Por Victoriano Martínez
Desde hace 25 años, el 18 de mayo se convirtió –sin ser el día de la dignidad ciudadana– en la fecha en la que, tal vez públicamente pocos pero seguramente en privado muchos más, recuerdan al Doctor Salvador Nava Martínez como el último líder que abrió esperanzas reales de que desde el gobierno se atendieran los intereses de la ciudadanía.
El Doctor Nava murió a las 23:55 horas del lunes 18 de mayo de 1992. Dejó atrás el haber encabezado dos administraciones municipales que fueron ejemplo de lo que es gobernar al lado de la ciudadanía: los ayuntamientos 1958-1961 y 1982-1985. Sólo la administración 1988-1991, encabezada por su seguidor Guillermo Pizzuto Zamanillo, retomó el modelo.
También quedaron atrás sus dos épicas batallas por llevar un gobierno ciudadano a la gubernatura estatal que exhibieron de lo que es capaz el sistema político mexicano para impedir que se gobierne con el pueblo: represión violenta en 1961 y fraude electoral en 1991. Esta última batalla abrió un frente que desembocó en la ciudadanización de los organismos electorales.
Al doctor Nava no le alcanzó la vida para ver lo que parecieron ser los primeros pasos para la instauración de la democracia a la que siempre aspiró, y tampoco pudo ser testigo de la metamorfosis que volvió a gran parte de los opositores de aquel viejo PRI en comparsas, cómplices y nuevos sectores de un priísmo transformado en partidismo que no representa a la ciudadanía.
En su partida, el Doctor Nava estuvo consciente de lo mucho que faltaba para llegar a la democracia por la que encabezó a los potosinos. Así lo demostró en el último discurso que pronunció en la plaza pública el viernes 8 de mayo de 1992.
“Hay que dejar claro que el navismo no es Nava”, fue la expresión con la que transmitió la responsabilidad de continuar la lucha por la dignidad ciudadana y la democracia hacia quienes él siempre tuvo presentes en las acciones que encabezó y a quienes siempre se dirigió en sus discursos con el llamado que caracterizó el inicio de su oratoria: “pueblo potosino”.
“La semilla está sembrada y esa semilla tendrá que dar frutos, y esos frutos no tienen más que un solo destino: la democracia en San Luis Potosí que sirva como ejemplo para conseguir la democracia en México”, pronosticó aquella noche de su despedida pública.
En la oficina de la Presidencia Municipal que el Doctor Nava ocupó dos veces, cual si se tratara de la “contrasemilla” de la lucha por la democracia, ya se encontraba instalado Mario Leal Campos tras haber traicionado al movimiento navista: a pesar de firmar como dirigente del PAN el compromiso de hacer el vacío a la elección municipal de 1991, él mismo fue el candidato panista a la alcaldía.
La traición de Leal Campos, arropado con la inercia de la movilización navista y las esperanzas que de ella se desprendían, marcó el modus operandi de los nuevos usurpadores del poder: los partidos políticos que pronto descubrieron en la simulación de la democracia la vía para repartirse el acceso al erario para sus propios intereses, sin preocuparse por representar a la población.
En su discurso de despedida, el Doctor Nava encargó a los potosinos continuar en la defensa de los valores que enarboló. A 25 años de su partida, aquellas reivindicaciones resultan más necesarias que nunca para enfrentar gobiernos simuladores y coludidos con el crimen organizado, que imponen su ley a base de manipulaciones y miedo.
“No es cierto, como lo han dicho muchas veces, que ya estamos en la unidad. La unidad no existirá como lo es en realidad, más que cuando lo sea en democracia, cuando la mayoría sea la que marque las leyes”, son palabras que pronunció aquel viernes, pero que si se pronuncian hoy o mañana, tendrían la misma validez.
El Doctor Nava se despidió de los potosinos un viernes, y se marchó un lunes. Antes de irse tuvo el cuidado de dejar para los potosinos y para todos los mexicanos su “Carta por la Democracia”, que fue leída unos días después por su hija Conchalupe Nava Calvillo.
Si al despedirse, anunció que la semilla estaba sembrada, hoy –25 años después– la indignación que provocan la corrupción rampante alentada por la impunidad; gobernantes que usan el erario para controlar a la población con dádivas, manipulaciones y miedo, y la inseguridad generalizada ante la pasividad gubernamental, hacen imperativo atender el llamado hecho en su Carta:
“El principio de dignidad aglutina a millares de mexicanos sin distingo de ideologías y partidismos políticos. La dignidad de los mexicanos ha sido muchas veces vejada por el poder, violentando los derechos fundamentales de los mexicanos. Es por ello que hoy, esta dignidad reclama la instauración de la democracia en México; para su logro se exige una profunda reforma política y electoral”.
Sin ser el día de la dignidad ciudadana, cada 18 de mayo ha quedado convertido en un recordatorio de que se tiene que continuar la lucha por la dignidad ciudadana en la expresión que el Doctor Salvador Nava Martínez pronunció en su despedida pública: “Ustedes sigan luchando, ustedes nunca claudiquen”.