La hoja en blanco que aún pesa: escritoras potosinas frente a la persistencia del silencio

María Ruiz

La hoja en blanco nunca está realmente vacía. Para las mujeres que escriben, suele estar cubierta de demandas domésticas, de horarios laborales extensos, de responsabilidades familiares que parecen posponer indefinidamente el acto de sentarse a escribir.

A lo largo de la historia, muchas lo hicieron en secreto, con seudónimos, en el margen de la vida cotidiana. Hoy, en pleno 2025, esas dificultades no han desaparecido del todo.

La Feria Nacional del Libro de Escritoras Mexicanas, celebrada en San Luis Potosí, se convirtió en un escenario donde esa realidad se discutió sin disfraces. Allí se presentó Poesía somos nosotras, una antología de 25 autoras que busca no solo reunir voces, sino también visibilizar un problema estructural: la escritura femenina sigue siendo un acto de resistencia frente a un tiempo y un espacio que rara vez les pertenecen.

“Esperar hasta que mis hijas crecieran”

Fabiola Amaro, maestra, investigadora y compiladora de la antología, habla desde la experiencia personal.

“Muchas mujeres todavía quisieran escribir, pero no pueden: la maternidad, el trabajo, las obligaciones sociales las frenan. En mi caso tuve que esperar hasta que mis hijas crecieran para perseguir mi sueño: escribir. Nunca es tarde, pero siempre cuesta”.

Para Amaro, la antología responde a esa deuda.

“La literatura femenina siempre ha existido. Que no haya habido apertura es otro tema. No debería ser moda la literatura femenina; debería ser una fuerza constante”.

Su decisión de reunir a estas 25 autoras no fue casualidad.

“Hubiera podido presentar otro libro, pero era necesario poner esta antología en el espacio público. Es una reivindicación histórica para todas aquellas mujeres que escriben y que seguirán escribiendo”.

La obra recorre temas que son reflejo de la vida misma como la maternidad y el amor maternal, la juventud y la vejez, la violencia, el acoso, las desapariciones, las madres buscadoras, la marcha del 8M. También lo íntimo: los cambios del cuerpo, el paso del tiempo, el amor y la pérdida.

El cuerpo como territorio

Para Celina María Alfaro Pérez Molphe, poeta y docente incluida en la antología, escribir es nombrar aquello que muchas veces se intenta ocultar.

“Mis poemas son muy corporales. Hablan de cómo cambia el cuerpo de la mujer: la menstruación, el crecimiento de los pechos, la transformación que a veces te deja de reconocer frente al espejo. No es difícil hacer poesía; lo difícil es ser escuchadas en un ámbito que sigue dominado por hombres”.

Celina confiesa que sus textos nacen de experiencias personales y también de lo que observa en su entorno: amigas, hermanas, estudiantes.

“Escribir es mi manera de registrar esas transformaciones, como si fueran estaciones del año”.

Sin embargo, reconoce que los avances son parciales.

“Hoy ya no necesitamos seudónimos ni anonimato, tenemos rostro y nombre, pero el canon literario sigue siendo masculino. En las universidades aún se enseña mayoritariamente a autores hombres. Yo intento equilibrar lo que muestro a mis estudiantes para que vean que las mujeres siempre hemos estado en la historia literaria”.

Un mapa de posibilidades

Entre las palabras de Fabiola y Celina se dibuja un mismo paisaje: escribir siendo mujer implica negociar constantemente con estructuras que las relegan.

No se trata de falta de talento ni de producción —la escritura femenina es constante, abundante, vital—, sino de falta de espacios, de reconocimiento, de condiciones materiales para sostener la creación.

“Existen talleres y publicaciones, pero muchas madres y trabajadoras no tienen tiempo suficiente. Primero se dan a los demás y luego a sí mismas, como decía Marcela Lagarde”.

Por eso Poesía somos nosotras no es solo un compendio, sino un acto de insistir y abrir un lugar en el papel impreso, en la memoria literaria, en el diálogo entre generaciones. En sus páginas no hay consignas, sino la multiplicidad de experiencias que atraviesan a las mujeres en distintos momentos de la vida.

Celina, desde la docencia, lo proyecta hacia el futuro:

“No se trata de política, sino de mostrar a mis alumnas que tienen un lugar en la historia. Que sepan que siempre hemos estado aquí, aunque no nos nombren lo suficiente. Y que ahora, con espacios como este, podemos escucharnos entre nosotras y ser escuchadas también por los demás”.

Escribir, para las mujeres, aún implica abrirse camino entre rutinas y estructuras que buscan silenciarlas, pero cada verso de esta antología demuestra que, pese a todo, la palabra encuentra su lugar.

Poesía somos nosotras es un mapa de posibilidades y la constatación de que las mujeres han escrito siempre, que siguen escribiendo, y que cada espacio conquistado —un taller, una antología, una feria— es una grieta en ese muro de silencio que aún pesa sobre la hoja en blanco.