La Muerte

Por Antonio González Vázquez

El mes de mayo fue violentísimo, pero junio no se queda tan atrás, de modo tal que la muerte siempre está presente. En el noveno mes de la administración del gobernador Carreras, Astrolabio Digital sigue de cerca la ruta que casi a diario, va dejando la muerte y cuyo rastro, queda registrado en la cada vez más relevante crónica roja de nuestros días.

Al filo del mediodía del 27 de mayo, doña Juanita cerró su modesta tienda de abarrotes para ir a comer un poco, así se acostumbra hacer en San Elías, un rancho del municipio de Tierra Nueva. Iba a su cocina cuando alguien tocó fuertemente la puerta de madera del tendejón, así es que se regresó porque a sus 75 años de edad, sabía, no estaba de más atender a un cliente en días de tan bajas ventas. La acompañaba otra mujer de la que no se supo su nombre, pero apenas abrieron la puerta cuando unos sujetos las amagaron y golpearon. A doña Juanita la ataron a un poste y la estrangularon mientras que su compañera había quedado inconsciente por los golpes que le dieron. La policía Ministerial resolvió que los sujetos habían entrado a robar aunque a decir verdad, no supieron qué se robaron. Testigos dijeron que tres hombres a bordo de una camioneta tipo Van y presuntamente originarios de Matehuala, salieron disparados de la tienda luego de asesinar a doña Juanita.

Como está visto que en San Luis Potosí desde hace mucho se puede traer pistola y matar a cualquiera en cualquier lugar. Eugenio Ávalos, Juez Auxiliar de la comunidad de La Cebadilla, fue asesinado cuando se embriagaba con un sujeto al que se conoce como El Melitón. Era la tarde noche del 28 de mayo cuando el juez de apenas 24 años perdió la vida. Un parroquiano que estaba cerca del Juez se aproximó y le disparó, así de sencillo.

Una riña entre pandillas dejó un muerto y un herido en la colonia Azaleas. El Ministerio Público dio fe del hecho una vez terminado el zafarrancho que involucró a decenas de adolescentes, pero como era de suyo peligroso quedarse más tiempo del necesario en la zona, el cuerpo del joven de unos 25 años no fue identificado, así es que la policía optó por que lo trasladaran al Servicio Médico Forense para que, si es que así lo querían sus familiares, fuera a reclamarlo. El otro, un joven de unos 19 años fue herido en la cabeza con un machete y el domingo 29 de mayo se debatía entre la vida y la muerte. La policía acudió a “prestar el servicio” a la Azaleas, pero como eran muchos pandilleros no le entraron y esperaron mejor a recoger a los caídos.

Alondra apenas tenía 18 años de edad y estudiaba la preparatoria. Vivía feliz hasta que la mataron unos agentes de la Dirección General de Seguridad Pública del Estado. Era la noche del 30 de mayo en la carretera Moctezuma-Villa de Arista y Alondra viajaba junto con unos amigos en una camioneta, iba a su casa. No pasaba nada, hasta que la patrulla 02369 se les próximo y sin más empezaron a disparar, la camioneta pick up gris en la que viajaba Alondra, otra chica y dos adolescentes, salió de la carretera y fue a parar entre la maleza y el lodazal. Alondra murió al instante. De hecho, acribillaron el vehículo, la unidad tenía 17 orificios de bala, seis de ellos en la cabina donde viajaban los adolescentes. Los agentes de la patrulla 02369 al darse cuenta de su crimen crearon su versión de los hechos, misma que dice que les marcaron el alto a los jóvenes y que al no detenerse y al estar probablemente relacionados con un crimen, les dispararon. Así de simple, mataron a Alondra. Juan, Hugo, Valdemar y Celestino, los agentes responsables fueron presentados ante el Ministerio Público  para investigación.

Aproximadamente a las nueve de la noche del 29 de mayo, la policía fue alertada de que se había realizado un enfrentamiento a tiros en el municipio de Villa de Arista, donde, en efecto, fue localizado el cuerpo de un hombre de 45 años, al parecer de nombre Martín. Al lugar se presentó la policía que inició a investigar el hecho, pero de manera tan trágica, que al día siguiente creyeron que el vehículo donde viajaba Alondra era el de los asesinos de Martín. Grave error, uno más de agentes del secretario de Seguridad, Arturo Gutiérrez.

El cuerpo de Emanuel Hernández García quedó boca abajo, de cara a la tierra, los brazos abiertos en cruz. Lo encontraron en un camino pedregoso y enlodado del municipio de El Naranjo, donde vivía, de donde también fue dirigente de los productores de caña y de donde había sido tesorero municipal. Nadie sabía de él sino hasta la mañana del 31 de mayo cuando se reportó a la policía que había un cadáver junto a un automóvil; ya había sido reportado como desaparecido desde el sábado 28. Amigos y familiares lo buscaron por todos lados, porque la policía no hacía nada, pero su pesquisa concluyó cuando encontraron su coche, un Sonic de color rojo y a él, yaciente y en estado de descomposición. Sus captores le dispararon en la cabeza porque lo que querían era ejecutarlo.

A los tres días de junio, en un camino a la comunidad de Peñasco, junto a unos pirules, rodeados de yerbajos quemados por el sol, fue localizado el cuerpo sin vida de un hombre al que no se logró identificar, pues estaba materialmente desnudo. Lo maniataron, lo torturaron, le rajaron la cara y luego lo ejecutaron. Según la policía, es un sujeto desconocido de unos 55 años de edad. Lo asesinaron con saña, le arrancaron el cuero cabelludo y parte de la piel del cuello y nuca. Los de Servicios Periciales dedujeron que los autores del crimen abandonaron el cuerpo en ese lugar, lo cual en si mismo no dejaba de ser una obviedad, pero tras certera conclusión ordenaron levantar el cuerpo para llevarlo al Forense mientras que los Ministeriales iniciarían, sin pista alguna, su investigación.

El cuatro de junio el gobernador Carreras, junto con el procurador de justicia y el director de la policía Ministerial encabezaron un evento público en el que se comprometieron a mantener seguras las calles a favor de los potosinos, pero por la tarde, fue descubierto el cuerpo de un hombre a quien ejecutaron con dos balazos en la cabeza. El cuerpo fue localizado en el municipio de Mexquitic, a la vera de la carretera a Ahualulco, a la altura del kilómetro 17, en la comunidad de la Campana. De los primeros indicios del suceso, la policía evaluó que el cadáver, aunque no identificado, probablemente era el de un hombre con reporte de desaparecido hacía cinco días antes, pero por lo pronto, nadie supo, nadie sabe.

En la capital del estado continúan las ejecuciones y los cuerpos quedan en colonias del norte o del sur o en baldíos al oriente o al poniente. El 7 de junio, en un camino solitario de la comunidad de Tierra Blanca, estaba el cuerpo de un hombre de unos 54 años, a unos metros de una camioneta; luego de que sus asesinos lo identificaron, lo sacaron y le dispararon a quemarropa. Fue un solo disparo, pero en la sien izquierda lo cual indica que no había ninguna duda de que lo querían ejecutar. La policía Ministerial no abundó en los detalles y como sucede a menudo, se reportó el hallazgo del cuerpo de un desconocido y nada más.

Aarón llegó a su casa en compañía de su padre. Regresaban de trabajar y eran como las seis de la tarde en Lomas de Satélite, pero a unos pasos de la puerta los alcanzaron dos sujetos y uno de ellos le disparó a quemarropa en el pecho. Aarón se desplomó y su padre, atónito y sin saber qué hacer, tomó el cuerpo sangrante de Aarón y entró a casa, lo colocó en el sofá de la sala y le colocó algunos trapos para ver si se detenía la sangría de su cuerpo. Apenas tenía 19 años, cuando llegaron los de la Cruz Roja, Aarón ya había muerto y cuando llegó la policía, los asesinos ya habían huido. La gente se arremolinó frente a la casa de Aaron en la calle Francisco Martínez de la Vega y comentaron que dos jóvenes con aspecto de pandilleros habían huido, uno en motocicleta y otro, corriendo.

Apenas tres días antes, fue localizado el cuerpo flotante de un hombre no identificado en la presa Damián Carmona del municipio de Mexquitic de Carmona, cuando el 13 de junio la muerte regresó. Armando y su hijo Adolfo fueron ejecutados mientras laboraban en la comunidad de Temaxcalillo. Solo se supo que hombres armados ultimaron primero a Adolfo de 30 años y luego a Armando de 50 años de edad. Nadie vio nada ni supo nada más que eso, así que la policía fue mero testigo de la escena del crimen donde, el cuerpo del hijo quedó separado por un cerco de piedras a unos 200 metros de su padre. Los mataron en su propia parcela. Hecho trágico que la Procuraduría de Justicia pretendió matizar con una declaración en el sentido de que los caídos tenían antecedentes penales.

El 15 de junio, José Javier murió muy lejos de su casa, por no decir que de su patria. Era de Honduras y quería llegar a la frontera americana e iba con Luis cerca del río en Tamazunchale, por el rumbo del barrio de San Rafael. Sin que nadie supiera de dónde surgieron los balazos, José Xavier cayó muerto y quedo tendido en la ribera junto a un puente, mientras que Luis fue herido en un brazo. Como para intentar atenuar el crimen, la policía reportó que tenían antecedentes penales.

Como la prosperidad que ofreció el gobernador Carreras no acaba de llegar ni se le avista por ningún lado,  Mauricio Enrique de 21 años de edad, consideró factible entrar a una choza a robar algo puesto que al parecer no tenía trabajo. Dos de la mañana del 15 de junio en el poblado Reforma del municipio de Ébano, Mauricio entra a la choza y es recibido a machetazos, muere instantáneamente, su cuerpo queda ahí arrumbado, le cubren con una cobija y después se lo llevan al médico legista. Quiso robar y lo mataron.

En la colonia Mártires de la Revolución ejecutaron a un hombre. Es un relato breve: lo bajaron de un automóvil rojo sin placas, lo habían dejado huir y cuando empezó a correr le dispararon. Tres disparos le dieron en la espalda y entonces cayó muerto. Sus ejecutores le colocaron encima una cartulina con un mensaje (mismo que la autoridad policíaca se abstuvo de publicitar) y como en tantas ocasiones, la Policía llegó cuando alguien les llamó para decirles que en la calle de los Huizachillos había una persona muerta y como es costumbre, la Ministerial reportó que había iniciado las investigadores para dar con la identidad de los responsables, lo cual es ya una frase algo trillada dado, que pocas veces eso concluye en alguna operación exitosa.

Doña Lucila vivía en la colonia La Pimienta en el municipio de Ciudad Valles y alguien entró a su casa, la torturó y enseguida la mató. La ahorcaron y luego la dejaron en un sillón de la sala, como si estuviera descansando. Tenía 62 años y vivía sola, sus hijos se había ido desde hacía años a Estados Unidos y una de sus hijas estaba en Querétaro y hablaban con telefónicamente, pero el día 17 de junio, Doña Lucila desconectó el teléfono porque recibía llamados de un presunto extorsionador. Un vecino entró a la casa y se encontró el cuerpo de la señora que tenía un cable atado al cuello; la habían ahorcado. El caso fue tipificado por la Procuraduría como un feminicidio.

En la calle de San Carlos en la colonia Rancho de la Cruz la gente del lugar se encontró el cuerpo de un hombre balaceado. Se llamaba Ricardo y también fue apuñalado, le dispararon en la cara y lo apuñalaron en el pecho. Ese 18 de junio, la policía encontró junto al cuerpo cinco casquillos de arma corta. Según la policía, Ricardo era albañil, tenía 43 años, vivía en la colonia Progreso y era narcomenudista.

Beatriz tenía solo 23 años y tres hijos cuando la mató a golpes su esposo en la delegación de Bocas. La mató su esposo Roberto. Curioso, el 19 de junio, en el Día del Padre, Roberto mató a su esposa frente a una de sus hijas de apenas ocho años de edad. Un feminicidio más a ser investigado, pues al momento de la aprehensión del feminicida no se aportaron datos sobre los motivos que lo llevaron a matar a su esposa.

Por el rumbo del Tanque Tenorio, un campesino se encontró muy de mañana con el cuerpo de un hombre de unos 25 años de edad que yacía arrumbado en el camino. El cadáver estaba maniatado y presentaba señales de tortura. Eso ocurrió el  20 de junio, cuando la policía confirmó que al hombre ejecutado también le habían sacado los ojos y le cortaron la lengua. La policía no identificó el cuerpo porque lo que el Ministerio Público al dar fe del hecho lo clasificó como un desconocido.

Como  a eso de las tres de la tarde del 22 de junio, en la comunidad de La Esperanza del municipio de Villa de Zaragoza, le reportaron a la policía que en el camino que conduce a la cabecera municipal se encontraba un cadáver junto a un camión materialista. En efecto, se trató de un hombre que presentaba heridas de proyectil en el cuerpo. No fue identificado. Se creyó en ese momento que alguien le hizo el alto a la unidad, enseguida lo bajaron y le dispararon. Fue rápido, incluso el motor del camión quedó encendido.

El 24 de junio la Procuraduría General de Justicia informó del hallazgo de una narcofosa donde descubrieron el cuerpo descuartizado de un joven de entre 20 y 25 años a quien ultimaron de un tiro de arma .38 súper. Distribuido en unos cuantos metros de solar entre las yerbas, el cuerpo fue enterrado en la comunidad de Cándido Navarro, cerca del aeropuerto en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez. Lo debieron ejecutar hacía por lo menos un mes, estimó el forense.

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