La biología nos dirige

Óscar G. Chávez

Comienzo a creer que uno de los motivos de rechazo a don Antonio Rocha, por parte de Ricardo Gallardo (ya que no hay otra forma de explicar la iniciativa de suprimirle su nombre al anillo periférico que ahora piensa llamar Circuito San Luis), es que él quiera pasar a la historia como el mejor presidente municipal de San Luis, o al menos como el mejor director de obras públicas de Enrique Galindo.

Mientras el alcalde cogió las de Villadiego, Gallardo decidió que había que retirar la ciclovía que cruza sobre Himno Nacional, porque había que hacer de esta avenida la más importante de San Luis, y seguramente la más grande de todo el continente Americano. Queda claro que la ciclovía estaba medio fea y fue planeada al aventón por la administración municipal anterior, pero lejos de mostrarse incluyente en este aspecto, haciéndola parte integral del proyecto, fue preferible decidir eliminarla.

No sólo la ciclovía desaparece, sino también los árboles de su camellón central, porque habrá de convertirla en algo similar a la avenida Chapultepec, una plancha de concreto en la que se privilegia el automóvil. No importan la tala ni los ciclistas, si estos obstaculizan la voluntad del voivoda potosino.

Tampoco se puede esperar algo en serio de un gobierno de ocurrencias, en el que no se menciona otra cosa que el enorme tamaño (que finalmente no implica funcionalidad) de lo que ofrece modificar.  Es la primera vez que escucho que una avenida  será “magna e icónica para San Luis”, como si esto nos pudiera beneficiar de alguna manera, pero si de iconismos se trata, nada como la avenida Carranza o la calle Hidalgo. 

Seguro fue el pasado viaje personal que en la aeronave oficial de Gobierno del Estado hizo a Toluca, lo que le hizo concebir a Himno Nacional como una pista aérea; y no es que no esté fea, que sí lo está, pero sería más urgente atender otros problemas, atender el parque de Morales, Juan H. Sánchez, que las administraciones municipales lo tienen en el más espantoso de los olvidos, o al menos dignificar allá en su amado municipio de Soledad, avenidas como Valentín Amador o San Pedro, ésa a la que en algún momento pretendieron convertir en distintivo de la satrapía.

La cuestión de fondo es que Ricardo Gallardo lejos de ser un gobernador preocupado por la seguridad del estado, y de su orden político y administrativo, es un personaje de mentalidad elemental que busca la aprobación pública a partir de acciones que, si bien son necesarias, no representan una prioridad en las necesidades reales de la ciudadanía.

En este contexto es fácil comprender un análisis (compartido por un querido amigo) que  Nassim Nicholas Taleb realiza en El cisne negro: “En un entorno primitivo, lo relevante es lo sensacional. Esto se aplica a nuestro conocimiento. Cuando intentamos recoger información sobre el mundo que nos rodea, suele ser la biología la que nos dirige, y nuestra atención fluye sin esfuerzo hacia lo sensacional, no tanto lo relevante como a lo sensacional. De un modo u otro, el sistema de orientación se ha equivocado en el proceso de nuestra coevolución con nuestro hábitat: fue trasplantado a un mundo en el que lo relevante suele ser aburrido, no sensacional”.

Un ejemplo de esa búsqueda de aprobación pública, a partir de lo sensacional, lo tenemos en los eventos masivos a los que arrastró a la ciudadanía sin importarle la presencia del Covid, privilegiando la eliminación del cubreboca y la flexibilidad en las medidas de distancia, en tanto que hoy reflexivo invita a no bajar la guardia. No es que le importe la salud de los potosinos, ya en los festejos decembrinos y en sus eventos masivos de acordeón y tambora lo demostró, lo que realmente le angustia es que no pueda realizarse esta edición de la Fenapo, donde perdería la oportunidad de mostrarse como el gobernador que llevó la gratuidad a todos los eventos.

Ese mismo sensacionalismo es el que utiliza como distractor y justificación frente a la inseguridad que incrementa con el inicio de cualquier nuevo día: antes era la ineficiencia de las policías municipales, después fueron los alcaldes que no aprobaban su Guardia Civil, ahora fueron los consumidores de droga, que “hacen  crecer la inseguridad y violencia”. Quizá en realidad sea lo que dijo el diputado Fernández Martínez, aunque quizá no lo quiso decir, al afirmar que el gobierno actual viene precedido de “muy malas prácticas”, se vive “la cruda de una terrible borrachera.”

A propósito de malas prácticas, se recordará que hace meses un grupo de historiadores e investigadores sociales se posicionaron respecto a la designación de Rafael Aguilar Fuentes al frente del Archivo Histórico del Estado, y que fueron catalogados de exagerados y gatilleros a sueldo impulsados por enemigos del régimen gallardista.

Hoy se sabe que el pasado tres de junio, una instancia de gobierno ordenó una “investigación que se inicia en contra del exfuncionario público de nombre Jesús Rafael Aguilar Fuentes, exdirector del Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí… en relación al faltante consistente en el “Libro de dictámenes del H. Congreso Constitucional de Estado de San Luis Potosí, de mayo a diciembre de 1917.”… y que no obstante haber sido notificado mediante oficio CGE/DGCA-150/DGAP-042/2022 para que realizara la aclaración, ha sido omiso…”  Relevante por primitivo y sensacional.

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