José de Jesús Ortiz
Pertenece a una generación brillante de caricaturistas mexicanos, que irrumpió con furia en los años 70’s y 80’s del siglo pasado, y desde la crítica sin concesiones y la irreverencia contribuyó, desde su trinchera, a demoler los cimientos del viejo régimen, exhibiendo sus tropelías y corruptelas. Una tradición crítica en la caricatura política en México que se remonta a finales del siglo XIX con publicaciones antiporfiristas, perseguidas por la dictadura como El Ahuizote o El hijo del Ahuizote, impulsadas por los magonistas y los precursores intelectuales de la Revolución, mantenida durante el siglo XX por Rius, Naranjo o Helio Flores, entre otros muchos.
Gonzalo Rocha (Ciudad de México, 1964), dice que la crítica siempre es benéfica y si el poder sí supiera leerla, podría corregir muchas de sus distorsiones. “Tú estás hablando desde el espacio de la sociedad y desde allí creo que estás haciendo una crítica, de lo que es visible. El poder tiende siempre a amurallarse mucho, cualquier poder, incluido el de la 4T y todos”.
También, desde su experiencia de más de cuatro décadas como periodista, iniciada en 1979 en el periódico Unomásuno que dirigió Manuel Becerra Acosta, continuó en La Jornada (medio en el cual se mantiene), publicaciones como Proceso y El chamuco, advierte que no observa un clima de censura sistemática en México como pregonan algunos analistas y espacios mediáticos. “No veo una censura directa, así como la censura que en el porfiriato vendría de don Porfirio o que en un momento venía del PRI o del Presidente”.
Ante un público atento, presentó el pasado viernes en la capital potosina su más reciente trabajo sobre el genio de Aguascalientes José Guadalupe Posada, titulado Posada, la vida no vale nada y la hoja suelta un centavo, una novela gráfica en la que a través de ilustraciones expuestas a manera de historietas (muchas de ellas una reinterpretación de las ilustraciones, litografías y grabados originales de Posada), cuenta diversos episodios de la vida del creador de La Catrina, como su infancia y muerte; así como dos capítulos más, uno sobre El chalequero, un personaje considerado el primer asesino serial en México a finales del siglo XIX y sobre el que Posada realizó diversos grabados; así como otro dedicado al llamado baile de los 41, en el que contextualiza ese caso y el escándalo social (y el escarnio moralista) que supuso para la época.
En entrevista, Rocha habla de su novela gráfica sobre Posada, de su trabajo como caricaturista y del papel del periodismo frente al poder.
Astrolabio: ¿De dónde surge tu interés por la figura de Posada y qué aspecto en particular de su obra te interesó recuperar en tu trabajo Posada, la vida no vale nada?
Gonzalo Rocha: El interés viene de largo, Posada nos representa por el simple hecho de nacer en México ya es uno de tus referentes visuales y La Catrina en particular o lo que conocemos de ella que originalmente es La Garbancera. Posteriormente, tuve la fortuna de participar en un suplemento de calaveras que hacíamos los días dos de noviembre en el periódico La Jornada, lo dirigía Magú y ese día pues convocaba a mucha gente a que escribiera los versos y a los caricaturistas. Siempre gocé mucho de ese día y participar en el suplemento que nos duró alrededor de 20 años o más.
Entonces no lo tenía tan consciente en el sentido de que estábamos retomando una tradición que empezó Posada, Manuel Manilla, y los caricaturistas de ese momento en que iniciaban realmente los periódicos a finales del siglo XIX y hacían esas ilustraciones el Día de Muertos. Es curioso, porque Posada no era que pintara calaveras todo el tiempo, pero para nosotros que retomamos su trabajo o tiempo después, pues prácticamente lo que más nos llama la atención son los días de muertos. Lo hemos hecho el novio de la muerte, es imposible desvincular a Posada de la muerte, de La Catrina, de la calavera, y en realidad era un caricaturista que los otros 360 días hacía dibujos de otros temas. Cuando hacíamos ese suplemento teníamos muy presente a Posada.
Después me llega este momento donde me invita un amigo de Oaxaca que tiene un taller de litografía, trajo de Francia una máquina muy industrial de litografía en la que puedes hacer los tirajes rápidamente. Me invita y yo como que no sabía con qué tema y de repente se me ocurrió una ilustración que tengo de Posada con La Catrina que me gusta mucho, que es la que se convirtió en la portada del libro. Con esa empecé a hacer un trabajo de gráfica, en la máquina de litografía, y me encantó esta idea de estar como en el túnel del tiempo con una máquina que posiblemente usó Posada, la misma máquina porque él hacía también litografía y ahí empiezo. Luego este amigo me empieza encandilar más de ‘pues échate otra y otra’.

Me pareció un buen tema Posada, es un autor al que conozco, es un artista, un periodista como yo. Por muchos lados sentí una identificación con ese tema para seguir haciendo ese arte gráfico y me fui empapando más del tema, más de lo que yo ya conocía. Me va fascinando más y de repente vi que no se había hecho una historieta, que se habían hecho muchos libros de historiadores, ensayistas, todo el mundo ha hablado de Posada, es el gran artista mexicano y el superhéroe cultural mexicano. A todo el mundo le funciona muy bien… funciona pues porque era una persona que no era un artista, no tenía odios o camarillas, sino que era un periodista, una persona humilde, tanto de origen como como de proceder y eso pues para esa primera generación que lo retoma, es muy importante. Los muralistas lo retoman, es este artista emanado del pueblo y para estos que son los artistas de la Revolución les queda perfecto.
A: En alguna entrevista planteabas la idea que comentaste en la presentación del libro que Posada no es un artesano ni un artista, sino que es un periodista. ¿Cómo defines su trabajo periodístico?
GR: Posada yo digo que no es un artista y no es artesano. Para que sea un artista tendría que haber tenido como esas pretensiones y él estaba haciendo un trabajo constante y de corto plazo. No tenía pretensiones de trascender, sino de que su dibujo, su imagen, saliera en un periódico. Y no es artesano, porque los artesanos son bastante más originarios de un lugar, la artesanía se circunscribe a un espacio geográfico, tiene más como una identidad más concentrada. En cambio, él es alguien que representa lo nacional: está dibujando el águila y la serpiente, a la Virgen de Guadalupe, está dibujando los ferrocarriles, lo que es el México de ese momento.
Él es un hombre moderno, industrial. No existe un trabajo original de puño y pluma de él, no existe…el dibujo como tal, en un papel dibujado por él no existe, no quedó. Todo lo que tenemos de él pasó por una máquina: es él, la máquina y nosotros. Fíjate ahí qué moderno se vio, porque hasta a los artistas posteriores les costaba mucho trabajo meterse con la máquina, como que ellos sí tenían esa pretensión de artista, entonces era el arte original, hasta cuando hacen gráfica lo firman, lo numeran y hacen tirajes. En Posada no, era un trabajo periodístico, para una inmediatez periodística.
A: Posada es también un cronista de su época, en particular es muy conocida su ilustración del caso del baile de los 41, que aparece con el título “Los 41 maricones”. En tu libro le dedicas un capítulo a ese caso, ¿qué encontraste e investigaste sobre esto en particular?
GR: En ese capítulo del libro, así como como también en el del Chalequero, me pareció importante abordar los temas que abordaba Posada, un poco para decir: un periodista que trabaja tanto, pues esto es parte de su vida, estos temas se volvieron parte de su vida. De los 41 no es la única esa imagen que es la más la conocida, hizo otras varias. Es parte de sus temas, de lo que se sienta a trabajar varios días, parte de su vida. En estos capítulos trabajé su presencia un poco tangencial, pues él no es el protagonista principal de estos capítulos, sino estos personajes o estos sucesos.

El caso de los 41 me resulta muy interesante porque es como una carambola de tres bandas: estás hablando de Porfirio Díaz ya grande, en sus últimos 10 años, el baile de los 41 aparece fechado en uno de los periódicos que saca el tema el 20 de noviembre, pero de 10 años antes de la Revolución, es el 20 de noviembre de 1900. Son 10 años antes de que decaiga totalmente la dictadura de Porfirio Díaz, que ya es un hombre grande, ya está casado con Carmelita Díaz, quien hace este Porfirio que conocemos, elegante, que lo viste, porque ella es una mujer de alta sociedad y se dedica a tener a su hombre presidente, lo tenía hecho un figurín. Yo creo que no era una relación ni tan sexual ni tan de pareja en el otro sentido, era una relación de poder muy interesante.
En este capítulo rebota la historia de Carmelita con la primera hija de Porfirio Díaz, que tuvo con una soldadera de un pueblo del que no está muy clara la geografía y si era Puebla o de Guerrero, hoy el lugar está en Guerrero, pero en aquel entonces no existía ese estado, entonces no sabe si era Puebla, Oaxaca. Esta niña, la hija de Porfirio, llega a vivir con él hasta los 10 años. Me meto a ver toda la historia de cómo esta mujer indígena, soldadera de un pueblo serrano se acerca al papá de la niña y ahí van saliendo todas esas historias. Y luego como ella llega a la casa del presidente y está Carmelita Díaz, y la casan con este hombre que va a detonar el escándalo, que es un cuate homosexual, (Ignacio de la Torre y Mier), es un potentado, un hombre muy rico, creo que en aquel entonces tiene la fábrica de caña de azúcar más grande del mundo. Es pues, el poder político encontrándose con el poder económico: el yerno adinerado, que tiene sus broncas con Porfirio Díaz y en medio que está casado con la hija, su homosexualidad escondida y que va a parar al baile de los 41.
A: A propósito de esta imagen de Posada del baile de los 41, decías que con el tiempo y en el momento actual ha pasado a ser aceptada o bien recibida por la comunidad gay, que no la ven como como algo ofensivo ¿te parece que es así?
GR: Sí, eso pasaba mucho con Posada. En algunos casos, cuando se trata de políticos, tenemos un poco la hipótesis de que quizá Antonio Vanegas Arroyo (editor de Posada y de múltiples impresos, como las hojas sueltas) a veces no quería dañar tanto a una persona porque son momentos de efervescencia política muy cambiante. Por ejemplo, hay páginas, hojas sueltas, que tienen un corrido que habla pésimo de Zapata, lo ponen terrible y en el dibujo no, le cambias el texto por uno que diga que es el héroe del sur y queda perfecto, quién sabe si era intencional, como decir ‘qué tal que Zapata sí se hubiera quedado en la silla y no nomás se hubiera tomado la foto con Villa, ¿cómo vamos a quedar nosotros?’. A lo mejor Posada ya no tenía un filo tan fuerte y, por ejemplo, en este caso en que luego sí hubo mucho escarnio contra los homosexuales de esa fiesta, pues él (en el dibujo) no los trató tan mal, es bastante amable, bastante armónico.
A: ¿En qué momento Posada se vuelve un icono muy poderoso de la cultura popular en México?
GR: Yo creo que tiene varios varios momentos: él fue popular más allá de los intelectuales que lo reconocen o no, su primera manera de conocerse con la gente fue así, pues hizo un arte popular sobre todo con Vanegas Arroyo en las hojas sueltas que llegaban a tener tirajes altísimos, hay un registro que tiene una historiadora que de repente mandaban a Chihuahua 100 mil ejemplares ¿dime tú si no era conocido si en aquel entonces se reproducían de tu dibujo 100 mil copias y se mandaban esos nada más para Chihuahua? Era un cuate famoso, conocido entre el pueblo; el segundo momento es cuando ya muerto, como unos 20 años después llega a México Jean Charlot, quien llega primero de ayudante Diego Rivera para sus murales y después él mismo hace murales. Charlot tenía bastante experiencia de grabado y él es el que dice ‘este cuate es muy bueno’. Les abre los ojos a los demás, me consta porque hay un artículo muy antiguo de Revista de revistas donde describe el trabajo de Posada y dice por qué le parece muy bueno, es de 1925; el tercer momento es con Diego Rivera, quien le hace caso a Jean Charlot, lo empieza a retomar más y a decirles a todos: ‘vean este cuate sí vale mucho la pena’. Y en 1947, cuando hace su mural, Sueño de una tarde dominical en la Alameda, es cuando culmina esta visión de la muerte y deja de ser La garbancera, nada más basándose en ese antiguo grabado de Posada y lo convierte en La Catrina que hoy conocemos y que nos representa tanto.
La Catrina es una creación a cuatro manos: de Posada y de Diego Rivera. Antes de morir, Posada deja preparado el dibujo para ilustrar La garbancera, un corrido que habla sobre la gente y en este caso particular sobre las mujeres que gastan todo su dinero en un sombrero y no tienen para vestirse. Es una crítica a la pretensión, a la ostentación cuando no tienes, es como el nuevo rico. Aparece dos veces: primero la calavera de La garbancera, pocos años después aparece con el título de La calavera fifí. Él nunca la vio reproducida, muere en enero (1913) y esta imagen aparece por primera vez nueve meses después, en noviembre ya que había fallecido, no la vio impresa, es posiblemente su último dibujo.
A: Pareciera que hay una controversia sobre si Posada colaboró en publicaciones como El Ahuizote o El hijo del Ahuizote, de clara militancia antiporfirista; El Fisgón ha planteado que no que no fue así. ¿Posada fue un artista revolucionario o qué documentas sobre este caso particular?
GR: Es alguien revolucionario en su forma de ilustrar para los periódicos, en ese sentido sí. Políticamente no creo que era un porfirista o un antiporfirista. No es alguien que trabajara para una prensa ideológica como tal, como Daniel Cabrera (fundador de El hijo del Ahuizote) que sí trabajaba y eran gentes vinculadas a clubs o partidos políticos. Hay que recordar que Daniel Cabrera cuando ya está muy dañado de salud, tiene El hijo del Ahuizote y se los da a los hermanos Flores Magón antes de que ellos tengan el otro cabezal del periódico Regeneración. Necesitan un cabezal y usan este. Daniel Cabrera en ese sentido sí es el héroe que hubieran querido ver Diego Rivera y todos ellos, lo meten a la cárcel muchas veces y termina muy dañado de salud por esas estancias en prisión.
Hay varias ilustraciones (de Posada) donde Porfirio aparece bien, el texto bien, porque pues seguramente las condiciones y Vanegas Arroyo no se quería meter en broncas, él hacia una prensa popular, con temas populares, pero no hace una prensa ideológica. Él no estaba ni tumbando a Porfirio Díaz, ni haciéndole el caldo gordo, más bien estaba navegando con esos tiempos y hablando mal de los opositores. Aunque luego llega Madero y habla bien de Madero.
A: ¿Y Posada sería el mismo caso, está en la misma lógica?
GR: Posada trabaja en esa lógica. Ahora, pues también padecía el porfiriato, tampoco era alguien entregado, así como de estar en la prensa que hablaba todo el tiempo bien de Porfirio Díaz. Posada sí participa en la prensa laboral, en la prensa de trabajadores, de organizaciones mutualistas, hacía mucho trabajo a favor de los obreros, tiene caricaturas antiimperialistas contra el Tío Sam, en fin.
A: ¿Al final de su vida Posada termina con problemas de alcoholismo, lo reflejas en tu trabajo, abandonado, solo por completo?
GR: Sí, ahí es más la investigación que hizo Agustín Sánchez González (autor del libro Posada), de hecho le doy un crédito en el libro, porque es quien saca más ese dato de que Posada no estuvo presente cuando muere su hijo; también el historiador Mercurio López Casillas tiene muchos testimonios, por ejemplo, de que falta su trabajo, de que ya su trabajo empieza a hacerse repetitivo, de que empiezan a truquear y poner ilustraciones para tapar huecos, de alguna misma ilustración que se utiliza varias veces para hablar de cosas diferentes. Viene como este declive de que el hijo muere 10 años antes y luego desaparece la esposa. Hay testimonios que hablan de doña Jesusita (esposa de Posada) y de repente ya no aparece al final. No sabemos si Jesusita se murió antes, se regresó a León o lo abandonó. El caso es que cuando muere Posada está totalmente solo, son unos amigos de él los que firman las cosas que hay que firmar, los que pagan la caja para sacarlo de ahí. Pagan al principio una cripta de quinta y luego nadie la paga y pues va a la fosa común.
A: Hablando de otros temas, ¿qué opinión tienes de lo que sucede a nivel político con los gobiernos de la cuarta transformación?, ¿crees que la libertad de expresión se encuentra en riesgo, como plantean muchos analistas que dicen que ya es el “fin de la república” o cuál es su percepción al respecto?
GR: No, yo creo que no, creo que para empezar hay nuevas tecnologías que permiten una expresión de mucha gente ni siquiera que entra, digamos, en los términos del periodismo profesional. Hay crisis, pero por una cuestión más bien tecnológica de los medios, durante mucho tiempo hubo como un momento muy estable, había periódicos de papel que ofrecían suplementos, que concentraban la información. Ahorita hay una dificultad de esos medios tradicionales en que sean los representativos de comunicarse con la gente y estoy hablando no nada más de periódicos o de periódicos críticos, sino de la televisión. Lo que antes era Jacobo Zabludovsky y casi el ritual de ver el noticiero a cierta hora pues ahora ya no, tenemos 10 mil ofertas diferentes en YouTube y no te tienes que esperar hasta las 10 de la noche, ni esos personajes son ya los líderes de opinión. No creo que exista ya un líder de opinión como en el algún tiempo lo hubo.
Hay referentes (de la comunicación) y no los veo censurados, todo lo contrario: yo veo que estos dos gobiernos de la cuarta transformación han sido tremendamente criticados, y luego algunos le juegan a la víctima como esta ambigüedad, por ejemplo, de Loret de Mola de que siempre ha manejado como que está fuera, de hecho hasta esta cosa que se llama Latinus al principio jugaron de que iban a estar fuera del país, Brozo manejaban así como como si se tuvieran que exiliar, pero en realidad nadie los ha corrido. O estas cosas con López Obrador de que se metía mucho con ciertos periodistas en la mañanera y eso puede ser visto como que el poder presidencial estaba fustigándolos mucho. Pero esos periodistas mediáticos no han tenido problema, hay violencia en el país sí y hay mucho periodismo casero, mucho periodista muy local ante poderes muy locales muy violentos y ahí sí hay una gran persecución de esos periodistas, y no tanto una persecución, sino que los matan porque están tocando fibras en ciertos lugares.
Creo que no es una censura directa, no viene así como la censura que en el porfiriato vendría de don Porfirio o que en un momento venía del PRI o del Presidente. No veo esa censura.
A: ¿No hay un caso documentado en esta etapa parecido a lo que fue el golpe contra el periódico Excélsior, de Julio Scherer, o el caso de censura contra José Gutiérrez Vivo, o de forma más reciente con lo que sucedió con Carmen Aristegui en sexenios anteriores?
GR: No, yo no veo que haya habido así como esos casos; tampoco veo tan contentos a los poderes fácticos con la 4T como sí estaban con el PAN o con el PRI. Con el PRI, durante muchísimos años el poder mediático era uno con en el gobierno, incluso Emilio Azcárraga, el dueño de Televisa, decía ‘soy un soldado del PRI’; con el PAN estaban fascinados porque Vicente Fox les dio el decretazo (la concesión del 12.5 por ciento de tiempos oficiales del gobierno que regaló a los medios) y que favoreció a los concesionarios de la radio y la televisión, sobre todo al poder mediático de la televisión que es muy potente; a Salinas Pliego hasta le presta dinero Raúl Salinas para hacer su televisora. Estaban muy contentas las élites con el PAN y el PRI, pero cuando llega la 4T, ya no están tan contentas. Por eso, el presidente López Obrador tiene que cumplir con hacer una mañanera, con ser su propio vocero, él sabía que los poderes fácticos lo iban a apachurrar si los dejaba. Y hacer una mañanera tanto para él como para Claudia Sheinbaum es muy necesario y es un gran trabajo: te habla de que todos los días tienes la disciplina de estar desde temprano exponiéndote, aunque pueda haber periodistas ahí maiceados o controlados o youtuberos, pero es una exposición diaria y es un contrapeso al poder mediático.
A: ¿No ves que exista censura?
GR: No, no veo esa censura y más bien veo que por primera vez el gobierno tuvo que enfrentarse, por ciertas posiciones del bien común que va a instrumentar, pelearse contra el poder mediático que es tremendo, es el capital; hay algunos, que se acomodan hasta Televisa se acomoda, le da juego al gobierno, pero de lo que le nace en realidad a la clase alta de México es no ser de izquierda y no tener nada que ver con los de izquierda y en la medida que pueda medrarlos.
A: Antonio Helguera (caricaturista de La Jornada, fallecido en 2021), además de reconocer que apoyaba a Andrés Manuel López Obrador y que era válido asumir una postura política, advertía que “el apoyo incondicional no sirve para nada, el apoyo debe ser crítico”, hacia este proyecto político ¿coincides con esta idea?
GR: Sí, claro. Yo en mi trayectoria nunca he hecho una crítica interesada en el sentido de que me pagaron por hacerla: si critiqué al PRI durante muchos años de mi vida lo hice por lo que representaba, de mafia, de cómo se fue descomponiendo un proyecto revolucionario de hace muchos años y en lo que terminó; del PAN igual, o sea, se le criticaba pues todo lo que tenía que ver con su forma muy excluyente de hacer política y no porque en aquellos tiempos me pagara el PRD por hacerlo, que con el PRD, digamos, simpatizaba yo más.
Considero que la crítica es benéfica, si el poder supiera leer la crítica corregiría cosas: tú eres el que me está advirtiendo te estás volviendo mafia, te estás volviendo autocomplaciente, no te estás comunicando bien con la sociedad, estás gastando donde no se debe gastar, estás robando, está habiendo corrupción, etcétera. Tú (como periodista) estás hablando desde el espacio de la sociedad y desde allí creo que estás haciendo una crítica, de lo que es visible. El poder tiende siempre a amurallarse mucho, cualquier poder, incluido el de la 4T y todos.
A: Algunos compañeros tuyos, caricaturistas de La Jornada, como El Fisgón, Helguera que ya falleció, o Hernández, mantienen una postura de simpatía hacia este proyecto político de la 4T ¿tú simpatizas con este proceso que se está dando en México?
GR: Sí, yo simpatizo con la izquierda, ¿qué es la izquierda para mí?pues la posibilidad de hacer políticas sociales para más gente, para eso que se llama el bien común y no siempre la 4T representa eso. Tienen un grito de batalla que es ‘por el bien de todos, primero los pobres’, y tienen más conciencia, digamos, del México profundo, del México más de abajo, que los otros partidos, lo dicen más, son más explícitos, pero también hay desviaciones.Yo por ejemplo, aunque simpatice con la ideología general o con la presidenta Claudia Sheinbaum, pues a los gobiernos de los estados los veo casi igual que lo que fue el PRI: Cuauhtémoc Blanco, Morena, lo que tú quieras, pero pues es un hampón, es un impune; Cuitláhuac García hizo un trabajo muy mediocre en Veracruz, también medio corrupto; Tamaulipas, con Américo Villarreal, o estos personajes que se pasaron del PRI, que se acaban de quitar la camiseta de priistas y ya están acá, pues no veo que estén haciendo cosas de izquierda. ¿Qué va a hacer Morena con ellos? pues es problema del partido. Yo simpatizo con la idea general, pero si no la van a aplicar, pues yo la voy a criticar, no me tengo por qué tentar el corazón ante criticar a Cuauhtémoc Blanco o Adán Augusto y la porquería que está saliendo.

A: Además de ese pragmatismo, ¿qué otras cosas cuestionarías de este proceso político que se asume como de izquierda?
GR: Hay que enfrentarte a dibujar al poder, porque al poder no le gusta ser dibujado, no lo vas a dibujar bonito, lo vas a criticar. Es importante que les estés dando coscorroncitos. Tú tienes que ser crítico porque sinceramente te sale esa crítica, ahora, no quiero hacer el caldo gordo a la derecha, pero no por no hacerle el caldo gordo a la derecha, no voy a criticar. Desde López Obrador para acá es un gobierno con el cual simpatizo, me cuesta trabajo criticarlo cosa que nunca me había pasado con Peña Nieto, con Calderón, con Fox, no tenía ningún conflicto en criticarlos. Aquí sí, pero lo tengo que hacer, no lo puedo dejar de hacer, no debo dejar de hacerlo.
A: Finalmente, qué piensas del surgimiento de las inteligencias artificiales, pareciera que en poco tiempo van a desplazar trabajos que realizan hoy personas de carne y hueso, no solamente trabajos mecánicos, sino también de tipo intelectual como es el periodismo, ahora mismo en muchas redacciones empiezan a utilizar inteligencias artificiales para hacer ilustraciones, por ejemplo, que era el trabajo de los caricaturistas o para elaborar textos. ¿cuál es tu opinión al respecto de este futuro que viene?
GR: Creo que el dibujo sigue teniendo sentido, ahora veo que empieza a ver estas ilustraciones de inteligencia artificial, pero creo que con el tiempo se van a ver muy repetitivas, son ilustraciones que a veces las ves en periódico o en un medio digital muy parecidas, no se distingue una de otra. Parte del chiste de la caricatura es que sí haya una distinción, no nada más que esté bien dibujada. En el caso del humor, creo no hay para divagaciones, la inteligencia artificial ahí sí topa con pared ¿cómo va a hacer chistes? Tú le preguntas chistes a la inteligencia artificial y te saca una lista de chistes maletas, pero no te crea un chiste, porque el chiste no es lógico, lo hace una persona viva, una persona que se ríe. Las máquinas no se ríen. Entonces, pues ahí sí topa con pared la inteligencia artificial.
A: ¿En otras áreas del periodismo puede impactar más?
GR: A mí más que preocuparme la inteligencia artificial me preocupa que el lector se conforme con poco y que el editor de medios también se conforme con poco que dar. Lo que hablábamos hace rato, que Julio Scherer (director de Excélsior y fundador de Proceso) llamara a Jorge Ibargüengoitia porque escribía y detectó en él una chispa y dijo ‘no me interesa tener política todo el tiempo, no me interesa agotar al lector con puros problemas’ y entonces llevar a un tipo que le dé algo placentero al lector, esoimplica a veces dinero, implica tener un autor que va divagar un poco, a hablar de otras cosas y te va a abrir otros panoramas.
En una nota igual: una inteligencia artificial no te va a hacer una buena entrevista, porque la buena entrevista es viva, tú ves al personaje, tú le sacas, tú metes de tu propia cosecha cosas. Me preocupa si las casas editoras se van conformando con darte un trabajo mediocre y el lector también se va conformando en no distinguir cuando está frente a una buena entrevista: tú lees las entrevistas de Julio Scherer y son unas descripciones maravillosas, esas entrevistas no te las puede hacer una máquina que te puede juntar palabras, pero no tener esa pulsión.
A: ¿Eso es lo que más te preocupa?
GR: Sí, la inteligencia artificial puede ser una buena herramienta, imita en mucho lo real, pero pues no es lo real. No nos conformemos con una imaginación de la realidad, vayamos por lo profundo, por lo real.