Soledad de Graciano Sánchez no es la capital del estado, solían apuntar quienes ponían en tela de duda que Ricardo Gallardo Juárez pudiera con el cargo de alcalde capitalino y el tiempo parece estarles dando la razón. En poco más de tres meses de la administración estatal, los problemas han rebasado a un ayuntamiento que apenas atina a reaccionar cuando los problemas se han salido de control.
Y es cierto, San Luis no es Soledad, para nada, no hay siquiera cómo compararle ni como ciudad ni como administración pública: aunque vecinos, son municipios del todo diferentes.
Gobernar sobre un municipio rural disfrazado de ciudad, con una zona connurbada caracterizada por la pobreza y la violencia, pero que ve colmadas sus aspiraciones con servidores públicos de corte populachero o populista, no tiene nada que ver con la problemática y aspiraciones de una ciudad tres veces mayor a Soledad.
El problema de la democracia en México es que no necesariamente quienes ganan las elecciones son la mejor opción de gobierno, es decir, la democracia electoral es una cosa, y el gobierno es otra. O sea, candidatos populares no necesariamente son ni buenos administradores ni buenos gobernantes.
Es el caso de Ricardo Gallardo.
Gobernar bien no es entregar 500 mil pesos diarios en ayudas sociales, por ejemplo, ni tampoco pintar macetas en color amarillo ni tampoco firmar convenios con el que se ponga enfrente o hacer anuncios de proyectos y más proyectos.
Gobernar bien es tan difícil en México, que son muy pocos los que lo logran. En San Luis Potosí no es la excepción.
El añejo problema de la recolección y disposición final de la basura domestica es ejemplo de ello. Desde hace años, en la capital del estado, ese asunto está vivo y tiene aristas críticas porque ni el gobierno ni la empresa que contrató a la empresa, fueron ni han sido capaces de resolver el caso.
De una parte, la empresa Red Ambiental ha fallado en la calidad del servicio y fundamentalmente en el cumplimiento de su obligación de contar con un sitio de confinamiento con apego a la norma ambiental, mientras que el gobierno municipal, ha fallado en lo único que le toca hacer: pagar a tiempo.
El alcalde Gallardo creyó que la capital es como Soledad y dio un golpe de puño en su escritorio y decidió enfrentarse a la empresa en lugar de conciliar, es decir, en vez de utilizar la política, utilizó, como hacía en Soledad, el poder de su decisión por encima de razones y por encima de cualquier lógica.
Se equivocó.
El resultado de eso es notablemente negativo para la ciudad que de pronto, no tiene servicio de recolección de basura. El alcalde decidió el enfrentamiento en vez del dialogo en busca de un acuerdo.
Eso deja mucho que desear.
Mientras que el edil actúa con sesgo autoritario al mismo tiempo se asume como víctima en una historia que todos en la ciudad conocen: la ineficiencia corre por las venas de los gobiernos municipales.
El plan emergente para la recolección de basura es para dar risa. Se recurre a los mismos carretoneros que en Soledad, Ricardo Gallardo Cardona sacó de las calles porque daban mal aspecto.
Si antes de actuar se pusieran a pensar en los efectos y consecuencias de sus actos, los políticos por primera vez estarían haciendo lo correcto.