Tragar sapos

Antonio González Vázquez

La tarde del 6 de julio, un mes después de las elecciones, Juan Manuel Carreras López debió tragar sapos sin hacer mutis: fue anfitrión de alguien cuya familia lo ha insultado y amenazado.

El priísta recibió en la Casa de Gobernadores al electo, José Ricardo Gallardo Cardona, para iniciar el proceso de Entrega-Recepción de la administración estatal. Al final del encuentro, de pie junto un lábaro patrio, se estrecharon la mano.

Se diría que se trató de un gesto de civilidad política y de institucionalidad ejemplar, pero bien mirado, para el mandatario debió ser una situación incómoda, una circunstancia difícil de soportar.

Aunque no es excepción, sí resulta infrecuente que alguien insulte o amenace al gobernador desde la plaza pública y no haya consecuencia alguna de tales afrentas.

En ciertos momentos de conflicto con el poder público, no faltan los abucheos, rechiflas, consignas venenosas, insultos y señalamientos flamígeros contra el gobernador en turno y no pasa nada, pues pueden se expresiones que surgen de una masa o bien, son aisladas.

La desaprobación a un gobernante tiene entonces variadas formas de expresión y hasta se puede pensar que el aludido se ha curtido frente al vituperio del que puede ser objeto.

Como sea, al gobernador se le ve con cierto respeto por la institución de representación que ostenta; está más habituado al aplauso, a la condescendencia y a la adulación, que al desprecio y al insulto.

Carreras López debió tragar sapos al reunirse con Gallardo Cardona y debió tener en la memoria aquel 7 de junio, cuando Ricardo Gallardo Juárez, padre del gobernador electo, le llamó “cabrón”.

Ese día, en el mitin de de celebración del triunfo electoral de su vástago, al referirse a Carreras López, en una arenga a la multitud en la Plaza Fundadores, advirtió: “no se le ocurra a ese cabrón hacer un fraude”.

A un mes de ese evento político, impasible, Carreras López se tomó la foto con Gallardo Cardona. Tragar sapos es una virtud en política, pero debe ser muy doloroso guardarse sentimientos frente a la amenaza o el insulto.

En la imagen, Carreras y Gallardo se estrechan la mano y sonríen; la sonrisa del electo es explicable, pero la del saliente es incomprensible, a menos que no tenga memoria ni dignidad.

“Se lo va a llevar la chingada si vuelve a hacer algo”, amenazó aquella vez Gallardo Juárez a Carreras. Al encontrarse con “El pollo”, el gobernador tragó sapos que probablemente aún no termina por digerir.

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