La ‘Reina de África’ al rescate

“Es duro huir con esta edad”, dice Sindatuma Elizabeth, de 80 años y cuatro veces refugiada a lo largo de su vida. Llevando a sus hijos, sus nietos y escasos bultos, es una de las últimas en salir del campamento de Burundi para embarcar en el Liemba, un viejo cascarón alquilado por ACNUR que espera a unos cientos de metros de la orilla del lago Tanganika. “Tengo problemas para caminar porque soy muy mayor”, comenta.

– ¿Por qué ha tenido que huir de su país cuatro veces en su vida?

– La primera vez que escapé lo hice a Tanzania en 1972, cuando mi marido fue asesinado. Luego volví a salir del país en 1993 y 1997. Y ahora tengo que hacerlo de nuevo en 2015.

Sindatuma Elizabeth, de 80 años, y cuatro veces refugiada a lo largo de su vida, en la cubierta del Liemba | UNHCR

Elizabeth se evade ahora de la violencia que se extiende en Burundi (junto a 110.000 compatriotas) desde hace semanas por culpa de un presidente, Pierre Nkuruziza, que violará la constitución de su país, si hace falta, para presentarse por tercera vez. Miles de jóvenes han llenado las calles de barricadas y los tiroteos son su latido diario. Hay opositores asesinados, una intentona fallida de golpe de estado, periodistas perseguidos y pánico en la población civil a que el conflicto político derive en lucha étnica entre hutus y tutsis. La antesala del caos.

Como ella, el barco en el que va a huir, el Liemba, también tiene una historia de hundimientos y segundas oportunidades. Bajo la pintura color crema aún pueden verse, en algunas zonas del barco, el viejo nombre grabado en el metal: Graf von Goetzen. Se trata de un navío de guerra alemán construido en Hamburgo un año después de que se hundiera el Titanic (1913) y trasladado al lago Tanganika por orden del Kaiser Guillermo.

Elizabeth es una de las 60.000 personas que el Liemba ha salvado de la violencia durante el último mes a razón de varios viajes al día, con trayectos de 10 horas y embarques de sol a sol en los que es un milagro que las barcazas atestadas de refugiados no acaben volcando al subir al navío. Y todo eso coordinado por Michael Kiimbila, representante de ACNUR: “Los primeros dos días intentamos sacar a la gente con barcos de pesca, pero el número de refugiados crecía muy rápido. Por eso alquilamos el Liemba”.

Este barco navegó hasta el puerto de Dar es Salam en 1913 y luego fue dividido en 22.000 piezas, algunas trasladadas hasta el lago en tren y otras con porteadores atravesando la jungla. En el muelle de Kigoma (Tanzania) volvieron a montarlo, combatió durante la Primera Guerra Mundial a las cañoneras belgas en el Tanganika y estuvo en servicio hasta 1916, cuando fue hundido por los propios alemanes para que no cayera en manos enemigas. Quedó varado a 10 metros de profundidad y no sufrió graves desperfectos, por lo que fue reflotado por los británicos en 1926 como ferry de pasajeros, labor que desempeña desde entonces. Esa vuelta a la vida del Liemba coincidió con el año de nacimiento de la refugiada Sindatuma Elizabeth.

El capitán del Liemba Titus Benjamin, 20 años al timón y experimentado en operaciones de salvamento. | UNHCR

Al frente de este fósil de la Gran Guerra está Titus Benjamin, 20 años al timón de la nave y experto en operaciones de salvación. No es la primera vez que tiene que pasar varios días sin dormir para rescatar a una legión de refugiados. Fue en 1997, cuando cayó la dictadura del sangriento cleptómano Mubutu Sese Seko en el antiguo Zaire, decenas de miles de personas se agolparon de la orilla izquierda del lago. Y ahí estaba el Liemba para acudir al rescate. “Me siento bien ayudando a la gente”, dice el capitán a los miembros de ACNUR que le han alquilado el barco. “Es un honor para mí”, le cuenta a Celine Schmitt, periodista de ACNUR.

El pasado jueves fue el último viaje de refugiados hacia Kigoma, 614 en total, algunos de ellos enfermos de cólera, desnutridos o heridos de bala en los enfrentamientos con los leales al presidente Nkuruziza. Las camillas de los más graves se situaron en los cuatro camarotes de primera, habilitados con goteros y atentidos por médicos como el doctor Kahindo Maina, que trata de aislar el brote dentro del navío. El resto hace el trayecto en los pasillos hacia el campo de refugiados.

El barco, con una silueta propia cómic de Corto Maltés, sólo posee un comedor para 14 personas, pero la norma es que dentro haya mucha más gente comiendo o cenando. Y siempre con un plato único de carne con arroz regado con cerveza Safari bien fría. Como cuenta el escritor Javier Reverte, que fue pasajero en el Liemba, todo el mundo es sobornable ahí dentro y un pasajero de tercera puede comer en primera por una mordida. Hay duchas para hombres y para mujeres, pero la única que suele funcionar es la del camarote privado del capitán.

Los contagiados de cólera, que ya alcanzan los 3.000, aquejados de diarreas terribles, han colapsado estos días los inodoros, que nunca fueron los más limpios del mundo. Alguno de los bebés enfermos han muerto por deshidratación, pero otros han nacido a veces en el mismo trayecto en el camarote de al lado.

Embarque nocturno de 600 refugiados hacia Kigoma (Tanzania), con 10 horas de trayecto. | UNHCR

La leyenda de este barco se une, por los destinos que visita, a otras dos mitologías del romanticismo colonial africano: Uvira, en la orilla congoleña, es el lugar donde el Che Guevara puso en marcha su cruzada fallida para extender el comunismo en África. Al otro lado, en Kigoma se produjo una de las exclusivas periodísticas más importantes de la historia en el New York Herald: el encuentro entre el explorador Henry Stanley y el antiesclavista David Livingstone en 1871, desaparecido años antes buscando de las fuentes del Nilo. “Doctor Livingstone, supongo“, es la frase de aquel apretón de manos para la posteridad.

El barco, conocido en la zona como “El indestructible” por su comprobada resistencia, guarda otro apodo más literario: “La reina de África”, ya que el Liemba inspiró la novela homónima de C.S. Forester. John Houston rodó por estas tierras aquella historia. La protagonizó Humphrey Bogart y Katharine Hepburn. Todo el equipo de rodaje enfermó por malarias y otras fiebres. Todos menos Houston y el propio Bogart. Las crónicas de la época cuentan que fue porque bebieron muchos líquidos, pero lo único que no probaron fue el agua.

A partir de ahora el barco seguirá haciendo su ruta habitual entre Congo, Burundi, Tanzania y Zambia, con 17 paradas en total, a las que suele llegar casi siempre tarde, frente a pueblos y aldeas para llevar medicinas, sacos de comida, recambios para coches, motos chinas y a 600 pasajeros de línea. Hasta el próximo éxodo.

El Mundo

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