José de Jesús Ortiz
El pasado viernes por la tarde se realizó una lectura dramatizada del cuento De cómo Guadalupe bajó a la montaña y todo lo demás, del escritor potosino Ignacio Betancourt, Premio Nacional de Cuento en 1976. Un texto escrito cuando aún no cumplía 30 años y formaba parte del Taller Literario de la Casa de la Cultura, coordinado por el escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja, que supuso un parteaguas y, de algún modo también, una ruptura en la literatura potosina.
La lectura fue un performance que contó con la participación de diversos actores, entre ellos Gabriela López, Alejandra Guillén, Alberto Velázquez, Israel Arriaga y Luis Betancourt, que leyeron fragmentos del cuento; además de la participación de Juan Pablo Rivera Sierra, Mónica Alonso y Fernando Carrillo, en la parte musical; y la puesta en escena en general de Fernando Betancourt, fundador del grupo de teatro Zopilote.
El evento realizado en una librería del centro de la ciudad convocó a un público atento en un espacio que resultó insuficiente ante la expectación generada. Por ello, y en coincidencia ya casi con el medio siglo del cuento, se tienen previstas otras presentaciones en diferentes espacios.
Desde la irreverencia y la trasgresión, el cuento narra la historia ficticia de un grupo de jóvenes lumpen, vagos del Barrio de San Sebastián (el Revlon, el Pifas, el Caguamo y el Trompas), que deciden secuestrar la imagen de la Virgen de Guadalupe, en la Basílica de la Ciudad de México, y esconderla en la cantina La Montaña, ubicada en la calle de Constitución de dicho barrio. El hecho moviliza al gobierno, a las fuerzas policiacas, autoridades religiosas, grupos católicos, ultras, además de noticieros de la época y agencias internacionales de noticias que difunden el acontecimiento insólito.
Caustico, hilarante, Betancourt sintetizó en su cuento —con verosimilitud narrativa— los encuadres noticiosos de los medios de la época frente al suceso: “Miembros de la liga comunista Comandos del Pueblo secuestran a la reina de México”: Excélsior; “Adoradores de la hoz y el martillo sin madre dejan a la patria”: Alarma; “A empujones fue subida en un auto la Virgen de Guadalupe”: La Prensa.
Y lo acontecido en San Luis tras el hecho: “Suicidios colectivos”. San Luis Potosí, 26 de abril de 1976. AP y EFE. “La Congregación de Adoradores de la Vela Perpetua voluntariamente decidieron incinerarse como desagravio por lo ocurrido a la Reina de México. Una espesa columna de humo negro y maloliente oscureció el cielo de la ciudad. Las mujeres morían entonando el Himno Guadalupano. Se temen brotes de solidaridad con las adoradoras”.
O la postura de la Presidencia de la República, en el viejo régimen priista: Mensaje del presidente de la República: “Hoy la nación sufre el embate de fuerzas pro imperialistas e intereses extraños. Enemigos del progreso del país. Hoy somos blanco de una conjura internacional contra la democracia y la libertad. Yo exhorto al pueblo de México a mantener la cordura junto a sus gobernantes”.

En pocas cuartillas, el cuento de Ignacio Betancourt (1948) es una explosión de talento, de un uso creativo y provocador del lenguaje, con albures y expresiones propias del habla popular, de los de abajo (de “la flota del barrio, los güevones como dice Doña Florita”) con lo que construye un universo particular. Es también, desde luego, producto del contexto de la época con la contracultura, el desafío al orden y la irrupción de la llamada literatura de la onda que tuvo en José Agustín y en Parménides García Saldaña, principalmente, a sus autores señeros; y a Betancourt, a nivel local, como su figura más sobresaliente.
El escritor Andrés de Luna, gran erotómano, consideró al autor De cómo Guadalupe bajo a La Montaña un prosista brillante y reseñó su trabajo literario en la Revista de la Universidad de México: “su caso es interesante porque propone una estética lumpen que se expresa con tremendismo y con una enorme necesidad de comunicar las asperezas de un medio demolido por un sentido común que se cuartea ante las presencias cotidianas, que se deshace ante la violencia ejercida en forma brutal, ante el hastío que invita a los manipuleos onanistas a que provoca la infección existencial en unos personajes de características bien delimitadas en sus respectivas clases sociales”.
Nacido en San Luis Potosí en 1948, Betancourt es sin regateo, uno de los escritores potosinos más importantes del último medio siglo. Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, investigador, activista en diversas causas y proceso sociales desde los años 60´s, fue fundador del grupo de teatro Zopilote, junto a su hermano Fernando y Mario Enrique Martínez. Una agrupación surgida en 1967 —inicialmente como Grupo de Teatro Experimental Independiente— que sacudió a la sociedad local, desde la crítica y el compromiso social, una marca distintiva durante más de 50 años.

Su proceso formativo como escritor se vería marcado de forma indeleble por su participación en el Taller Literario de la Casa de la Cultura de San Luis Potosí, que coordinó de 1974-76 Donoso Pareja, un escritor ecuatoriano y militante del Partido Comunista exiliado en México, luego de ser expulsado por la Junta Militar de su país en la época de los gorilatos y golpes de Estado auspiciados por Estados Unidos a través de sus agencias.
En ese taller, que inicio en mayo de 1974 como parte de un programa de la Dirección de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes, se formaron y desarrollaron su talento literario otros escritores jóvenes como David Ojeda, Enrique Márquez, César Yáñez, José de Jesús Sampedro o el poeta Félix Dauajare, de una generación distinta.
A propósito de la experiencia que significó aquel taller, en una conversación de Betancourt con Donoso en 2002 —publicada en el libro A la mar la palabra. Memoria literaria de los talleres de Miguel Donoso Pareja—, el escritor ecuatoriano le expresó que su metodología consistía en propiciar el crecimiento de cada alumno, desde su propia individualidad. “Yo planteaba que había que buscar la manera de que no se repitieran los alumnos, que no hubiera influencia del coordinador”.
Muy joven, Ignacio Betancourt obtuvo el Premio Punto de Partida (1974) de la Universidad Nacional Autónoma de México y después el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí (1976) por su trabajo De cómo Guadalupe bajó a La Montaña y todo lo demás, que también da nombre a su libro de cuentos editado por Joaquín Mortiz.
Como escritor y activista de diversos procesos sociales y políticos, quizá uno de los principales rasgos que distinguen su trabajo es el de la crítica. En aquel taller con Donoso Pareja y desde antes, entendió que la función del escritor no está solamente en la estética del lenguaje ni en embellecer la realidad, sino en confrontarla desde la palabra y en cuestionarla como sistema, un principio socrático al fin de cuentas.
Ese compromiso lo llevó a militar en el Partido Comunista, a involucrarse en luchas sociales de la época como sucedió con el apoyo al Campamento Tierra y Libertad que encabezara Eusebio García en la Huasteca Potosina; años después, ya en la Ciudad de México, como parte central de la Comisión de Cultura de la Unión de Vecinos y Damnificados por el sismo de 1985 impulsó —junto a Zopilote— una intensa actividad cultural en apoyo a los damnificados, o su respaldo en 1988 a la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas, por el Frente Democrático Nacional, al navismo, así como a la insurgencia zapatista y después, ya como investigador del Colegio de San Luis, en la defensa del patrimonio de Cerro de San Pedro, entre muchos otros procesos.
Como investigador literario, entre su muy amplia obra publicada, recuperó la figura del poeta potosino José María Facha, escamoteado por la literatura local, además de rescatar la obra El escándalo, primer drama escrito por Manuel José Othón, “potosino universal, tótem y botín, feudo local y manzana de la discordia”, en un trabajo publicado en 1998 en el que realiza una brillante contextualización social e histórica del poeta.
Quizá también, a propósito del medio siglo ya próximo a cumplir del cuento de Ignacio Betancourt, más allá de la dramatización de la obra, es tiempo de hacer un reconocimiento público al autor —aunque lo tiene desde hace décadas por sus pares—, esencial en el campo de la literatura potosina: contracultural, trasgresor, incómodo para el establishment y el conservadurismo, una voz contestataria frente a las figuras totémicas con resabios decimonónicos, que impusieron su canon, excluyente al fin, en la literatura potosina durante buena parte del siglo pasado.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Fue reportero fundador de los periódicos El Ciudadano Potosino y La Jornada San Luis. Es autor del libro La batalla por Cerro de San Pedro, sobre la lucha social contra la Minera San Xavier. Correo: eltiempocontado@gmail.com