La invención del reloj; necesidad de medir el tiempo

 

¿Sabías que la invención del reloj data de hace muchos siglos, y que puede ser de sol, de arena o de agua? ¿Mecánico o electrónico, o atómico?

Efectivamente, hemos echado mano de cuanto tenemos a nuestro alcance para conocer y medir el tiempo, un elemento que nos define como humanos.

Te hablamos de los calendarios, y de cómo fueron creados por la necesidad de marcar las siembras, las cosechas y determinados eventos relacionados, claro, con la agricultura. Pero poco a poco, el ser humano necesitó de artefactos más precisos para medir el tiempo que transcurría en su vida, y creó la clepsidra, o el reloj de agua.

La clepsidra fue inventada por los antiguos egipcios, y era usada por las noches, cuando el reloj de sol no funcionaba. Este “aparato” medía el tiempo a través del flujo regulado de cualquier líquido: consistía en una vasija de cerámica llena de agua hasta cierto nivel, en la base de la cual había un orificio con un tamaño que aseguraría la salida del líquido a una velocidad determinada. En el interior había varias marcas que indicaban el paso del tiempo.

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Su antigüedad data de al menos 3.500 años, y en Karnak, en el Templo de Amón, se encontró un reloj de agua del siglo XIV a.C. Durante muchos siglos fue el instrumento más eficiente para medir el tiempo. De hecho, los antiguos romanos usaban clepsidras para regular los discursos de los oradores.

La invención del reloj de sol también fue de factura egipcia, así como la división del día en 23 horas y el año de 353 días. Recordemos que algunos calendarios, además de marcar hitos agrícolas, también servían para marcar eventos religiosos –como ejemplo, fíjate que la palabra correspondiente a “hora”, para los egipcios, equivalía del mismo modo a “deber sacerdotal”–, por eso eran los sacerdotes quienes anotaban la aparición de las constelaciones o estrellas, llamadas por ellos decían, en el horizonte; cada hora nocturna tenía su correspondiente decan, y así dividieron la noche en 12 decan de intervalos iguales.

Más o menos 1.500 años a.C., en tiempos del faraón Tutmosis III, diseñaron un instrumento que bautizaron “sechat”, que era un reloj solar que medía el tiempo mediante la longitud de las sombras. Este pequeño reloj, que los expertos piensan que pudo incluso ser portátil por sus dimensiones, constaba de dos piezas de piedra, prismáticas, de tres decímetros de largo, colocadas perpendicularmente: una tenía las horas marcadas y la otra servía de aguja.

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El sechat es particularmente interesante, pues en la antigüedad los instrumentos usados para medir el tiempo no solían ser portátiles. Por ejemplo, en Mesopotamia, los zigurats(aquellos templos con forma de torre o pirámide escalonada) ayudaban a contar las horas contando los peldaños que iban quedando oscurecidos por la sombra de sus propios bordes.

Los relojes de sol son llamados también cuadrantes solares, y los encontramos en numerosos sitios, aunque no hay duda de su origen babilónico, y egipcio.

La invención del reloj de arena surgió a mediados del siglo XIII, y consta de dos recipientes de cristal unidos por un estrecho puente por el que pasa la arena situada en uno de ellos. Era muy inexacto, y actualmente su función es más ornamental.

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La invención del reloj fue clave en muchas culturas, desde la antigüedad hasta la Edad Media,  abarcando  especialmente  a  los  árabes  y  a  su  astronomía.  Estos relojes árabes –generalmente de sol–, sobre todo a partir del siglo X, son planos y construidos en mármol o en placas de cobre; no había elementos esféricos y todos, sin excepción, indicaban la dirección de la Kaaba en La Meca.

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Recuerda que los árabes, en aquella época, acometieron una increíble labor de recopilación del conocimiento antiguo, y gracias a traducciones del árabe se pudo hacer una enorme “transferencia tecnológica” que permitió grandes avances en el terreno de los relojes solares, para luego llegar a los relojes de pesas y ruedas.

Este tipo de reloj fue inventado por el monje benedictino Gerberto (futuro papa Silvestre II) a finales del siglo X, aunque se conocía un poco antes en el imperio bizantino. Pero otras fuentes indican que el primer reloj mecánico lo construyó Richard de Wallingford, abad de San Albano, en 1326, pues al parecer el de Gerberto sólo era un reloj solar. Los relojes mecánicos funcionaban con pesos que hacían girar una manivela.

A partir de aquí comenzaron a construir grandes relojes que colocaban en las torres de las iglesias: en Padua, en 1344, Santiago Dondis hizo construir el segundo. El tercero se hallaba en el Louvre de París, que Carlos V de Francia mandó a llevar de Alemania. Podríamos decir que el extraordinario mecanismo de Anticitera es el ancestro de estos relojes.

Era lógico, al menos en el Occidente cristiano, colocar los relojes mecánicos en los campanarios, de manera de indicar las horas con las campanadas: así marcaban las llamadas a misa y a diversas oraciones (como el Ángelus). En 1647, Christiaan Huygens aplicó el péndulo a los relojes de torre, lo cual permitió ganar en exactitud pues se agregó la aguja del minutero.

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Un revolucionario avance fue la invención del reloj de bolsillo, hecho nada menos que en 1647 por Pedro Bell de Nuremberg. Huygens también aplicó a estos relojes el muelle de espiral, y dos años más tarde, en 1649, se inventaron los relojes de repetición.

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El reloj de pulsera fue inventado por deseo de la reina de Nápoles, María Carolina de Austria, en 1812, y no era más que un simple reloj de bolsillo montado en un brazalete de piedras preciosas y oro. Pero realmente quienes inventaron este reloj, llamado también reloj de muñeca, fueron el brasileño Alberto Santos Dumont y el francés Louis Cartieren 1901. La Primera Guerra Mundial fue el impulso para su producción en masa, pues se dieron cuenta de su extraordinaria funcionalidad; luego del conflicto, fue común ver a los hombres con estos relojes.

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En 1929, el norteamericano Warren Albin Marrisson inventó el reloj de cuarzo, después en 1957 salieron los relojes de pulsera eléctricos, y ya hoy en día puedes encontrar infinidad de modelos y tipos de relojes mecánicos y digitales de uso personal y general. En muchos electrodomésticos hay relojes electrónicos incluidos. Pero el reloj atómico es el más preciso construido hasta ahora, y fue desarrollado por la Oficina Nacional de Normalización de EE.UU., el NIST-F1, y tiene un margen de error de un segundo cada 30 millones de años.

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