María Ruiz
¿Qué pasa con los sentires de las mujeres víctimas? ¿A dónde escapan sus historias? ¿Cómo se refleja su impotencia ante la falta de acceso a la justicia? Son algunos de los cuestionamientos que se hacía Zamira Silva Ramos, abogada y especialista en perspectiva de género y derechos humanos, al dar acompañamiento a las niñas y mujeres víctimas de violencia de género y víctimas indirectas de feminicidio en el estado.
Por lo que decidió adentrarse a la terriorialidad del cuerpo de las víctimas a través de la metodología de Cartografías Corporales, entendiendo el cuerpo como un espacio que revela los sentires y experiencias emocionales de las víctimas.
“Las cartografías corporales en sí es una metodología que viene de la antropología y de la geografía, en donde se entiende que a través de procesos grupales o colectivos se puede retomar información de un espacio y vivenciales que son retomadas desde el feminismo, por medio de la cual se realiza un mapa de vivencias. Las cartografías corporales, en sí que son una técnica de participación grupal y colectiva, también pueden ser individuales y en este caso decidimos hacerlo de manera colectiva, lo que nos ayuda recuperar las vivencias empíricas de las personas”, explicó.
En este trabajo que forma parte del primer Diagnóstico sobre los Panoramas de Acceso a la Justicia de Niñas y Mujeres Víctimas de Violencia de Género en el estado de San Luis Potosí, realizado por Educación y Ciudadanía A.C., se pueden conocer las vivencias simbólicas y reflexivas que las niñas y mujeres víctimas enfrentan en sus procesos de obtención de justicia, como la memoria del cuerpo refleja estas violencias y su devenir en la actividad sensorial.
“Principalmente ese fue el objetivo de las cartografías, poder recuperar justo toda esa información no solo de tipo jurídica, sino que esa información más sensible, que ayuda a comprender cómo afecta a la vida diaria, el que el acceso a la justicia esté coartado”.
Un trabajo que se realizó desde una perspectiva feminista y en derechos humanos que permitió realizar un estudio de sus sentires y cómo estos se reflejan en sus cuerpos en un sentido más ético, por medio de un mapeo íntimamente vinculado con las dolencias vivídas, el temor de las mujeres y cómo esto produce afectaciones en su día a día, los cuales son invisibles a los ojos de los demás.
“Digamos que es un detonador de las reflexiones que se dan en este tipo de de ejercicios, y justo saber cómo piensan ellas y cómo saben que les ha afectado la violencia feminicida específicamente en sus vidas (…) para nosotras era muy importante no llegar a una revictimización. Nunca llegamos a preguntar directamente digamos cómo fue el feminicidio de su hija, que son preguntas que revictimizan, sino que todo comenzó desde el habitar sus propias reflexiones, en donde se creó un espacio de confianza en el que empezaron a manifestar sus emociones”, dijo.
Un trabajo que se realizó en pequeñas agrupaciones, mesas de trabajo la sociedad civil organizada e instituciones públicas que buscaban retomar y entender estas experiencias que dejaron al descubierto la violencia que se inscripta en los cuerpos de las víctimas, un territorio difícil de defender.
Por ello la importancia de esta visión feminista, como señala Silva Ramos, pues es esencial para exponer el ensamble de las violencias que se reconfiguran en las cartografías corporales que reconocen sus vivencias y verdades.
“Para hacer esto se requiere de mucha empatía y mucho cuidado (…) Hay algo que yo siempre he dicho, las víctimas tienen una noción muy clara, muy concisa y muy concreta de su proceso, de lo que están buscando que es justicia para ellas, simplemente que nunca se les había preguntado, y las conclusiones que tienen son súper valiosas y no solo en lo social, sino me atrevo a decir que también en lo jurídico y que se resumen sobre el acceso a la justicia”.
