Caja Negra: El PAN, al filo del abismo

Por Antonio González Vázquez

Desde que el Partido Acción Nacional entró en crisis con su derrota en los comicios de 2009 no ha alcanzado a tocar fondo. Aun es posible caer más bajo y es muy probable que lo logren el próximo primero de julio.

La profunda división interna, la soberbia, la desmedida arrogancia y los cacicazgos mezquinos propiciaron la derrota del 2009, cuando el propio gobernador saliente, Marcelo de los Santos maniobró en contra de Alejandro Zapata y a favor de Fernando Toranzo.

Lo mismo hizo Eugenio Govea y muchos que prefirieron la derrota del partido que la victoria de su adversario interno.

Desde entonces, es decir, hace nueve años, el PAN cayó a un pozo oscuro y pestilente del cual no parece estar en condiciones de salir. De nueva cuenta, las pugnas internas de grupo y la ambición los tienen a un tris de convertirse en una auténtica minoría.

La ambición de Ricardo Anaya que llevó al partido a integrar un frente nacional con el PRD y MC, ha colocado al partido en el umbral de su derrota más escandalosa con la agravante de haber tirado al bote de la basura su ideología, doctrina y principios.

A Ricardo Anaya le quedó grande el chaleco amarillo que le colocaron cuando fue investido candidato del PRD, pero esa es solo una alegoría, en los hechos, le queda grande la candidatura presidencial.

Lograr ser candidato por un frente de partidos perdedores, llevó al PAN a negociar con el PRD y el MC muchas candidaturas y en ese juego, está la capital de San Luis Potosí donde Ricardo Gallardo espera que el PAN le ponga no un chaleco, sino una camisa azul de candidato a la reelección.

Esa posibilidad es un hecho cierto, toda vez que el Comité Ejecutivo Nacional ejerce una fuerte presión sobre el panismo capitalino para que, tragando sapos, acepten la alianza con el PRD. A esa presión se suma la que ejerce también la dirigencia estatal que lidera Xavier Azuara.

Es muy probable que lo logren, pero eso seguramente será a un altísimo precio para el partido: se judicializaría la alianza, habría renuncias masivas al partido y se resquebrajaría su estructura electoral, ya de por si diezmada, se diluiría su escasa credibilidad y pasaría a ser un simple apéndice, no de otro partido, sino de una facción caciquil.

El PAN en la capital sería como un cuerpo sin vida, un partido muerto.

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