Frater Ignatius
Los tiempos que corren son muy interesantes. Nos encontramos en un momento de la historia humana realmente fascinante y al mismo tiempo peligroso. El advenimiento de la Inteligencia Artificial lo está cambiando todo y literalmente va a transformar el rostro de la humanidad, tanto para bien como para mal, lamentablemente.
La literatura sobre el tema es enorme. Tenemos obras de todo tipo, desde especialistas hindúes que nos enseñan cómo piensan las máquinas hasta conspicuos historiadores que pregonan los riesgos de permitir que se abra la caja de Pandora de algo que no podremos controlar en absoluto.
Podemos inferir que hay dos equipos, por así decirlo, de especialistas. Unos se encuentran en el lado fatalista de la historia y los otros son a veces demasiado optimistas. Nuevamente recurrimos al contraste en lugar de pensar que se puedan dar los dos aspectos y en distintos campos o ámbitos.
No es fácil pensar en todas las consecuencias a futuro que tendrá el uso de la I.A. Lo que es cierto, es que ya estamos viviendo asombrosamente. Debemos abrir los ojos ante la maravilla o portento del cruce entre el lenguaje que todos hablamos, el lenguaje específicamente humano y las matemáticas. Definitivamente todos estos científicos de la computación encontraron la forma de equidistar ambos mundos y combinarlos de tal manera que generen algo coherente, con lógica, generativo, creativo e incluso lleno de detalles que escapan a nuestra consciencia.
Como se ha demostrado con los programas de Alpha Go o Alpha Zero o Alpha Fold, aunque estén centrados en juegos o en desentrañar los laberintos de una proteína, éstos son capaces de crear y de irse por caminos que escapan a la comprensión humana. Lo anterior ya es decir demasiado y nos encontramos apenas en los inicios de todo este universo.
De alguna manera, el futuro ya está aquí y a cada momento miramos los milagros que se dan en este campo de la I.A. No obstante, también hay peligros.
Es evidente que se requiere una legislación para medir los alcances y controlar al monstruo. No podemos controlar lo incontrolable y esos agentes o entidades ya las tenemos con nosotros. Son una especie de espejo en donde nos miramos e incluso hay cuestiones inconscientes que emanan de esa especie ya no de oráculo sino de grandioso cerebro universal. Todavía estamos a tiempo de poner una especie de freno a lo que se avecina. Sabemos que gana el deseo de lucro y la soberbia. Algo de todo esto es una verdad rotunda: Si no controlamos de alguna manera la I.A., producirá muchas cosas buenas, pero al mismo tiempo pueda provocar un cataclismo como nunca antes lo hayamos visto.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Administración y Maestro con especialidad en Educación por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey. Amante de la cultura, la filosofía, la literatura, el cine y las matemáticas. Gusta de leer y escribir sobre historia, psicología y filosofía.






