¿Qué tan religiosos serán los mexicanos del 2030?

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Ciudad de México (25 de marzo de 2016).- Si bien es un lugar común presumir de la religiosidad de la población mexicana, la realidad dice algo muy diferente. Desconozco si en el resto de los países de América Latina se ha perdido el fervor religioso pero, lo que es en México, es un hecho más que evidente el profundo cambio cultural que se ha registrado en ese aspecto.

Estos días, llamados todavía hace unos años, Días Santos, eran ocasión para que millones de familias mexicanas acudieran a los templos para cumplir con lo que la Iglesia católica plantea como obligación. Los templos, esos días, eran espacio para mostrar una constante mantenida durante siglos: el fervor religioso de los mexicanos, casi desde la llegada misma de los españoles en el siglo XVI.

Si bien algunas de esas muestras rebosaban y aún hoy, rebosan de paganismo, nadie ponía en duda la religiosidad del pueblo mexicano. Sin embargo, algo cambió en estos últimos tres o cuatro decenios; los censos ya lo registran; al principio inadvertido, el Censo 2010 arrojó un porcentaje de la población censada digno de ser analizado; esos mexicanos aceptaron no profesar la religión católica o se declaró ateo (17%, si no estuviere equivocado).

Algo cambio pues, en el paisaje de la religiosidad mexicana. Estamos ya, se acepte o no, ante un fenómeno que ha sorprendido a no pocos; no es únicamente la caída en el número de los declarados católicos, sino que las muestras mismas de religiosidad y respeto de ciertas normas, parecen haberse perdido en amplios sectores de la sociedad mexicana.

Si usted que me lee tiene más de 50 años de edad, recordará cuál era el comportamiento de decenas de millones de mexicanos estos días santos; hoy, la regla es otra. Hay que salir a algún lugar de recreo, ir de compras a alguna de las ciudades favoritas de los mexicanos: San Antonio, Houston o Nueva York y, no pocos, aprovechan estos días para ir de vacaciones con la familia a Disneyland o Disneyworld.

¿Dónde quedaron los días santos, cuando uno sentía en el ambiente el fervor religioso de amplísimos grupos sociales. ¿Dónde quedó todo eso? ¿Qué cambió, y por qué? ¿Quién indujo ese cambio; acaso fue El Maligno que dicen, está en todas partes y no descansa?

Este cambio cultural, que ha dejado vacíos o semivacíos los templos, ¿qué consecuencias tendrá en la religiosidad de decenas de millones de mexicanos en los próximos quince o veinte años? ¿Quién en su sano juicio podría asegurar hoy, que los pocos mexicanos de la tercera edad que acuden hoy a los templos, mañana se verán acompañados por millones de jóvenes?

Este cambio, hay que decirlo, no se ha dado solo; a él le acompaña un conjunto de valores, actitudes y prácticas, que todavía hace unos cuantos años era impensable que tuvieran cabida en una sociedad eminentemente católica como la mexicana. El aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo y la adopción de menores por parte de ellos; la maternidad subrogada y las prácticas de fertilización para satisfacer el deseo de ser madre —de no pocas mujeres— entre otros, son muestra clara de un cambio cultural, presente ya, en la sociedad mexicana.

¿Qué veremos de aquí al año 2030? ¿La profundización de las tendencias que se advierten hoy en la sociedad mexicana, o como algunos optimistas afirman, se recuperará el fervor religioso que hoy parece perdido? ¿Aceptarán las nuevas generaciones, ceder lo que consideran ya, una victoria?

¿Usted, cómo ve este proceso de cambio? ¿Ya lo hizo suyo?

Fuente: Excélsior. (Por Ángel Verdugo)

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