Antonio González Vázquez
Cuando Manuel Fermín Villar Rubio llegó a la Rectoría de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí el ambiente era muy distinto al que se vive ahora, a días de entregar el cargo. Privaba un clima preelectoral y el entonces rector Mario García Valdez estaba por convertirse en candidato a presidente municipal de la capital por el PRI.
No había entonces escándalos de acoso sexual en donde estuvieran involucrados docentes de la institución, pero sí una operación política desde el Edificio Central universitario para que su rector, en el corto plazo, fuese candidato. Y lo fue.
El Consejo Directivo Universitario sesionó el 27 de febrero de 2012 para aprobar la solicitud de licencia (que en realidad era de renuncia) presentada por el rector Mario García, a quien sólo le faltaba un mes para cumplir el periodo para el que había sido electo.
Le urgían los tiempos políticos separarse del cargo, así que lo hizo.
En esa misma sesión, una vez aprobada la renuncia de García, el Consejo Directivo Universitario dio paso a la elección de rector sustituto para concluir el periodo 2008-2012. La votación fue unánime a favor del Secretario General de la UASLP, Manuel Fermín Villar Rubio.
El rector sustituto rindió protesta para concluir el periodo. Ya llevaba siete años y 11 meses como Secretario General.
Luego, el 2 de abril de 2012, el Consejo Directivo Universitario volvió a sesionar de manera extraordinaria para elegir al entonces sustituto, Manuel Fermín Villar Rubio, como rector para el periodo 2012-2016.
En ese proceso, Villar fue candidato único y fue propuesto ante el Consejo por parte de los entonces directores de Estomatología y Medicina, Luis Armando Leal y Jesús Eduardo Noyola Bernal, respectivamente.
Villar Rubio no rindió protesta el día de su elección sino un mes después cuando presentó el Informe Anual de Actividades 2011-2012 que, en los hechos, correspondía a Mario García.
En su primer discurso como rector ante el pleno del Consejo, Villar Rubio dijo a consejeros maestros, consejeros alumnos y directores de escuelas y facultades, que se sentía muy agradecido por el hecho de que hubieran depositado en él la confianza “para dirigir los rumbos de esta universidad que hoy vive, sin duda, uno de los mejores momentos de su historia”.
Cuatro años después, el 5 de abril de 2016, el Consejo Directivo Universitario aprobó la reelección de Villar Rubio como rector para el periodo 2016-2020; fue la única postulación, obtuvo 54 votos y hubo una abstención. Días Después, en sesión ordinaria, se le tomó la protesta.
Aunque en aquella ocasión ya se aireaban ciertas inquietudes respecto de la necesidad de democratizar la elección de rector en la UASLP, el proceso salió planchado con pulcritud, pues nadie levantó la mano como ahora que hay cuatro aspirantes visibles que buscan el cargo.
No obstante que fue candidato único y que sólo había algunas referencias en ciertos sectores de la prensa respecto de la unilateralidad de la elección con fines de continuismo, en su primer discurso como rector electo para el período 2016-2020, Villar dijo lo siguiente:
“Expreso mi reconocimiento al Consejo Directivo Universitario por no sucumbir ante presiones externas y anteponer los intereses institucionales a los personales, por consolidar con sus acciones el proceso interno de autogobierno y de autonomía que ha caracterizado a lo largo de la historia”.
Hoy, en la víspera de que salga humo blanco del Edificio Central en la plaza de los Fundadores, ante la crítica en contra del proceso de renovación de la Rectoría, la narrativa es la misma de hace cuatro años: la universidad que se dice objeto de presiones externas.