Por Leonel Serrato Sánchez
¿Ha notado que en todos los ámbitos, en algunos de a poco, en otros mucho más, algo no parece funcionar “como antes”?
Si, mire Usted, si se trata del tránsito, ahora la ciudad en donde estamos es terriblemente inhóspita, como si de pronto todas las personas que conducen automóviles se hubieran vuelto tontas o temerarias, o que quizás son lerdas, y van al paso, como si no tuvieran interés en llegar, y se nos ponen enfrente justo a nosotros cuando más prisa llevamos.
Le pongo un ejemplo, la avenida Salvador Nava Martínez, cuando uno circula del poniente al oriente, vamos a buen paso, incluso la mayoría de los conductores parecen ir arriba del límite de velocidad, y cuando vamos acercándonos al cruce de la avenida Constitución se acabó la vía rápida, todos los vehículos bajan drásticamente su velocidad, incluso algunas personas accionan sus luces intermitentes, como si estuvieran en presencia de alguna contingencia o incluso algún hecho de tránsito, y así, desde ese punto y hasta pasar el puente que llamamos de “Pemex”, a vuelta de rueda, en medio de un mar de coches y camionetas iluminadas como arbolito navideño con las luces de emergencia, pero gran sorpresa nos llevamos cuando pasando el puente la circulación recobra su agilidad, y nunca pudimos ver dónde estaba la emergencia, porque no la hubo; el misterio que envuelve al tránsito lento en ese tramo de Salvador Nava Martínez es similar al tránsito súper lento de la carretera federal 57 en el tramo que va desde el acceso a Villa de Pozos, pasando por el distribuidor Benito Juárez, hasta ir más allá del acceso a Soledad de Graciano Sánchez, todo mundo nos preguntamos, ¿Por qué circulan a vuelta de rueda si no hay semáforos hasta llegar a Matehuala? Algo anda muy mal, al menos no funciona “como antes”, y conste que no es por las desordenadas obras, necesarias pero hechas sin planeación alguna.
Lo mismo cuando se le ocurre uno ir al centro comercial, al supermercado, a pagar el teléfono o la luz, y ni se diga a cualquier sucursal bancaria –los tales centros de atención a clientes de Telcel se cuecen aparte, son la antítesis de su nombre–, todo, pero literalmente todo, está saturado, filas interminables, y empleados mal encarados y haciendo su trabajo a regañadientes, como si uno no fuera un cliente que paga, sino una monserga; Usted sería una anomalía urbana si cada que va al banco o a uno de esos espacios no sale refunfuñando.
Dejar a los niños en las escuelas es tarea de titanes, ni Hércules hubiera podido si se lo hubieran dejado como uno de sus fabulosos y épicos trabajos, pero nada comparado con las actividades vespertinas o de fin de semana de los críos, eso es la suma de todas las calamidades, máxime que Usted tiene que poner cara de que está disfrutando de esos momentos fugaces de sana convivencia paterno-filial, y además hasta publicarlo en sus “redes sociales” con las consabidas fotografías y el infaltable lema “aquí, súper relax, en pleno dominguito familiar”.
El día a día nos consume, pero ese día a día se ve agravado porque de verdad, ahora todo parece no funcionar como nosotros recordábamos, digamos que algo anda mal, y no, definitivamente no es “como antes”.
El auto familiar de nuestra infancia no tenía aire acondicionado, y hoy día pretender conducir –subirse y agarrar el volante es suficiente temeridad– sin ese accesorio es punto menos que imposible, visto el clima infernal que padecemos ¿será que ya no hay árboles frente a nuestras casas, para que no echen basura, y que pavimentamos los cerros de alrededor?
Muchos aspectos de nuestra vida comunitaria marchan igual que nuestro día a día, sospechosamente mal, y obviamente no es “como antes”, ni en sueños.
La Ciudad de los Jardines, sin jardines, porque salvo uno que otro muy a la vista en el centro de la capital, todos son unos eriazos, unos montes terregosos, sólo aptos para que los vecinos lleven a sus mascotas a abonar el predio, porque aunque sea políticamente incorrecto, hay que decirlo, muchas personas sólo a eso sacan a sus lindos animalitos, y son las mismas que siempre están dispuestas a linchar a alguien por maltrato animal.
El exedil soledense –hoy capitalino– advirtió y usó como campaña electoral que la zona urbana de San Luis Potosí estaba hecha pedazos, llena de baches –en parte por falta de mantenimiento, pero miles de ellos son responsabilidad de Interapas, la Comisión Federal de Electricidad, las empresas de gas natural, las empresas de telefonía y televisión por cable, y hasta por nuestros amados vecinos que también hacen sus hoyos– y ajada, sucia, desaliñada, caótica y desesperanzada, porque todo mundo parece concordar que San Luis ya no es “como antes”.
Cuando llegamos a esa conclusión es porque pensamos que antes era mejor, y que ahora estamos peor, pero no se crea que es tan cierto, quizás sólo estemos más informados, más conectados, más atentos a lo que pasa en nuestro derredor, y más dispuestos a decir lo que no nos gusta.
¿Oiga, y por qué somos tan reacios a decir lo que no nos gusta del gobierno –municipal, estatal y federal– si antes San Luis era el motor del reclamo cívico en todo el país?
¿Por qué ahora somos tan negados para “meternos en problemas” al opinar de las cosas públicas?
¿Por qué somos tan prontos y entusiastas para cancelar todos nuestros compromisos ineludibles y asistir a un concierto gratuito en la plaza de los Fundadores y no para asistir a una manifestación pública por el aumento a las gasolinas?
Hoy algo parece andar mal, y las cosas no son “como antes” por una simple razón, esta ciudadanía potosina no es “como antes”; ahora queremos vivir “sin problemas” o al menos sin que nos molesten los problemas; elegimos gobiernos que no den problemas, y que no se metan en problemas, o mejor aún, gobiernos que sean capaces de divertirnos –con cómicos y saltimbanquis en el lugar de los diputados–, o de acercarnos la diversión –con empresarios de bailes gruperos en lugar de alcaldes–, y logren distraernos de este mundo tan feo, tan distinto al que conocimos.
Todos los que en un momento dado hacemos notar a Usted alguna problemática nos volvemos no gratos –manifestantes, comerciantes que protestan, empleadas gubernamentales que tienen que encadenarse para que las escuchen, madres de familia sin agua que tienen que cerrar vialidades, articulistas de opinión, columnistas, periodistas agudos y críticos–, mire Usted, yo tengo hasta miedo de enviarle a mis contactos de WhatsApp mis artículos del sábado en Pulso, o el lunes en Astrolabio, porque creo que los incomodo con imágenes de una realidad que ellos no quieren tener presente, porque bastantes problemas tienen ya en el día a día, pero ninguno de mis contactos se corta para mandarme “memes” y demás chunches.
¿Usted recuerda tanto desdén ciudadano por el ejercicio de las libertades cívicas, al mismo tiempo que tantos abusos y autoritarismos de los gobiernos?
¿Verdad que San Luis ya no es “como antes”?
Temario
- ¿Y la votación de la trama Panavi?
- En estos días votarán las leyes anticorrupción, ojalá no vean la luz ya muertas.
Leonel Serrato Sánchez
unpuebloquieto@gmail.com