Abelardo Medellín Pérez
Una de la más nocivas consecuencias que trajo consigo la demagogia del gobierno de Ricardo Gallardo Cardona, fue la insistente necesidad de renombrar aquellas cosas que le son incomodas al proyecto oficial.
La estrategia más predecible para un gobierno que busca divorciarse del pasado, suele ser la refundación de todo aquello que vincule al gobierno (como entidad permanente) con el nuevo régimen (que es una entidad temporal).
Los colores cambian, se cuelgan los nuevos logotipos, las instituciones se lavan la cara y las fotografías, objeto de veneración en cada oficina, se renuevan con el rostro del mandatario en turno.
Esta refundación es una tradición de la clase política a la que no faltó la Gallardía cuando arribó a palacio, sin embargo, para un proyecto que se decía tan subversivo y al mismo tiempo se sabe en constante exposición, la refundación no basta; Gallardo Cardona necesita deformar la realidad para disimular aquellos problemas que, por su incapacidad evidente, no puede admitir.
Cuando llegó al gobierno, Gallardo entendió que no podía perder tiempo denunciando la corrupción, las omisiones, los abusos y los perfiles del pasado, uno por uno, así que los metió en un costal que llamó: la maldita herencia. Lamentablemente, el discurso ha sido tan cómodo para encasillar aquello que le molesta, que la herencia maldita ya no es un enemigo público, sino un sinónimo de los disgustos personales de su familia.
Esta etiqueta que al principio parecía nombrar a la vieja y abusiva política, dejó de ser efectivo el día que no pudo evitar la llegada de personajes como Sonia Mendoza o Mario García a las filas del proyecto Gallardista.
¿De qué sirvió nombrar los riesgos, si el gobierno parece no identificarlos?
Luego tenemos la megalómana tendencia por maquillar los proyectos del gobierno para hacerlos ver como un logro digno de admiración.
Un cambio de nombre, uniformes y patrullas es considerado como la fundación de una “Guardia Civil”. Colocar una serie de tubos de ornamento al filo de un puente, es considerado construir un “puente colgante”. Y entregar lo que durante 50 años ha sido una despensa, es hoy “una beca alimentaria”, como si incluir la palabra “beca”, que alude a un apoyo financiero, cambiara el hecho de que se trata de una despensa.
De entre todos los ejemplos, el más reciente y lamentable, es el de aquella palabrita con la que el gobierno potosino intenta disimular su deuda de más de 200 millones de peso con la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Hace dos semanas, cuando la deuda con la Autónoma parecía un problema más del abanico de pasivos que la desastrosa gestión estatal carga consigo, el gobernador y su secretaria de Finanzas se daban el lujo de afirmar públicamente que dicho adeudo ni siquiera era real.
Ahora, con la presión hasta el cuello, desaires en redes sociales, una manifestación pública por estos impagos y el potencial riesgo de que la UASLP cierre por falta de recursos, el gobierno ha admitido que algo hay por pagar.
Lo ridículo de su ilusa postura es que, pese a tener más de un pendiente financiero bajo el brazo, el gobierno de Ricardo Gallardo se niega a admitir que tiene una deuda.
Pareciera como si el gobernador tuviera “adeudo-fobia” y fuera incapaz de decir en voz alta que le debe dinero a la Universidad.
A tal grado ha llegado la penosa actuación de la administración estatal, que hemos visto como la titular de Finanzas y el propio gobernador se coordinan para llamar a la deuda una “diferencia”.
¿Diferencia?, ¿cómo que diferencia? La única diferencia entre el gobierno y la UASLP es de congruencia; mientras la universidad tiene la certeza de que les deben dinero y lo da a conocer, el gobierno pareciera que tiene la misión de ocultar e ignorar dicho problema a como dé lugar.
Decirle “diferencia” a un adeudo no hace que sea menos grave, no resuelve el pasivo, no los deja mejor posicionados ni quita el hecho de que este episodio pinta de cuerpo entero a una administración que prefiere hablar con eufemismos, antes que cumplir sus compromisos con la educación.
“Más educación, menos corrupción”, dijo Ricardo Gallardo durante el cuarto informe de gobierno del mes pasado; pero a estas alturas deberíamos exigir que confiese su verdadera postura: “menos educación, más negación”.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es jefe de información de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.