Los ojos del rector

Por: Oswaldo Ríos     Twitter: @OSWALDORIOSM

La victoria electoral del rector Alejandro Zermeño en el Consejo Directivo Universitario solo puede explicarse en la división de los votos del grupo institucional. Nadie puede negar el mérito de luchar por lo que se veía imposible, pero su materialización pudo alcanzarse por la pérdida de visión de quien lo antecedió en el cargo.

El ex rector Manuel Fermín Villar Rubio no fue capaz de leer que para que el viejo ritual de sucesión funcionara, no tenía que hacer otra cosa que apegarse al canon y compactar todos los apoyos en una carta. Tarde, quiso cambiar de decisión al final, habilitando a su secretaria académica Dolores Lastras para sucederle, lo cual fue asumido por su secretario general Anuar Kasis como un golpe avieso y el resultado fue que los dos se presentaran a la contienda, cada uno con todos los apoyos que pudieron obtener a lo largo de los años en esas posiciones.

Sumados entre ambos, los 19 votos que obtuvo Lastras y los 10 de Kasis (un total de 29), eran suficientes para superar el requisito estatutario de “la mitad más uno” de un cuerpo colegiado constituido por 55 integrantes. Pero se dividieron y por ahí cuajó el proyecto del popular médico oftalmólogo al que, valga la expresión, no vieron venir.

De manera inesperada ocurrió el escenario que parecía más improbable, pero que más potosinos anhelábamos: el de un golpe de timón que evitara la continuación de la conducción de la Universidad por un grupo que con los años se volvió cada vez más pequeño y cada vez más cerrado. ¿Cómo hará el novísimo rector para que no termine ocurriéndole lo mismo?

Alejandro Zermeño Guerra es un destacado médico cirujano de 63 años. Su especialidad es cuidar la salud de nuestros ojos, pero, ¿quién cuidará los suyos?

¿Quiénes serán los ojos del nuevo rector cuando él concentre la mirada en un asunto y deje de ver todos los demás? ¿Quiénes impregnarán sus propias subjetividades en aquello que miran y cuando lo cuenten al rector, él confiará en que el juicio que los guía se orienta al mismo propósito que él anhela para la Universidad?

Todo ocurre por algo, la subespecialidad del rector es en la retina. Esa capa interna del globo ocular que transforma la luz que recibe en impulsos nerviosos que son trasmitidos al cerebro a través del nervio óptico y se convierten en las imágenes que percibimos.

Sus nuevos colaboradores serán retinas que capturen girones de realidad y las transmitan al cerebro de la institución para que se materialice el Plan Maestro. Hay Plan Maestro, ¿verdad?

Por eso vale la pena preguntarse, ¿esos ojos miran hacia el futuro o están anclados en el pasado? ¿Están precedidos del ideal o el apetito? ¿Están sanos y sus impresiones son confiables o están anómalos y dentro de poco le harán tropezar?

De inicio, con excepciones (Urenda Navarro en la Defensoría de Derechos Universitarios, María del Socorro Ruiz en Servicios Estudiantiles y Aurelia de la O en Comunicación Social), los nombramientos del rector no están imbuidos del espíritu de cambio y nuevos enfoques que permearon su candidatura. Algunos de los nuevos funcionarios ya estaban en la Universidad y sus alcances ya son conocidos, para bien o para mal.

Otros, como Marco Antonio Aranda en la Secretaría General, tienen una larguísima cauda de antecedentes en la política potosina, pero carecen de experiencia en la gestión universitaria. En Aranda, un signo ha sido la difícil relación con quienes le han nombrado como segundo de a bordo, le ocurrió con el ex gobernador Toranzo y le ocurrió con el ex alcalde Gallardo, ambas terminaron en escandalosas rupturas. Apunte irrefutable que vale la pena tener en consideración.

Dicen que los ojos son las ventanas del alma y un ánimo rupturista parecería impregnar los nombramientos de los funcionarios del rector Zermeño, pero la presencia de Fermín Villar todavía se siente en la Universidad y no me refiero a que en la página oficial es su foto y sus palabras las que dan la bienvenida al sitio web, sino a la ratificación de un funcionario villarista en el cargo más importante (exceptuando obviamente la Secretaría General y la Secretaría Académica que confrontaron a Zermeño por la rectoría), se trata de Isaías Ricardo Martínez Guerra en la Secretaría de Finanzas.

Paradójico continuismo en el cargo que es responsable del manejo financiero de la pasada administración, sobre todo cuando el nuevo rector ha anunciado su intención de auditar todo lo auditable y exponer los manejos económicos de la Universidad como “una caja de cristal”.

Primera prueba para un rector que ha ofrecido transparentarlo todo y no permitir espacio para señalamientos. Quizá valga la pena comenzar con las versiones que refieren un supuesto parentesco con su hombre de confianza para manejar el dinero de la institución.

Para mí, sin embargo, la mayor preocupación es percibir a un rector que ha construido su discurso nutriéndolo mucho más de la narrativa social que de los problemas que afectan críticamente a la Universidad.

Por ejemplo, el rector ha dicho que el principal problema de la institución es el acoso. No discuto que sea muy grave e inaceptable que se presenten estos casos, pero me parece discutible que sea el mayor, o si se me permite expresarlo en los siguientes términos, el más complejo.

Es decir, para resolver este problema es suficiente que la Universidad le crea y respalde a las víctimas, que todas las denuncias de acoso u hostigamiento sean debidamente acompañadas por la institución ante la Fiscalía General del Estado y que los docentes o administrativos que enfrenten estos procesos sean separados de los cargos hasta en tanto se resuelven los mismos. Si al final es inocente, que se le restituyan sus derechos a plenitud y si es culpable se le cese definitivamente. Esto debe darse por descontado y no puede haber excepción de ningún tipo, incluyendo por supuesto a los actuales funcionarios universitarios.

A mí me preocupan más otros temas en los que aún no veo traza de la forma en que piensa resolverlos el rector Zermeño. El gravísimo escenario de restricción financiera que viene en los próximos años para la institución por la crisis económica que ha provocado un gobierno federal que escamotea recursos a las universidades (e intenta quitarles autonomía) al mismo tiempo que exige que todos los aspirantes sean aceptados y alienta la formación de universidades fantasmas pestilentes de corrupción.

¿Cómo piensa mantener la excelencia y los reconocimientos académicos alcanzados a lo largo de décadas y cómo atenderá los desafíos tecnológicos del futuro, ante un gobierno anacrónico que ve a la ciencia como una “perversión ideológica”?

Porque si bien es cierto que hay muchas cosas mal en la Universidad, no menos cierto es que también hay muchas cosas buenas que deben no solo mantenerse, sino potencializarse. No olvidemos a Octavio Paz cuando decía que ver todo en negro es arriesgarse a la ceguera.

En 1921, al anunciar sus intenciones de convertir al Instituto Científico y Literario en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el gobernador Don Rafael Nieto Compeán dijo que: “Las cuestiones educacionales y culturales deben estar siempre mucho más allá de las mezquindades políticas”.

De verdad, ¿es necesaria una reforma de estatutos que abra la puerta a grupos a los que la Universidad ha estado vedada y que a pesar de ello se entrometen para hacer politiquería de la más baja estofa, manipulando desde el gobierno (estatal y municipal) a grupos estudiantiles mayoritariamente? Muchos de esos proxenetas de la política buscaron al rector, para ofrecerle “sus” votos, ¿vale la pena abrirles la cancha, para que usen “sus canicas” como grupo de presión? ¿Es pertinente una reforma de estatutos en el momento de mayor polarización política de la historia? Creo que hay retóricas que merecen mayor tiento y reflexión, aún cuando puedan granjear réditos mediáticos de corto plazo.

De la Universidad del futuro, de eso me gustaría escuchar hablar al nuevo rector.

Estamos próximos al centenario de la autonomía de nuestra Alma Máter. Creo que abrevar en el pasado, solo tiene sentido y es útil si nos permite avanzar en el encuentro del porvenir, es decir, la proyección ideal de lo mejor que podemos ser.

Hace un siglo, Don Rafael Nieto nos dio la clave para que ni la oscuridad del pasado, ni la sombra del presente, ni la confusión de la impaciencia, impidan que en la Universidad de todos, alumbre la esperanza de todos.

“Confío en que la nueva entidad moral seguirá haciendo honor a sus antecedentes meritorios y prestigiosos y que, en el campo cultural de la República, sea como las rocas centinelas, que en lo más alto de las montañas y mientras las sombras cubren aún los valles, reciben las primeras el beso fecundante del nuevo sol”.

El que tenga ojos para ver, que vea.

 

 

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