Los Chapulines

Antonio González Vázquez

Los “chapulines”, son aquellos políticos que brincan de cargo en cargo, que van de una elección a otra, sin presentar resultados tangibles y medibles en términos de utilidad pública.

Son aquellos servidores públicos de elección popular que aun no concluyen con el período para el que fueron electos y renuncian o solicitan licencia para buscar la nominación a una candidatura por un nuevo cargo.

O sea, los “chapulines” son servidores públicos que reniegan del mandato que les dio el ciudadano a través del voto y optan por abandonar el cargo en pos de uno de mayor nivel, dinero y poder.

Pero también se designa “chapulín” al político que salta de partido en partido político cuando no le toca hueso.

En México, la ruta de los “chapulines” es del todo conocida: de regidor a presidente municipal, de alcalde a diputado local y de ahí a legislador federal para luego ser senador y al final gobernador.

Si algo falla en ese ambicioso sendero, la ruta se puede planear de acuerdo con el perfil de cada “chapulín”, puesto que los hay ricos y pobres, hábiles o lerdos, o muy ricos y jodidos. En ese sentido, cada “chapulín” sus posibilidades. Casi nunca algunos de ellos son reconocidos como unos genios.

Al que cumple con ese recorrido a costillas del prepuesto y de los impuestos de la gente se le conoce pomposamente como “trayectoria política”.

Todos los políticos tienen en su momento una excusa genial para negarse como “chapulines”, por ejemplo, “soy un político, ni “chapulín”, ni grillo… soy una persona común haciendo y reivindicando la política”. La frase es de Pedro Kumamoto quien de diputado local independiente aspira a convertirse en senador independiente por el estado de Jalisco.

Y claro, los “chapulines” toman medidas preventivas para el caso de que su frustre su salto a otra candidatura, por lo que al solicitar licencia al cargo ni se despiden ni dicen adiós, sino un hasta luego porque la licencia no es definitiva…podría regresar.

La verdad es que los “chapulines” lo tienen todo muy claro: una cosa es servir a la ciudadanía solo por tres o seis años y, otra muy distinta, es la de servirse del poder por toda la vida.

De eso se desprende que una de las mayores aspiraciones de un buen “chapulín” es ser alga así como “El Tuca” Ferreti: 25 años seguidos sin ir a la banca. Si se logra el milagroso ciclo de la vida del “chapulín que va de un cargo a otro distinto, cubriría 21 años viviendo en el presupuesto.

Y ahora con las posibilidades de la reelección, ¡alabado sea el Señor, esto si es el paraíso en la tierra¡

A los “chapulines” políticos también se les reconoce como “trapecistas”, dado que van en vuelo en un trapecio y al ver venir el otro, se lanzan sobre éste como si se tratase de un acto de sobrevivencia.

Un “chapulín” que se precie de serlo a conciencia,  aspira a que de no alcanzar a completar el salto de un cargo a otro, a fin de no quedar desamparado del presupuesto público, negociará cualquier cargo sin importar niveles. No desdeña ni una subdirección ni una suplencia de regidor; aunque migajas, cualquier cargo es bueno mientras sale algo mejor.

Una cosa si es bien cierta, a diferencia de los “chapulines” del campo que gustan de las hojas verdes y rebosantes de vida, a los “chapulines” lo que les gusta es el hueso; nunca habrá un hueso por pelón que esté que se pueda despreciar.

Se sabe por algunos diccionarios y enciclopedias, que en México existen al menos diecisiete especies distintas de “chapulines” y que el que está en el sótano de esa escala es ni más ni menos que el grillo.

Y seguramente también se sabe, aunque no lo digan los diccionarios ni las enciclopedias, que el más nocivo cual plaga, es el “Chapulín Político” que en éstos días de futuras elecciones pululan como un mal presagio.

Por cierto, en San Luis Potosí ya van seis diputados que tomaron el sendero del “chapulín”, aunque mañana pueden ser más.

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