Martín Faz Mora: “La trova, la teología de la liberación y el sandinismo, marcaron mi conciencia”

  • Fue precursor de las organizaciones de defensa de derechos humanos y observación electoral.
  • La confrontación entre la Presidencia y el INE no es sana para la democracia en México, advierte.

José de Jesús Ortiz

La suya es de algún modo la biografía de una generación influenciada por el boom literario latinoamericano, por la nueva trova cubana, por la teología de la liberación y su opción preferencial por los pobres, los millones de marginados que no piensan en inglés; también, es el reflejo de una generación que vio en la revolución sandinista una nueva utopía, mucho antes de que fuera carcomida por la corrupción y el despotismo de la familia Ortega, hoy eternizada en el poder.

José Martín Faz Mora (1962) dice que todo ello marcó su conciencia y definió a la persona que ahora es, “evidentemente uno va cambiando, el mundo ha cambiado un montón, pero todos esos sustratos son los que han conducido mi vida cívica y personal a lo largo de todo este tiempo”.

Precursor en San Luis Potosí de las organizaciones de defensa de los derechos humanos desde la sociedad civil –mucho antes de que esa agenda fuera mediatizada por los organismos oficiales–, considera además que el entramado de organizaciones no gubernamentales que desde los años 80´s impulsaron la lucha a favor de los derechos humanos y luego la observación electoral, en buena medida tiene un componente religioso, relacionado con la teología de la liberación y el catolicismo progresista.

Su activismo social lo condujo también, entre muchas otras causas, a apoyar desde un inicio la defensa del Cerro de San Pedro frente al proyecto de Minera San Xavier, un movimiento de resistencia –dice– que se constituyó a nivel nacional en un referente contra la minería depredadora y dejó lecciones de lucha. “Si bien uno puede decir que el objetivo original del Frente Amplio Opositor que era que no trabajara la Minera San Xavier y no depredara el territorio, cosa que sucedió gracias a la protección de las autoridades, el movimiento sí constituyó un referente que mostró algunas de las estrategias que posteriormente otras comunidades han utilizado de forma exitosa”.

Actual integrante del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE), Martín Faz reconoce también que el enfrentamiento permanente entre ese organismo electoral –sus cabezas visibles al menos– y el Ejecutivo federal, no es sano para la democracia en México y advierte que las “narrativas que salen desde el Palacio Nacional tienen la intencionalidad de alimentar la movilización de las bases electorales del presidente Andrés Manuel López Obrador”.

Originario del barrio de San Sebastián, vivió su infancia sobre la calle de Anastasio Parrodi donde se ubica la casa familiar, hoy decorada en su interior con muebles rústicos, artesanías mexicanas y objetos indígenas. Un fin de semana de marzo durante alguna de sus estancias en la ciudad, se da tiempo para recuperar, ahí en esa casa, trozos de su vida y su trayectoria pública. Su aspecto delgado luce igual que como se observa en las imágenes de hace 25 o 30 años, cuando junto a otras personas fundó en San Luis la primera organización no gubernamental en defensa de los derechos humanos.

Los orígenes y el compromiso social

Como Serrat, uno de sus referentes, Martín Faz tuvo en algún momento de su vida la ambición de ser cura. Fue en la época en que cursaba el bachillerato. En su entorno familiar prevalecía un catolicismo tradicional, de misa en los domingos, de posadas en Navidad y rezos ocasionales del rosario. Una atmósfera religiosa, la cual “no era particularmente fuerte”.

Cursó la escuela primaria en el Colegio Motolinía, mientras que su paso por la secundaria y el bachillerato se dio en el Instituto Cervantes Apostólica, siempre con un elemento religioso presente que fue determinante en su formación, sobre todo a partir de que conoció una forma de catolicismo más comprometido socialmente y de la relación construida en los grupos juveniles de orientación católica. Todo ello lo llevó a encontrar en el pensamiento religioso un sentido distinto al tradicional, que hasta entonces había conocido.

Agrega: “Influyó tanto que luego de estudiar un año de Administración en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, ingresé (en Guadalajara) a una congregación religiosa, los Misioneros del Espíritu Santo, con la intención de consagrar mi vida como religioso y ser sacerdote. Estuve seis años ahí, hice un noviciado que es un periodo de reflexión personal y después mis estudios de filosofía y humanidades. Me faltaron tres años para ordenarme como sacerdote”.

Asume que, no obstante que la Congregación tenía “un aire hasta cierto punto elitista”, también dentro de ella había toda una corriente que impulsaba un mayor compromiso social, que definió su visión del mundo.

Astrolabio: ¿Por qué no te ordenaste como sacerdote?

Martín Faz: Porque me di cuenta de que viviría en una situación de privilegio permanente, porque al final de cuentas ser parte de una Congregación es formar parte de una élite y el trabajo que yo realizaba al interior de la Congregación, o buena parte, lo hacía en colonias populares, tanto en la ciudad de Guadalajara como en Monterrey. Me di cuenta de que iba a ser muy complicado mantener un compromiso de tal naturaleza desde una posición de privilegio y decidí salir y encaminarme a otro tipo de compromisos sociales, desde las capacidades propias.

No duda sobre la influencia que tuvo en su concepción de la vida el catolicismo progresista que surge en los años 60´s con el Concilio Vaticano II y la teología de la liberación, tan importante en América Latina. Sin embargo, cuando ingresa a la Congregación hay en la Iglesia católica un avance del conservadurismo a través del pontificado de Juan Pablo II, que combate y persigue a los teólogos de la liberación y condena la pastoral popular que realizaban. Fue en ese contexto, a principios de los ochenta, en que emergió un compromiso social personal, que se tradujo años después en su activismo en la defensa de los derechos humanos.

A: ¿Qué piensas de la teología de la liberación?

MF: Para mí la teología de la liberación es uno de los grandes aportes culturales e ideológicos de América Latina al mundo. Así como está la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, está la filosofía de la liberación de Enrique Dussel que son elementos que no solamente han sido fenómenos latinoamericanos, sino que incluso también en la teología progresista europea han tenido un efecto. No tiene ya la fuerza que tenía a finales de los 70 y principios de los 80, porque hubo todo un ejercicio sistemático de eliminarla, se castigó a Leonardo Boff, a muchos sacerdotes jesuitas… Hubo toda una estrategia de represión a la teología de la liberación.

También, afirma que el movimiento nacional de derechos humanos que se desarrolla en México a partir de los años 80, tiene una clara influencia de la teología de la liberación, es el caso de gran parte de las organizaciones no gubernamentales que irrumpieron en el país en esa década como el Centro Miguel Agustín Pro, de los jesuitas; el Centro Fray Bartolomé de las Casas, de Samuel Ruiz; el Comité de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos, de Pepe Llaguno, obispo de la Tarahumara; el Centro Tepeyac, en Oaxaca, encabezado por el obispo Arturo Lona Reyes; o el Centro Potosino de Derechos Humanos, fundado por activistas inspirados en la teología de la liberación, que realizaban trabajo en comunidades eclesiales de base como La Tinaja, en Soledad de Graciano Sánchez, y en otras comunidades del Altiplano.

A: ¿Sigue vigente la opción preferencial por los pobres?

MF: Pues debería, el Papa Francisco insiste en ello, pero desafortunadamente esa larga noche conservadora que atravesó la Iglesia con Karol Wojtyla y luego con Joseph Ratzinger (una larga noche que duró treinta y tantos años), consolidó al interior de la Iglesia estructuras eclesiales y conservadurismos que son difíciles de remover. Si bien no ha desaparecido el discurso de la opción por los pobres en la narrativa eclesial, pues la verdad es que ni sus estructuras institucionales, ni sus pastorales están orientadas hacia allá.

El Cepodhac, la defensa pionera de los derechos humanos

Junto a José (Pepe) Herrera, Carmen Lomelí, Luis Moreno, Claudia Guerra e Irene Martínez Garza, Martín Faz fue fundador en 1990 del Centro Potosino de Derechos Humanos (Cepodhac), una organización no gubernamental precursora en la entidad de la defensa y protección de los derechos humanos. Dice que su activismo en pro de los derechos humanos es de alguna manera “una continuidad del compromiso social desde la fe”.

Tras salir de la Congregación de Misioneros del Espíritu Santo, se asentó durante una temporada en la ciudad de Monterrey haciendo trabajo en lo que entonces se llamaba la inserción con los pobres: “Me fui a vivir a una colonia de la periferia, marginada, sin agua, sin drenaje, en las faldas del Cerro de la Silla, a vivir la experiencia de pobreza. Esto fue de 1986-88, cuando asumí esa forma de vida”.

Antes de terminar la década de los 80 y regresar a San Luis Potosí, recibió capacitación en una escuela de “metodología en educación popular” que impartía en Guadalajara el Instituto Mexicano de Desarrollo Comunitario, donde conoció a José Herrera –originario de esa ciudad–, quien realizaba ya trabajo en comunidades de San Luis Potosí, principalmente en La Tinaja. 

“Cuando regreso a San Luis Potosí, empiezo a trabajar como profesor en colegios y comienzo a acudir a La Tinaja para apoyar el proceso de educación popular que se estaba desarrollando ahí a través de comunidades eclesiales de base, con Pepe Herrera. En ese entonces nos dimos cuenta de que había muchas arbitrariedades policiacas en contra de los paisanos cuando venía de EU a pasar sus vacaciones aquí, gente de La Tinaja y de comunidades del Altiplano, que eran objeto de extorsiones y abusos. Esa problemática fue lo que nos llevó a crear el Cepodhac”.

Previo a la fundación del Cepodhac, de forma paralela apoyó también el trabajo que realizaba la Arquidiócesis potosina a través de la Pastoral Social, de la cual formó parte. En diversas ocasiones –afirma– sugirió a quienes integraban ese equipo pastoral que crearan un centro de derechos humanos, como sucedía en la Diócesis en Chiapas, con Samuel Ruiz, o en Chihuahua, con Pepe Llaguno. “Después de dos años de insistirles que lo hiciéramos, me dijeron que Antonio Szymanski (el arzobispo) no quería y entonces fue cuando lo dejé, no tenía mucho que hacer ahí”.

A: ¿Cuáles eran las principales violaciones a los derechos humanos en la época en que aparece el Cepodhac?

MF: Arbitrariedades y extorsiones policiacas, torturas y ejecuciones extrajudiciales, eran esas las violaciones a los derechos humanos más notorias. Cuando constituimos el Cepodhac comenzamos a ver otros tipos de violaciones a derechos humanos más estructurales, como problemas ambientales, violencia de género o discriminación, pero las cosas que más brincaban eran extorsiones, torturas, detenciones arbitrarias y ejecuciones.

Dice que en aquellos primeros años de los noventa, las organizaciones no gubernamentales del país que trabajaban en la defensa de los derechos humanos se dieron cuenta que la defensa de personas extorsionadas, torturadas, objeto de detenciones policiacas o detenciones arbitrarias, constituía solamente la manifestación de un problema más de fondo “que era la existencia de un sistema autoritario y que la única forma de salir de ese sistema era la instauración de la democracia. Por eso asumimos como agenda propia la defensa de los derechos políticos y eso atravesaba necesariamente por la realización de procesos electorales genuinos, auténticos y libres”.

En ese contexto, el Cepodhac firmó en 1991 un convenio con la Academia Mexicana de Derechos Humanos, para la observación del proceso electoral de ese año en que se disputó la gubernatura del estado entre el priista Fausto Zapata Loredo y el doctor Salvador Nava Martínez, postulado por una coalición opositora. Considera que este ejercicio de observación electoral fue pionero en el país, al involucrar a organizaciones independientes de la sociedad civil y documentar múltiples anomalías en el proceso y la jornada electoral.

“Fue un momento culmen, que incluso a partir de ahí y de lo exitoso que resultó ser ese proceso de observación electoral –pues para entonces no existía la figura de observador electoral en las leyes–, se creó una de las más grandes coaliciones de la sociedad civil que fue Alianza Cívica que durante buena parte de los años 90 realizó ejercicios de observación electoral, fundamentales para el cambio y la ciudadanización de los organismos electorales, particularmente del Instituto Federal Electoral”.

Añade: “Fue mi activismo en derechos humanos lo que me condujo al terreno de lo electoral, particularmente de la observación electoral. Sin duda San Luis Potosí fue una especie de laboratorio cuando el movimiento navista… Creo que esa última etapa del navismo, con el doctor Nava, fue un elemento clave, particularmente en la ciudadanización de los organismos electorales, tan es así que el propio Consejo Estatal Electoral fue el primero que se ciudadanizó en el país, antes que el INE y antes que cualquiera”.

Un activismo que lo llevó a formar parte como consejero de la Junta Local del Instituto Federal Electoral, después también consejero del Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (2014-2020) y actualmente del Instituto Nacional Electoral, cargo que ocupa desde 2020. En el camino, para obtener la licenciatura tuvo que revalidar en la Universidad Abierta los estudios de filosofía que había hecho en la Congregación; años después, terminaría también una maestría en Derechos Humanos y Democracia por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

Chiapas y el levantamiento zapatista

Su currículum establece, entre muchas actividades, que fue miembro fundador de la Red de Organizaciones Civiles de Derechos Humanos, de la que sería secretario técnico; miembro del Foro Interamericano de Derechos Humanos; e integrante del equipo coordinador de la Red Nacional de Organismos Civiles Todos los Derechos para Todas y Todos, que aparece en 1993.

Tras el levantamiento indígena del zapatismo en Chiapas, fue coordinador de las brigadas de observadores nacionales e internacionales de derechos humanos en la zona de conflicto, integradas en los primeros días de 1994 para intentar romper el cerco militar en las comunidades indígenas sitiadas por el Ejército. Recuerda haber llegado el día siete de enero a San Cristóbal de las Casas, una ciudad a oscuras, con múltiples retenes militares, suspendidas de facto las garantías individuales.

Rememora: “Yo estaba en el Cepodhac, formaba parte de la Red Nacional de Organismos de Derechos Humanos y el Centro Fray Bartolomé solicitó ayuda a los integrantes de la Red para que fuéramos a la zona de conflicto y realizáramos labores de observación. Me dieron la coordinación de esas primeras brigadas y de esa forma fue que llegué a la región de conflicto en los primeros días. Fui parte de los organismos que de alguna forma ayudamos a romper el cerco militar que existía en la región”.

A: ¿Aún no había un alto al fuego?

MF: No, porque precisamente la estrategia gubernamental consistió en cercar toda la región desde Ocosingo hasta San Cristóbal, se estaban haciendo trabajos de contrainsurgencia, deteniendo gente que según ellos eran militantes zapatistas, torturándolos, con ejecuciones extrajudiciales; un cerco en el que no podía entrar nadie, no podía entrar la prensa, ni organizaciones de la sociedad civil, ni siquiera miembros de la Cruz Roja, solamente ambulancias militares. El día en que nosotros llegamos hubo enfrentamientos en Ocosingo, uno muy conocido en el mercado, donde se dan ejecuciones a zapatistas.

A: ¿Cómo te impactó a ti en lo personal la rebelión en Chiapas?

MF: Fue un impacto muy fuerte… Creo que el zapatismo, realmente más que militar fue un movimiento de resistencia, incluso contracultural, y en ese sentido a todos los que participábamos en organizaciones de la sociedad civil o en movimientos sociales, mostró que había una forma distinta de hacer las cosas.

“Fue un momento de mucha esperanza, infundió mucha esperanza para quienes estábamos metidos en temas de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil, porque mostró que era posible organizarse desde abajo. Además de lo impactante que resultó ser testigo de atrocidades graves de violaciones a derechos humanos, a mí me tocó ir a recoger cuerpos a la zona de Altamirano, de gente detenida arbitrariamente, sometida a torturas y arrojada a las cañadas, campesinos simpatizantes del EZLN”.

Una confrontación que no abona a la democracia

Integrante desde julio de 2020 del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE), Martín Faz advierte que la confrontación retórica entre parte de ese organismo y la Presidencia de la República que encabeza Andrés Manuel López Obrador, no abona a un entendimiento democrático, por lo cual se pronuncia por detener esa dinámica.

“No es sano que haya esa confrontación, creo que lo que está ocurriendo es que esas narrativas que salen desde Palacio Nacional tienen una intencionalidad de alimentar la movilización de las bases electorales del presidente (Andrés Manuel López Obrador). No deja de tener un cierto aire de artificialidad el aparente conflicto ¿cuáles son los elementos específicos del conflicto? El año pasado el proceso electoral se realizó, hubo casillas, boletas y el partido del presidente obtuvo mayoría, ¿dónde están? ¿cuáles son esos elementos materiales que digas es que aquí hay una actuación…? No existen, es una narrativa artificial creada por la necesidad que tiene la Presidencia de la República de mantener en un estado de movilización permanente a sus bases”.

Considera que la debilidad de la oposición política en México, articulada en la alianza del PRI-PAN-PRD, no constituye en estos momentos un riesgo electoral real para el proyecto político que encabeza el presidente López Obrador, por lo cual –reitera– éste ha implementado una narrativa en contra de las autoridades electorales para mantener movilizadas a sus bases. “Sin embargo creo que es una estrategia equivocada, que no abona a la agenda pública y en ese sentido yo en lo personal he preferido no sumarme a la narrativa de la confrontación porque creo que no abona para nada”.

 A: ¿Se equivocan ambas partes?

MF: Se equivocan quienes se suman a la narrativa de la confrontación porque no todos nos sumamos a esa narrativa, también en el sector morenista hay quienes no le entran a ello, hay quienes sí; en el INE igual… Lo que está mal es entrar a la narrativa de la confrontación y alimentarla, porque lo que hace es polarizar.

Por otra parte, plantea que de darse una nueva reforma electoral en el país tendría que incluir o revisar entre otros aspectos la sobrerrepresentación de los partidos políticos en las cámaras y el financiamiento; analizar la obligatoriedad del voto como sucede en algunos países, estableciendo algunas sanciones administrativas; reformular las candidaturas ciudadanas; y revisar la conformación de las mesas directivas de las casillas, que a su juicio es lo que encarece los procesos electorales, junto con la instalación de casillas por todo el país.

A: La parte que es muy escandalosa ante la opinión pública es el salario que ganan los consejeros, ¿eso no te parece importante?

MF: No resuelve el problema, eso es más bien un asunto simbólico; además, que quede constancia: yo soy el único consejero que se redujo el salario, yo gano menos que el presidente de la República. Aunque el resto de mis colegas ganaran lo que yo o menos, eso no abarata los costos ni resuelve el problema.

El camino de la literatura y la trova

Además del activismo en la defensa de los derechos humanos y el campo electoral, Martín Faz reconoce que otras de sus pasiones es la música, por lo cual a mitad de los años ochenta pensó seriamente en dedicarse de lleno a ella, en particular a la llamada canción de autor. Antes de ser designado consejero del INE, tuvo algunas apariciones esporádicas en foros a nivel local donde presentó algunas de sus canciones.

“Me tocó el periodo de la gran época de la nueva trova cubana, a finales de los años 70´s. Ya escuchaba a Joan Manuel Serrat desde la infancia pues es un clásico que me gustaba mucho, pero cuando escucho a Silvio Rodríguez y a Pablo Milanés, a Vicente Feliú y Noé Nicola, quedo impactado con ese nuevo concepto de hacer canción, más cercano a la idiosincrasia regional”.  

A ellos, agrega el canto de protesta de Víctor Jara, de Mercedes Sosa, Ali Primera o los hermanos Mejía Godoy, de Nicaragua.  “Como fue la revolución cubana para una generación anterior, para mí y para buena parte de mi generación así fue el sandinismo. Todo el canto popular latinoamericano y la nueva trova cubana fue siempre una fuente de inspiración”.

Dice que a mitad de los años ochenta pensó seriamente en convertirse en “trovador de manera profesional”, lo cual no se dio ante su decisión de asumir un compromiso con los movimientos sociales y luego con los derechos humanos. “Muchos años estuve guardando el sueño de la inhibición de mis canciones, fue hasta muy reciente (2015) que resolví ir a un estudio y grabarlas, pero muchas canciones las hice desde los años 80´s y algunas mucho más recientes”.  

A: ¿Y la poesía y literatura qué tan importante fueron en tu formación?

MF: Siempre están presentes, Miguel Hernández, Mario Benedetti, Nicolás Guillén, César Vallejo o Pablo Neruda, son referentes poéticos muy importantes, igual que Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, en general el boom latinoamericano.

La entrevista concluye, su teléfono que había estado silenciado comienza a sonar, pero se da tiempo aún para subrayar que la suma de todo ello (la nueva trova, la literatura, la teología de la liberación y el sandinismo que vivió en su juventud) marcó de manera indeleble su conciencia y forjó a la persona que es ahora, ya en el umbral de los 60 años.

“Uno va cambiando, el mundo ha cambiado un montón, pero todos esos sustratos son los que han conducido mi vida cívica y personal a lo largo de todo este tiempo”.

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