Verdes caprichos

Óscar G. Chávez

En el breve tiempo que Ricardo Gallardo ha ocupado la gubernatura del estado resulta difícil creer que pueda mostrarse desencantado de ella. Los primeros meses, los de la luna de miel todavía no concluyen; seguro todavía retumban en sus oídos las atronadoras ovaciones y aplausos que le fueron obsequiados durante su toma de posesión.

No sólo es el apoyo del pueblo el que lo impulsa a dar seguimiento y tratar de cumplir cada una de las promesas de campaña, sino las deudas que deben comenzarse a saldar con la franquicia partidista que lo llevó a la gubernatura, el Verde.

Sabido era, se dijo y se repitió hasta el cansancio que una vez que Gallardo llegara a la gubernatura, San Luis Potosí se convertiría en la caja chica del partido, Chiapas era el ejemplo. Una campaña como la que realizó aún antes de ser nominado como candidato es imposible de llevar si no se cuenta con un respaldo económico superior; gastar es lo de menos, pagar es lo de más.

El tan trillado Potosí para los potosinos resultó una farsa, legiones extranjeras comenzaron a apoderarse de importantes puestos secundarios; personas vinculadas al verde controlan direcciones vinculadas al área de ingresos. Pareciera que la fiscalización no recae en el gobierno potosino, es evidente que alguien tendría que llevar un registro puntual de lo que de aquella deuda puede pagar el erario potosino.

Desde luego que eso también explica el desesperado intento de recorte que casi desde el cambio de administración comenzó a realizarse dentro del abultado aparato burocrático. El fin, se argumenta desde dentro, es la necesaria austeridad; la realidad es que sólo reduciendo la cantidad de salarios a cubrir y adelgazando otros, se podrá ir saldando la deuda con la dirigencia nacional del Verde y otros que lo apoyaron.

Bajo estas directrices, no debe causar sorpresa que la vocación proteccionista hubiera claudicado frente a la necesidad de recursos; esto explicaría, por ejemplo, que una dirección como el Instituto de la Mujer, encargado de proteger a la mujer, rescinda el contrato a ocho mujeres que allí laboraban desde hace muchos años. Una realidad dual en la que una otrora feminista, ahora se convierte en cómplice de lo que criticaba en administraciones pasadas.

Dentro de esta lógica de reducción del aparato burocrático, Gallardo tiene a favor la opinión negativa que, generalizada, se tiene de burócratas y sindicatos, los cuales han desgastado el discurso de protección al trabajador, mediante plantones prolongados que se han mimetizado con el entorno de la ciudad, para luego pasando desapercibidos. Pierden fuerza, la misma que gana el gobernador.

Esperemos que esta fuerza la utilice para defender el agua que de territorio potosino amenaza con desviar para abastecer a su estado, el gobernador de Nuevo León. Añejo proyecto que en el pasado no fue realizado y que en el presente viene a resucitar otro personaje con fuertes trastornos psicológicos.   

También pareciera que las obras que ahora se realizan tienen el fin de matizar todas aquellas que no se podrán llevar a cabo por la simple razón de no contar con recursos económicos suficientes. Las habladas de Gallardo, en las que ponderaba su excelente relación con el gobierno central, ante el que  realizaba supuestas gestiones que le permitirían obtener fabulosas sumas de dinero en beneficio del estado, en eso quedaron: habladas.

Como seguramente no habrá hospitales, porque no fueron autorizados por el Insabi, ni muchas otras obras prometidas durante la campaña junto con el plato de lengua, es  necesario mostrar a la ciudadanía aquello que se percibe de cierta magnitud y beneficio social, el parque Tangamanga es muestra de ello.

Aciertos como el alumbrado, la repavimentación y el buen deseo del rescate del teatro de la ciudad, desmerecen ante los accesos de pesado volumen que enmarcan los caprichos, el mal gusto y la ignorancia del gobernante. La promesa de un río navegable (por fortuna todavía no iniciado) que hará al visitante sentirse en Reino Aventura o en las Vegas, fue el aviso de lo que vendría; un área de juegos infantiles anunciada por rótulos en inglés que indican que es el área de kids, no distante de la de pets. ¿Por qué no en español? Quizá porque el desconocimiento y falta de dominio que de él tiene lo lleva a despreciarlo.  

Frustraciones sociales, lingüísticas e idiomáticas, lejos de mostrarlo como un visionario lo presentan como un gobernador acomplejado y apochado, en busca de aceptación. No debe extrañarnos que cualquier día de estos nos encontremos frente a un letrero que nos indique que de Loneliness Ranch nos dirigimos a  Tangamanga Park. Avanzamos.

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