Los libertarios y la Revolución Francesa

Frater Ignatius

Varias ideas como  la de laicidad, la educación para gran parte de la población, la libertad de expresión, son inspiración para el pensamiento anarquista. Hemos dicho anteriormente que ante todo el anarquismo es una sensibilidad y con ello, una disposición tanto para romper las cadenas que atan al hombre como una antorcha que ilumina la inteligencia y la libertad. La reafirmación del individuo como un ente único y valioso.

Sabemos que la Revolución Francesa suprime la monarquía, el feudalismo y separa certeramente la Iglesia del Estado. También permite el divorcio como una forma de ejercer la propia individualidad y no tener la obligación de vivir con quien no se quiere. En aquellos tiempos comienza a gestarse un despertar de las personas. Y ocurre para ambos sexos. En el caso de las mujeres, se organizan clubes para hablar de sus derechos. Un ejemplo de esto es la gran luchadora Olympe de Gouges. Las clases más desprotegidas se ven dispuestas a tomar las armas para hacer un cambio desde la raíz. Casi al unísono con la Gran Revolución, comienza a emerger en forma primero soterrada para después ser un enorme grito, el pensamiento anarquista. Es lógico pensar que dentro de esta primera revolución en donde toman parte los más desfavorecidos de la sociedad, existiera gente con un talante recio y de ideas sublimes como la emancipación, la libertad, la justicia social, la equidad, la fraternidad y la igualdad. De la mano de esta conflagración, surgen muchas inquietudes que se plasmarán en distintas formas de lucha. Se conocen como los rabiosos a ciertos individuos que salieron  bregar en una línea de tiempo muy convulsionada. Nombres como Jean Varlet, Anachasis Cloots, Augustin Darthé y otros, fueron la punta de lanza de la lucha en aquellos ajetreados años.

Es evidente la influencia de pensadores como Montesquieu, Diderot, D’Alembert, o Rousseau en el ámbito del pensamiento. O de Marat ya en el aspecto práctico.

Los inicios de la reyerta están cubiertos de sangre. Desaparece Danton, Condorcet, Desmoulins. Pero la semilla del pensamiento antiautoritario ya está sembrada. Habrá que esperar un tiempo para que crezca una planta fuerte y prometedora. Esos dos brazos –tanto la Revolución Industrial como la Revolución Francesa- son los ejes sobre los que se articula el pensamiento libertario, antiautoritario.

El rabioso por antonomasia es Jean Paul Marat. Un personaje digno de novela y de cine –como ha sido-, encarna los ideales libertarios en sus más altos niveles. Médico, acaudalado, odiado por los burgueses, defiende al pueblo a ultranza. Acuchillado en su bañera queda como símbolo de la conciencia de que algo no cuadra en la manera de convivir de los seres humanos.

Con la casi desaparición de los jacobinos, la revolución ya no tiene a sus hijos más combativos. Saint Simon o Babeuf son ejemplos notables de esta clase de hombres.

Regresando a Marat, se puede afirmar que es el prototipo elevado que alimenta las ideas anarquistas. Pero también alimenta parte de las ideas socialistas y comunistas. Un científico, médico, hombre acaudalado que de alguna manera renuncia a las riquezas y a los privilegios para sumarse al sentir y a las necesidades del pueblo. Un libro entrañable titulado El amigo del pueblo, refleja el cariño, el amor que sentía Marat por las clases más desprotegidas.

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