. A la semana siguiente fui despedido. Me dirigí al rector y a la abogada de derechos universitarios, no obtuve siquiera respuesta.

Ni modo, así está la cosa, pero eso es San Luis Potosí: donde no hay debate, donde toda la universidad durante décadas trabajó para dar servicio de formarle cuadros al PRI, y  luego al PAN, es lo mismo. Sigue siendo lo mismo, porque un alumno o un profesor en una situación de injusticia va a perder siempre, porque no tiene quien lo defienda, ni hay una costumbre de que tus iguales aboguen por ti por miedo a que les suceda lo mismo. A personas como yo este tipo de despidos en lugar de entristecerte te acaban fortaleciendo.

A: ¿Qué es lo que viene para ti, Jorge?

JRP: Pues mira, uno de mis grandes sueños muy inalcanzable en este momento, es crear un museo de arte moderno para San Luis Potosí porque tenemos acervo, tenemos talento y no hay memoria del arte moderno potosino habiendo en activo como mil pintores, escultores, grabadores, dibujantes y de ellos algunos de un nivel de excelencia, otros que ya no están con nosotros, y coleccionistas con infinidad de miles de piezas.Lo que no hay es el recinto y el lugar para preservar adecuadamente la obra. Para mí eso es un sueño, con la ayuda de los artistas, de creadores, ojalá lo logremos.

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