José Badillo, El Kuino: “Al final sí había futuro… el punk sigue vivo y seguirá”

  • Un referente de la contracultura y precursor del movimiento punk en SLP.
  • Se considera un luchador, un sobreviviente que ha logrado imponerse a las adversidades.

Texto: José de Jesús Ortiz

Fotografías: Uriel Hernández Acosta

Ha sido un ícono de la contracultura en San Luis desde los años 80, cuando su imagen punk cubierta de estoperoles, con picos y botas obreras, irrumpía en conciertos realizados en espacios marginales de la ciudad y años después cuando tuvo que sobreponerse a sus propios demonios, a las adicciones que lo alejaron de la escena y de su banda, Congestión alcohólica.

José Badillo Rodríguez (1968), Kuino como le llaman desde que era adolescente, dice ser un luchador y un sobreviviente, con múltiples proyectos para seguir adelante. Acaba de activar una plataforma digital para hacer radio, www.KR-13.com El corazón del rock, en la que por ahora transmite música las 24 horas y espera en algunos días comenzar a grabar spots para comercializar el espacio.

Pocos personajes como él encarnan, desde la contracultura, el espíritu contestario de una época. Durante años fue quizá la principal figura de la escena punk en San Luis, de la música gandalla surgida de la crisis y la precariedad social, que emergió a finales de los 70 en las calles y los bares de la miseria londinense y se replicó rápidamente hacia la marginalidad de los barrios del tercer y cuarto mundos. Él, desde luego, rechaza ser definido como un referente de la escena underground en San Luis, en todo caso –ataja– que “la banda hable, yo no alardeo de mí ni nada… mejor que la raza lo diga, lo valore y lo juzgue como quiera”.

Su figura es ahora la de un tipo apacible, con un discurso sereno. Luce un aspecto que recuerda poco aquella estética que lo distinguió cuando era joven y usaba el cabello con crestas, pantalones rotos, cadenas y seguros en la ropa. El cabello que comienza a llenarse de canas ha sustituido la cabeza ácrata de otro tiempo, igual que la barba. Los tatuajes en los brazos son ahora cubiertos de forma discreta por las mangas de la playera y solo destacan algunos collares y pulseras con motivos indígenas.

Alejado de las drogas, José Badillo por momentos habla como cualquier padre de familia y advierte de los riesgos que acechan a las generaciones jóvenes ante las drogas duras y la amenaza del narco.

“Lo más triste es que gente muy joven se esté pudriendo, contaminando. Es muy fuerte, se los come de volada, lo del cristal es tan pinche triste y dañino para la raza que lo consume, se vuelven prácticamente zombies”, dice.

Un domingo por la mañana, en un pequeño local en la colonia Centenario que mantiene con su pareja y en el que comercializa afiches, collares y playeras de bandas punks, se muestra feliz con la vida, con un pasado que define su presente. Cordial, se da tiempo para la entrevista y para remover recuerdos de su memoria.

Un niño solitario

Se recuerda como un niño solitario, el menor de cuatro hermanos, de una familia longeva, su madre murió apenas el año pasado a los 101 años. Su infancia transcurrió en la casa familiar, en la colonia Centenario, en las cercanías de la calle Carlos Díez Gutiérrez. Su padre fue un agente de tránsito que trabajó en las grúas, en las pensiones y en las esquinas dirigiendo el tráfico vial, terminó como “agente distinguido número cuatro”. Toda su vida al servicio de Tránsito Municipal.

Y agrega: “Al ser el hijo más chico en mi familia, mi vida de niño fue al lado de mi jefa, era la que se quedaba, la que hacía la comida y me cuidaba. Siento que en aquellos años desarrollé pues no sé si soledad pues me sentía bien con la jefa, pero no tenía con quien jugar, no había más morrillos, ni primos ni niños y me inventaba cosas e historias”.

Estudió en el jardín de niños Vicente Rivera, ubicado en la calle Constitución y cursó parte de la secundaria en la Jaime Torres Bodet, de donde sería expulsado al comenzar una primera etapa de rebeldía. Dice que en su casa se escuchaban cumbias, música bohemia de tríos, rancheras de artistas como José Alfredo o Javier Solís. Una familia promedio, ajena a la música de rock que estaba por cruzarse en su vida.

Siendo adolescente, José Badillo conoció por casualidad la música de rock y fue decisiva la influencia de amigos de aquella época. “Lo que sucedió fue circunstancial, alguna vez mi jefe (sería como en 1980) que andaba en las pensiones de Tránsito, en los coches, siempre traía cajas a la casa y una vez llegó con una llena de casetes. Yo había reprobado en la secundaria y para no estar de vago me pusieron a trabajar en una chambilla, y lo primero que hice fue comprarme una grabadorcita chiquita. A mí siempre me ha gustado la radio desde que tengo uso de razón, me regalaron un radio chiquito de pilas y yo era feliz, mi mente viajaba, me metía debajo de las cobijas y era feliz”.

En aquella ocasión, al tomar alguno de los casetes para tocarlo en la grabadora, la música que salió de las bocinas despertó su curiosidad y cambió su vida. No conocía esa música, poco después, a través de Juan Manuel Tovar Monreal, el Were, “un carnalazo de toda la vida”hermano de un vecino amigo de la infancia–, sabría que se trataba de Deep Purple, la banda inglesa de heavy metal. Fue el Were, quien lo condujo por la senda de la música rock y le compartió discos y grabaciones de muchas bandas clásicas como Led Zeppelin, Black Sabbath, Pink Floyd, Janis Joplin, Jimi Hendrix, King Crimson, Animals…

El apelativo del Kuino que lleva desde adolescente se lo debe también a un hermano del Were,quien trabajaba en una empresa cervecera como repartidor, recorriendo comunidades y rancherías. Un día que volvió de trabajar, el apodo surgió de inmediato: “Me ve en la cuadra y empieza a decir, ahh un kuinito, un kuinito, y todos nos quedamos ¿bofo y eso qué? Y entre risa y risa, dice, es que así se les dice a los puerquitos en los ranchos. Y pues ya sabrás, ¡la pinche burla! En un inicio era para mí una ofensa, hasta denigrante si quieres. De ahí empezó una circunstancia rara, pues para que yo aceptara el mote de Kuino tuve que romper dos o tres madres pues no me gustaba que me dijeran así. Ya después la banda me decía con un cierto respeto, no de burla”.

Los años de represión policiaca

El Kuino rememora los años duros de represión policiaca en la década de los 80, época en que Valdemar Rodríguez Inurrigarro, un personaje siniestro de las cloacas del viejo régimen, encabezaba el llamado Convoy policiaco de seguridad y violentaba de forma sistemática derechos humanos, en particular de jóvenes de colonias proletarias.

Y afirma: “La represión fuerte, cruenta fue del ‘80 al ’85, por el auge del pandillerismo fue que inventaron el Convoy. La policía no podía con las pandillas, los primeros convoys no se podían meter a colonias como la Progreso, Las Piedras o la Rural Atlas, aquí venían y les aventaban pedradas desde las azoteas. Era una guerra muy dura. La tira te paraba hasta por traer una playera negra rockera, nada más porque para ellos representabas algo nocivo, sin saber si eras trabajador, obrero o estudiante”.

Astrolabio: ¿Todo eso te tocó padecerlo?

José Badillo: Sí, bastante. Me tocaron los toques en el cuello o el cuerpo, la chicharra. Era la época del tristemente célebre Valdemar, todos esos güeyes eran unos verdaderos trogloditas… En las calles era el mismo rollo, los rockeros éramos los más agredidos pero la represión era contra todos, donde hubiera banda, en los puntos que ya tenían detectados ahí era donde llegaban casi siempre. Luego inventaron la “operación cebolla”: si estaban en la calle cinco chavos reunidos ya eran banda y entonces llegaban y si no entendías te detenían, te rapaban el cabello atentando contra tus derechos humanos y así le tocó a mucha banda, en algo que no tenía razón de ser.

También, recuerda como si hubiera sido ayer, la brutalidad policiaca tras la cancelación del concierto de Black Sabbath (1989), apenas unas horas antes del día en que se tenía programada su presentación en el estadio Plan de San Luis. Una censura desde el conservadurismo más rancio de la sociedad local.

Y detalla: “Había mucha banda sentada en las calles, en el estadio, viendo como desmontaban el escenario. Como iba llegando más banda, trenes que detuvieron o regresaron para México y otros estados, empezó la represión policiaca bien cabrona porque obviamente la banda que venía de fuera y los que éramos de aquí estábamos a disgusto con lo que había pasado y se empezó a salir todo de control… A nosotros nos detuvieron ahí en el estadio, fuimos a las siete de la mañana y cuando vimos que no hubo nada nos regresamos aquí a la colonia a echarnos unas caguamas. Más tarde, dijimos pues vamos otra vez a ver qué pedo está pasando; fuimos en el carro del Were y apenas nos paramos frente al estadio cuando nos salieron tiras por todos lados, nos bajaron del carro y nos llevaron a Seguridad Pública, pero fueron por montones los detenidos, como ganado”.

El surgimiento de la escena punk en SLP

Dice la leyenda que los Sex Pistols fueron los padres del punk rock. Su irreverencia y desprecio por todo lo establecido los colocaría a la cabeza de ese ascendente movimiento punk rock. Theres No Future: No hay futuro, sería su seña de identidad. Con odio, con rencor social y anarquismo manifiestos, ese grito de guerra sería tomado como estandarte por los jóvenes excluidos de las ilusiones del progreso industrial.

Un movimiento contracultural que surge en Inglaterra a mitad de los 70´s ligado directamente a la precarización social, la inflación y el desempleo, una más de las crisis cíclicas del capitalismo. Son los años previos a la aplicación de las políticas económica de ajuste neoliberal de la era de Thatcher, replicadas luego como dogma en la mayor parte del mundo y en México por los gobiernos priistas de Miguel de la Madrid y luego de Carlos Salinas, que dejan atrás el discurso de la Revolución.

Fresca la memoria, el Kuino considera que el movimiento punk en San Luis no existe antes de 1987. Lo que hay es una incipiente escena rockera conformada por grupos de diversos estilos musicales y sobrevivientes de la década anterior.

Y agrega: “Para el ´85 ya había pasado lo más violento de las más pandillas, se empezaron a disgregar… Yo en 1984 entro a la Preparatoria Tres (ubicada en avenida Industrias) y ahí conozco todavía a más banda, ya empezaba a haber algunos grupos de rock potosino, además de los que había desde los 70’s que a mí no me tocó ver. Ya estaba el grupo Armada, de los Cráneos, estaba Juan Tamboras, con Ganja. En esos años (1986), hubo un primer festival con bandas de rock potosinas, fue un concurso organizado por el CREA (hoy el Instituto Potosino de la Juventud), tocaron varias bandas, eran ocho en total. Se estaba formando una escena rockera”.

A: ¿Todavía no era una escena punk, era de rock en general?

JB: Hasta 1985-1986 todavía no surgía el punk en San Luis, ya muchos conocíamos a Sex Pistols, a los Clash, Ramones, yo adopté el vestir del punk sin conocer bien la ideología, se me hacía muy chido, yo andaba lleno de seguros y candados… Era una escena rockera donde todos éramos carnales, a todos nos gustaba el rock, no había distinciones de género, todos conocíamos más o menos a las mismas bandas.

En los siguientes cinco años, ahí mismo en lo que era el CREA, se desarrollaría de manera vigorosa el espacio principal de una incipiente escena rockera, con conciertos –sobre todo de bandas de la Ciudad de México y algunas locales–, a los que acudían legiones cada vez más grandes de jóvenes, en particular de colonias periféricas. Son los años en los que el rock ­–no solo en San Luis sino en México– empezaba a librarse de la persecución y censura a la que estuvo sometido durante más de una década, a partir del festival de Avándaro en 1971.  A cuentagotas, se comienzan a realizan conciertos de rock en la ciudad más allá de los espacios marginales.  

El nacimiento del movimiento punk en San Luis lo sitúa en 1987 cuando se realiza un concierto en el Salón Hollywood (ya desaparecido), en el que se presenta el Tri, Enigma y Síndrome del punk. En ese momento todo cambió. La presentación de la banda Síndrome del punk, encabezada por Amaya LTD –el abuelo legendario del punk en México–, fue el detonante para el surgimiento de las primeras bandas punks en San Luis y de una escena musical que se consolida en los años siguientes.

“En esa tocada, cuando veo al vocalista del grupo, un joven Amaya, a mí ya me gustaba el punk, los veo cantando en español y algo en mi mente me dijo: ‘un día yo tengo que ser como ese cabrón’ y quien iba a decir que antes de que finalizaran los 80 y principios de los 90 yo iba a estar arriba de un escenario tocando y moviendo a la banda. Ese concierto me marcó, siento que después de ese evento pareciera como si hubieran aventado palomitas de maíz en aceite, un año después ya había una escena punk ¿de dónde salió? No sé, pero ya había un chingo de punks en todos lados”.

A partir de ese momento, surgen los colectivos, una cultura anarka, se comienza a conocer a bandas de otros estados, emerge la cultura de los fanzines –publicaciones marginales elaboradas de forma autogestiva– que aparecen en aquellos años alrededor del movimiento punk. Es entonces cuando se empiezan a crear las primeras bandas: Disturbio Clandestino y Neurotic Punk, a estos últimos los considera la primera banda punk en San Luis, aunque no tenían canciones originales, eran covers, “pero le hacían honor a su nombre, estaban demasiado locos”.

A: En México fue muy influyente el punk vasco de Eskorbuto, La Polla, Kortatu, ¿qué tan importantes fueron para ti esos grupos en tu formación y en lo que harías después?

JB: Cuando llegan a San Luis Eskorbuto y La Polla, nosotros ya conocíamos a más bandas mexicanas, ya estaban los Atoxxicos, Desorden Público, bandas que comenzaban a vender su material. Yo a esas bandas las escuché en la casa de un camarada de la UPA ya fallecido, le decíamos El Chabelo, ahí fue donde escuché la primera vez a La Polla, el disco de Salve, y creo que también a Eskorbuto. En realidad, siento que ellos no fueron una influencia.

A: ¿Cuáles serían para ti las bandas punks que más te influyeron?

JB: Si nos vamos en orden de los que escuché, siempre van a ser los Pistols y Ramones, en vez de La polla y Eskorbuto fueron ellos; ya después llegó The Clash y bandas más rudas comoGBH, Dead Kennedys, bandas que me fueron marcando. A mí siempre me latió más el hardcore, casi todo el género punk, desde el noise, el grind, ahora que el pornogore, lo más rudo y violento… Ya después muchas bandas se fueron agregando a mi lista de consentidas.

En 1989 formó su primera banda, Congestión alcohólica, que tuvo un corto recorrido, aunque logró trascender y hacer ruido en la escena local hasta 1993. “En esos dos o tres años nos bastó para que nos recuerden toda la vida.  Sacamos un demo que se llamó Ratas indeseables, con cuatro canciones, fue nuestra primera y única grabación que tuvimos como Congestión, después la banda se disolvió”.  A finales de los noventa, se integraría a la banda Euzkazkerra, otra de las precursoras del punk en la ciudad.

Dice que las temáticas que abordan ahora las bandas punks no han cambiado en esencia, siguen con letras antisistema, el antifascismo, denunciando el racismo o cuestionando la religión. Lo que ha cambiado, precisa, son los géneros, hoy hacen un punk más rudo, con la presencia del Ska.

“Lo que nosotros manejamos es lo mismo: la temática es abierta, siguen siendo los mismos mensajes, quizá con otros ritmos, pero siempre le metemos de nuestra cosecha. En Euzkaskerra fuimos los primeros que pusimos la palabra San Luis en una letra punketa porque no existía o una temática como la de Cerro de San Pedro, nadie lo había hecho”.

Una temporada en el infierno

El Kuino no tiene problema alguno en contar la temporada en el infierno que vivió en los 90, por las adicciones que lo llevaron a alejarse de la escena rockera, en riesgo su salud, atrofiados los nervios y la movilidad. Recuerda que su primera banda, Congestión alcohólica, se disolvió en buena medida por los problemas que tuvo por las adicciones. “Eran puros químicos, abusé de eso, el alcohol y las pastillas, solventes clásicos, y acumúlale la baja alimentación, mucho desmadre, muchos pleitos”.

Esa vorágine en la que vivió durante años le detonó a principios de los 90 un problema que afectó su fuerza motriz. Dice que no estuvo ingresado en clínicas o anexos, solo siguió el tratamiento de un neurólogo que lo atendió “para que los nervios se fueran reacomodando…  Es una enfermedad que le da a uno entre mil y me tocó a mí”.

A: ¿El consumo de drogas te generó ese problema de salud?

JB: Sí, era una onda por donde pasan los nervios en la columna, que se va oprimiendo, oprimiendo, y eso es lo que te manda el movimiento a las manos y los pies, cuando eso pasa empieza primero por un pie, el otro, luego una mano, la otra…

A: ¿Estuviste un tiempo sin poder caminar? 

JB: Prácticamente, llegó un momento en que no podía caminar yo solo, tenía que tener a alguien que me ayudara porque no podía; a muchos les da risa el ejemplo que les pongo, pero no podía levantar una cerveza llena, a ese grado llegué y no podía levantarla porque las manos no tenían fuerza… Para mí fue un shock muy cabrón.

Y agrega: “Me retiré de 1993 a 1997. No me da vergüenza decirlo, ni platicarlo, pues es parte de la vida. La raza que me conoció y que sabe, ahí estuvo y lo vivió, agradezco a mucha raza. Nunca estuve postrado en una cama. Eso pasó, quedó, me alejé de la escena tres años, me logré rehabilitar, mental, físicamente. Nunca necesité psicólogos, ni la chingada, yo siempre me marqué que si yo me metí en eso yo solo tenía que salir”.

A: ¿Dejaste las adicciones?

JB: Sí, solo sigo pisteando (risas).

Después de esa temporada en el infierno, se abrió el horizonte y surgió la posibilidad de hacer cosas distintas, en particular a partir de la invitación de Agustín Gómez a una entrevista en Radio Universidad en el programa El lado oscuro, para hablar sobre grupos punks. La invitación derivó en una siguiente y en otra. Y así se fue quedando en el dicho programa con un espacio permanente. Poco después, ya en 1998, ahí mismo en Radio Universidad, contaría con un programa propio llamado Nuestra Escena, en el cual transmitía no solo música punk sino de la escena potosina, dando voz a grupos locales.

Casi por terminar los 90, apareció una nueva posibilidad para regresar con un nuevo proyecto musical, del cual tuvo dudas en un inicio. “Yo estaba trabajando en un taller mecánico, otra vez agarrando fuerza y condición, me empezaba a sentir ya bien, despejado de las drogas. En esa época llegó Alexus, el guitarra y líder de Euskazkerra, quien me invitó a la banda, me mostró las letras, casetes con rolas. Yo estaba renuente porque pensaba que podía recaer en lo mismo y apenas estaba saliendo”. Al final aceptó integrarse a la banda, como uno más. Dice que –de acuerdo a Alexus, el fundador del grupo–, Euzkaskerra no es un nombre vasco para una banda mexicana sino un acróstico integrado a partir del juego de palabras entre un zapatito cada asno se cae entre rápidos ríos azules.

El programa que conducía en Radio Universidad se mantuvo hasta 2006. Terminó de forma abrupta luego de transmitir en alguna emisión del programa el discurso del Subcomandante Marcos, en la Plaza de Fundadores, cuando estuvo en San Luis encabezando su Otra campaña. Días después de eso, la dirección de la emisora le recortó una hora  a su programa y después le dijo que ya no podía continuar. Es una época en la que está metido de lleno en el activismo social como parte del Frente Amplio Opositor, que mantiene la resistencia en contra de la Minera San Xavier y su proyecto depredador en Cerro de San Pedro.

Sí hay futuro

A más de cuatro décadas de que la música punk irrumpiera con furia y del grito de “no hay futuro” que marcó aquella generación, el Kuino considera que al final se demostró que sí había futuro para muchos de quienes fueron parte de ese movimiento.

“Quizá enarbolábamos el no hay futuro porque veíamos todo en otra perspectiva, andábamos en la calle, no trabajábamos, pero de alguna manera creabas o empezabas a ver que realmente, si querías salir adelante tenías que sacar varo de algo, y salió gente muy creativa… Empezaron a crearse un futuro, aunque dijeran que no hay futuro pues se lo estaban creando”.

También, asegura que el punk no ha muerto San Luis, la escena se mantiene pues hay bandas activas que siguen produciendo y persisten, “el punk sigue vivo y seguirá, unas bandas se van, otras llegan”. 

Próximo a cumplir 54 años, trabaja ahora en una caseta de vigilancia de una corporación de seguridad privada, donde lleva ya tres años. De ahí obtiene su ingreso principal, lo que le ha permitido sacar adelante algunos proyectos como la plataforma digital www.KR-13.com, El corazón del rock, para transmitir radio en internet y mantener el local desde donde transmite y comercializa diversos productos punketas, particularmente playeras; tiene además otros proyectos a través de Mosca Producciones, dedicada a organizar conciertos y eventos para generar recursos. 

Rehúsa considerase como un ícono de la contracultura o la escena underground en San Luis y agradece estar vivo después de muchas circunstancias, mentales incluso, a las que tuvo que sobreponerse y de las que pudo salir adelante. “Kuino tuvo que superar a Kuino para poder seguir avanzando. Yo no alardeo de mí, ni nada… Mejor que la raza lo diga, lo valore, lo juzgue como quiera”.

A: ¿Cómo te defines?

JB: Es difícil decirlo. Si hubiera una palabra sería como luchador, no ceso de luchar sea lo que sea, hasta conmigo mismo. Luchar contra ti mismo es lo más difícil, una vez que luchas contra ti lo demás es fácil, es meterle empeño. Si no luchas contra ti, en algunas circunstancias, no avanzas.

Ha pasado ya más de dos horas recuperando detalles de tiempos remotos que permanecen en su memoria. Antes de concluir, refrenda su convicción anarquista y dice no tener una concepción religiosa de la vida, un dogma solamente para adormecer la mente de las personas.

“Al final de cuentas si tú te amas y te respetas vas a salir adelante, si no te quieres te vas a autodestruir”. 

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