¿Charlatanería o ignorancia?

Óscar G. Chávez

Seguro es que en el despacho del gobernador ya se sabe desde hace días el nombre de la persona que será la titular de la Secretaría de Cultura luego de la destitución de Elizabeth Torres, quien desde el inicio del sexenio se desempeñó de manera ineficiente y controversial en esa encomienda. Fueron, eso ni qué decirlo, los caprichos del gobernador los que determinaron su nombramiento y permanencia en el cargo con todo y los desaciertos que un día sí y al otro también, cometió desde su llegada.

La culpa de todos estos desaciertos producto del desconocimiento y la incapacidad para dirigir esta secretaría, es justo decirlo, no fue de la especialista en temas de administración de recursos en la iniciativa privada sino del propio gobernador quien durante todo lo que va de su gobierno designa funcionarios a partir de sus muy particulares intereses, parámetros de experticia en todo y nada, compromisos políticos contraídos antes de llegar a la gubernatura, siempre con la esperanza de que acaben como el burro que tocó la flauta. De ahí que la gran mayoría de los integrantes de su gabinete ni descuellan ni muestren capacidad alguna al frente de las dependencias que les ha tocado dirigir.

Más allá de esto, también constante en esta administración, está la infame e infamante manera de destituir a los funcionarios que el gobernador decide que no desempeñan adecuadamente sus funciones y, salvo un caso (el de Sergio Desfassiux, titular del Icat que fue cesado por, entre otras delicadezas, embolsarse los recursos de la institución) determina separar del cargo para acabar sustituyéndolos por peores perfiles, cada vez más inexpertos que los anteriores y, además, completamente manipulables si no es que corruptos.

El tema de Cultura es sólo uno de los muchos que ilustran la galería de barbaridades cometidas en el tiempo que lleva de andado este sexenio, y también podría servir para confeccionar una lista de desaciertos que ofenden y lastiman a distintos sectores de la sociedad civil que buscaban colaborar conjuntamente con el gobierno.

Un conocedor de la evolución del discurso, de las manifestaciones culturales del estado y la conformación del aparato de la burocracia cultural, hace unos días me comentaba a este respecto: “a dos años [de gestión] un gobernador que no tiene un programa de cultura para el estado y que confunde espectáculo con cultura. En este asunto no puede alegar herencia maldita; es la presencia maldita de un gobernador que dice que despide a su secretaria por incapaz, pero él es más incapaz y no hay quien lo despida. En cambio hay un presidente municipal que tiene gente que sabe y hace mejor las cosas…”.

Hace un par de meses fue inaugurado en la plaza Los Fundadores un conjunto escultórico de grandes dimensiones de la autoría del escultor José Rivelino. La visita de un aspirante a la candidatura presidencial apoyado discretamente por gobierno del estado hizo que se colocara un tapanco o estrado para recibirlo, en compañía de su séquito, casi sobre la escultura. Vaya muestra de ignorancia y falta de respeto al artista y a la obra. Días después, un escenario monumental destinado a servir como foro principal de un encuentro nacional de danzón, fue levantado en el extremo opuesto a la referida escultura, permitiendo su lucimiento. No se necesita mayor explicación, es fácil suponer que fue la dirección de Cultura del Ayuntamiento, la que estuvo a cargo de este último evento. La sutil diferencia de funcionarios con experiencia y eficientes.

Un caso similar al de la recién cesada secretaria de Cultura ocurrió con Aurora Mancilla, titular de Turismo (que habiendo sustituido a  Patricia Véliz Alemán, empresaria y conocedora del tema, además de titular de la misma dependencia en el sexenio de Marcelo de los Santos, ¡nada más!) destituida por algún berrinche más que por su nulidad, fue a su vez reemplazada por el bueno para nada y presupuestívoro de Juan Carlos Machinena. Lo más probable en este caso es que no habrá destitución ni en lo corto ni en lo lejano, porque éste es un seductor de ignorantes, tanto que lo más probable es que el gobernador nunca se dio cuenta que en su anterior encomienda al frente del Consejo Consultivo del Centro Histórico nada hizo como no fuera cambiarle el nombre.

Finalmente no es cuestión de cultura, incluso ni de formas, ya que ninguno de los gobernadores que antecedieron al actual fueron seda en lo tocante a destituciones; sin embargo éste pareciera no darse cuenta que en la medida que los exhibe, no hace otra cosa que exhibir también su incapacidad y su ignorancia, que cada día se vuelve más atrevida. Se delegan funciones pero no responsabilidades y si en cada destitución nos enteramos que el funcionario era un incapaz, no tardaremos en darnos cuenta que quien los nombra es un charlatán.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

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