Besar Niños para ganar votos

Antonio González Vázquez

En días de campañas electorales se vive una farsa inigualable en la que se pone en juego su incomparable capacidad para la simulación. Son como personajes de ciertos melodramas cursis que se proponen, a como de lugar, tocar el corazón de la gente. Sin importar partido o ideología, en campañas, los candidatos se comportan como nunca lo hacen, es decir, aparentan lo que no son. Pueden transformar su personalidad las veces que quieran durante un día “X” de campaña y luego volver a hacerlo una y otra vez, de tal modo que por la mañana el candidato va a una comunidad y en la cocina con piso de tierra de una casa humilde, comparte tortilla, sal y frijoles con una familia previamente seleccionada para que acuda el candidato y hable de que va a acabar con la pobreza. Igual, horas después va a la colonia donde lo esperan algunos acarreados con cachuchas mandiles, globos y pancartas melosas con loas al candidato y ahí, se transforma en una especie de patrono de todos y en la calle se acerca a los niños, los carga, los besa o les extiende la mano para ayudarles a caminar. Ya por la tarde, va a otra colonia y antes de que lo arrope el tumulto (financiado con botellones y tortillas) se aproxima para abrazar a unas viejecitas que banderola en mano, piden una foto con el candidato que, presto, se toma la selfie, y sienta un beso en las mejillas de las señoras que hasta llegan al punto de llorar porque las abrazó el candidato. Luego, va a la plaza donde previamente han reunido a cientos que descienden de camiones contratados exprofeso y van desfilando hasta llegar al punto de encuentro con el candidato. Sube al templete, levanta los brazos en señal de júbilo, la masa debidamente aleccionada lo vitorea hasta el cansancio. El candidato ofrece un sentido discurso en el que se compromete a resolver los problemas de la gente, incluso el dolor de muelas de Juanito y la ceguera por cataratas de doña Lupita. Porque en las campañas todo es posible, todo se vale, especialmente la mentira disfrazada de “compromiso de campaña” firmado ante Notario Público. En los días de campaña, la gente está en la mira de ciertos candidatos y candidatas voraces, son su presa, son su objeto, su más preciada conquista; buscan su voto a toda costa y para lograrlo, para ellos, es permisible la mentira y la simulación. Hoy se les ve a los candidatos, al menos ya a los federales, en las calles y a ciudadano que ven se le acercan, cuando ante los ignoraban absolutamente. Les saluda, les estrechan la mano, les sonríen y hasta los escuchan. En casos extremos hasta se comprometen a hacer lo que no les toca hacer, en cuyo caso, dicen que lo van a gestionar, aunque cabe decir, en algunos casos se comprometen a hacer lo que se supone, ya habían hecho cuando ocupaban otro cargo. Resulta que el candidato va a una comunidad y ofrece instalar el alumbrado y construir el drenaje cuando años atrás, cuando quería ser alcalde también lo había prometido. Eso pasa con frecuencia puesto que como dice el refrán: “Ofrecer no empobrece, dar es lo que aniquila”. Los candidatos suelen ser unos desmemoriados por principios y conveniencia, por lo que en tiempos de campaña los discursos y promesas de tres días son los que se van a repetir durante uno o dos meses. Ni más ni menos, o lo que es lo mismo, la misma demagogia pero revolcada. Es como una mala broma, como una película ya vista que es bastante mala o infumable, eso son las campañas, algo del todo insufrible que dicen equivocadamente, es parte de la democracia. Besar niños o darles la mano para ayudarles a caminar es ejemplo de la simulación en tiempos de campañas. Cuando vaya a votar, hágalo con responsabilidad, no premie la simulación.

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