“Cuando me rescataron tenía miedo de regresar a otro campamento de Sendero, otra vez al monte. Ahí no hay nada para comer”, dice Ana, de 55 años, tres días después de que la Policía y las Fuerzas Armadas la liberaran del grupo insurgente peruano Sendero Luminoso, que la había tenido como rehén más de 20 años.
Ana y otras 38 personas liberadas este 27 de julio estaban secuestradas como esclavos agrícolas en el Sector 5, una zona casi inaccesible de la selva central del Perú.
Queda a 25 minutos en helicóptero de la base policial Los Sinchis, en Mazamari, un distrito del VRAEM (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro), la zona de conflictos de narcotráfico e insurgencia armada del país.
El área del actual VRAEM fue ocupada desde los 80 por Sendero Luminoso, grupo armado de ideología “marxista-leninista- maoísta”.
Buscaba obtener el poder por la vía armada y desencadenó una guerra contra el Estado que hasta finales de los 90 dejó casi 70 mil muertos.
Al sobrevolar el Sector 5, solo se ve un mar interminable, espeso de copas de árboles, nubes y montes multiplicándose. Parece imposible encontrar a alguien.
Por eso, Sendero Luminoso eligió esta zona para crear sus “centros de producción” y retener ahí a los habitantes de las comunidades selváticas que secuestraba. Ana fue una de ellos.
Ahora recuerda que los insurgentes les decían a los cautivos que si las Fuerzas Armadas los encontraban, los iban a torturar, matar o peor, llevarlos a otros campamentos de secuestro.
Los policías y militares intentaron entrar al Sector 5 desde el 2014, pero los rehenes huían. “Cuando escuchábamos helicópteros, corríamos, nos metíamos al monte”, dice Ana.
Cuando escuchábamos helicópteros corríamos, nos metíamos al monte”
El 27 de julio los policías y militares lograron llevarse a los secuestrados en helicóptero, recién al quinto intento.
Una rutina estricta
“Ya estamos bien, más tranquilos, más contentos, mejor que en el monte”, dice Ana.
Ahora ella y otras 38 personas -26 niños y 12 adultos- descansan en un salón de cemento de unos 200 metros cuadrados, con un televisor, mesas y camarotes para todos ellos, en la base policial Los Sinchis, en Mazamari, distrito del VRAEM.
Sentada en uno de los camarotes, Ana recuerda que nació en Puerto Ocopa, otro distrito del VRAEM, y vivió ahí hasta que Sendero Luminoso llegó armado a su comunidad, la secuestró y se la llevó a uno de sus centros de producción, donde cumplía una rutina estricta de trabajo:
“Me levantaba a las cuatro de la mañana. Cocinaba a esa hora lo que sembrábamos: arroz, maní, ajonjolí. También criábamos gallinas y sacábamos su grasa, con eso cocinábamos y aderezábamos nuestra comida. La cebolla, col china era nuestra verdura. Cuando había carne, todos cocinaban en una sola olla, grande. Había carne de sachavaca, cerdo, venado, de lo que los hombres cazaban”.
Pero la hora de la comida llegaba casi doce horas después. “Después íbamos a trabajar en la chacra”, cuenta Ana, bajo la vigilancia de un hombre armado.
“Ese señor nos hacía trabajar, pero bueno es, los que estaban antes nos hacían trabajar todo el día, este no, estábamos hasta las ocho y veníamos, trabajábamos dos horas y veníamos. Tenía armas, ahora las ha entregado”, detalla.
El hombre armado también vigilaba a menores de edad como M, de doce años, que nació en el Sector 5, y trabajaba sembrando y cosechando maíz, café y oca, una especie de tubérculo.
M apenas habla español. Cuando se le acerca A, otro niño de 13 años liberado, prefiere hablar con él en asháninka, idioma de la selva central del Perú. Ambos miden menos de un metro cincuenta de alto y son delgados. Están cerca a la adolescencia. Pero aún parecen niños.
Durante el día, los menores también recibían adoctrinamiento de Sendero Luminoso.
“A los niños les enseñábamos lo que nosotros habíamos aprendido, el abecedario, las cinco vocales, les enseñaba del Partido, políticas, disciplinas, cómo debían trabajar. Si no había libro, qué íbamos a enseñar. Les hablábamos lo que los jefes decían”, recuerda Ana.
—————————————————–
¿Qué pasó con Sendero?
Aunque se considera que el grupo Sendero Luminoso fue derrotado por el gobierno peruano a principios de los 90 (su líder, Abimael Guzmán, fue capturado en 1992 y paga cadena perpetua), desde entonces algunas células se han mantenido activas, en especial en la zona selvática del distrito de VRAEM.
En los últimos años, a estos grupos se les han atribuido vínculos con el narcotráfico, así como el asesinato de policías y militares.
—————————————————–
Camas de troncos
Sandra, de 47 años, ha venido de visita a la base Los Sinchis. También estuvo secuestrada en el Sector 5, del 2009 al 2012, y recuerda que los guerrilleros “hacían cantar y marchar a los niños”.
En otros centros de producción, los menores de doce años se consideran aptos para integrar las columnas militares de Sendero Luminoso. Pero en el Sector 5 realizaban principalmente tareas agrícolas.
Al terminar estas labores, los rehenes dormían en malokas, nombre de las casas típicas de la selva construidas con troncos, pajas y plásticos, con techo dos aguas.
Sandra, la que está de visita en el refugio, recuerda que las camas estaban hechas con “troncos, hojas, plástico, colchitas”.
Ahora, en la base Los Sinchis, los niños demoran en dormirse porque nunca antes habían dormido en colchón. Nunca antes habían visto un televisor tampoco. Ni una tablet, ni un inodoro.
No habían probado la sal. Algunos cuando recibieron zapatos se los pusieron al revés. Ahora, ven televisión, juegan todo el día y pronto irán al colegio.
Nos amenazaban. Si me fugaba de ahí, mataban a mis hermanos, a todos”
Hasta hace unos días, solo temían que Sendero Luminoso les haga daño. “Teníamos miedo de ser heridos. A ella la han herido aquí, mira, le tiraron bomba”, dice Ana sobre Marianita, otra mujer que estuvo secuestrada en el Sector 5 y ahora se sienta a conversar con ella en el camarote.
Marianita se remanga el pantalón y deja ver su pantorrilla derecha. Tiene cicatrices heridas de heridas de bala por intentar escaparse.
“Por eso teníamos miedo, no salíamos. Nos amenazaban. Si me fugaba de ahí, mataban a mis hermanos, a todos, así sean niños. No quedaba nadie”.
Si no mataba, Sendero Luminoso se llevaba a todos los miembros de una familia a diferentes centros de secuestro.
Marianita asegura que el “partido” se llevó a sus tres hijas.
Lidia, otra ex rehén que la acompaña en el camarote lamenta la desaparición de sus ocho hijos: “A todos se lo llevaron a distintos campamentos”, dice.
Ana también perdió a una hija de doce años: “Se ha muerto, por pena de mí. Ahora mi hija hubiera tenido 35 años. A mi esposo lo han matado también. Ahora ya no tengo descendientes. No tengo nada”.
Desde julio del 2014, la Policía y las Fuerzas Armadas han recuperado en total a 53 personas del Sector 5. Pero Ana advierte que Sendero aún mantiene rehenes: “Hemos venido 39, pero debemos quedar unos 50 allá”, dice y es posible, según los militares, que haya más centros de secuestro en otras zonas del VRAEM.