Parásitos

Carlos Rubio

Hace unos días volví a ver la aclamada película surcoreana Parásitos, la cual recientemente fue nombrada como la mejor obra cinematográfica del siglo XXI por la revista The New York Times. Pero no fue eso lo que evocó mis ganas de verla, fue el recuerdo de sus crudas escenas en las que la lluvia inunda los barrios más pobres, aquellos que se encuentran “más abajo” de la ciudad, y su similitud con lo que ocurre en la capital potosina en esta época de lluvias.

La película ejemplifica de manera excepcional la lucha de clases, la discriminación y lo superfluo de muchas excentricidades.

Lo más difícil de verla es darse cuenta de que es un muy fiel retrato de la vida real, no solo para Corea del Sur, sino para todo el mundo.

No abordaré detalles de la película, quien no la haya visto aún, se las recomiendo. Está disponible en Prime Video, la plataforma de Amazon.

Más allá de la mitad del largometraje, cuando la familia Kim debe salir huyendo de la casa ante la imprevista llegada de los Park, el padre y los hijos deben correr por las calles en medio de una gran lluvia. En su camino, se observa cómo para llegar a su hogar deben “bajar” por la ciudad, a través de muchas calles empinadas y escaleras. Cuando arriban a la calle donde está el sótano en el que viven, se encuentran con una total inundación. Pareciera que han llegado al fondo, a donde llegan todas las aguas que escurren desde arriba.

Como viven en un sótano, este ya se encuentra inundado. El agua les llega hasta la cintura y con dificultad rescatan lo poco que creen tener importante. Las coladeras colapsan y el agua comienza a buscar salida por el inodoro, de donde emanan aguas negras.

Después, mientras el agua continúa subiendo su nivel, la imagen se desvanece hacia un albergue improvisado, donde pasan la noche centenas de personas cuyos hogares terminaron bajo el agua, literalmente.  

La escena es sumamente cruda. No hace falta una gran interpretación para sentir impotencia y desesperación, con dos gramos de empatía bastan.

Todo aquello me hizo pensar, ¡qué cerca estamos de Corea del Sur! Aunque no exactamente como quisiéramos.

En San Luis Potosí, como en la mayoría de las ciudades, las colonias más exclusivas se erigen en lo más alto. En lo que ya es la Sierra de San Miguelito y aun así se atrevieron a urbanizar.

Los fraccionadores formaron un gran plato hondo, en el que toda el agua tiende a irse hacia abajo y hacia el centro. Nada se queda. Ya lo han dicho decenas de especialistas: una de las razones principales de las inundaciones en San Luis Potosí es la urbanización de la Sierra de San Miguelito. Es por ello que una lluvia de 15 minutos ahora puede colapsar la ciudad.

El agua siempre busca su cauce. Si no puede regresar al subsuelo desde arriba, escurre hasta el fondo y busca por dónde entrar.

Sí, aquí también colapsa la red de drenaje, también salen las aguas negras por las coladeras de los hogares, por los sanitarios. Pero no arriba, en el cerro, donde la plusvalía es alta, no, es en las colonias que sumieron en redes corrupción, en grandes negocios que hicieron con la tierra que nos servía a las y los potosinos como un escudo contra las inundaciones.

Y aquí también, la gente se queda sin hogar.

Ahora todo es asfalto, pavimento, cemento, donde el agua no puede penetrar.

“Que se jodan los de abajo”, dirán los fraccionadores.

Ya nos jodieron… a todos.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Actualmente director editorial de Astrolabio Diario Digital, con interés y experiencia en Transparencia y el Derecho de Acceso a la Información Pública. Formó parte de la tercera generación del MásterLab en edición de investigaciones organizado por Quinto Elemento Lab.