Oportunidades para oportunistas

Óscar G. Chávez

Después de ver los resultados de la muy sui generis elección para designar al representante de la cuarta transformación y heredero del bastón de mando (digo, de alguna forma había que llamarle al burdo dedazo) que será defensor de la causa, depositario moral de los valores del lopezobradorismo, caudillo de los creyentes y veinte encomiendas laudatorias más, comienzo a convencerme que si alguien saló a Marcelo Ebrard en su búsqueda por la candidatura de Morena a la presidencia de la República, fue el oportunista Eugenio Govea, quien de la nada y a partir de ruedas de prensa a modo, acabó autoproclamado en el “único y legítimo enlace” entre el aspirante y los potosinos.

Para algunos pasó desapercibido pero otros fueron lo suficientemente observadores para percatarse que hasta fines del mes de mayo, el expresidente estatal (y de no ser porque lo tumbaron hubiera sido casi vitalicio) de Movimiento Ciudadano era prácticamente un desconocido no sólo para Ebrard, sino también para sus colaboradores más cercanos, pero la persistencia triunfó y poco a poco logró robar cámara y hacer creer que era lo que en realidad no era. Es más difícil aparentar que ser.

Tampoco se podría esperar menos de quien poco sabe de lealtades, de ello da cuenta su trayectoria y el testimonio de los que conocen sus actuares, por lo que resulta interesante el preguntarnos ¿qué hará Govea en caso que Ebrard decidiera contender como candidato bajo el membrete de Movimiento Ciudadano? Posiblemente no ocurra este supuesto, en breve lo sabremos; pero de ser así, ¿volverá aquel al partido que le permitió enriquecerse y recientemente abandonó casi por la puerta de atrás?

Seguro esto no será ningún obstáculo, de dignidad no se vive y, mal que bien, el también tránsfuga panista Marco Gama ya dejó la puerta (la de atrás) abierta, para que Govea regrese por si así lo desea, aunque no dijo en calidad de qué.

Lo de Govea (que no era el tema central de este texto, pero se ofreció) viene muy a propósito del oportunismo con que se condujo el gobernador Ricardo Gallardo el pasado miércoles durante el evento en el que se nominó a Claudia Sheinbaum como candidata del Movimiento de regeneración nacional a la presidencia de la República.

No son pénsulas, el gobernador potosino llegó al acto de destape en calidad de acompañante del Güerito Velasco (su amigo, compadre y hermano), quien sí tenía razón para apersonarse, ya que era uno de los aspirantes a ser nominados; éste, como era de esperarse, no lo fue, pero sorprendió por mucho su popularidad, de la que seguro pronto sacará provecho.

Sorprendió la presencia de Gallardo por varias razones (y no necesariamente por sus muy espantosos atuendos), la principal de ellas el rechazo, poco disimulado, que por él tiene la exjefa de Gobierno. Sí, para nadie es un secreto que Gallardo no goza de aceptación entre los sectores ortodoxos del lopezobradorismo y si alguien encarna a la perfección la línea dura, es la ahora candidata, quien también aborrece a Héctor Serrano, protegido del gobernador y uno de los nocivos cerebros del gallardismo. Ya ni al caso viene, pero la situación era similar, en ambos casos, con Marcelo Ebrard.

También, considerando que no se trataba de un acto oficial, es cuestionable que un gobernador que se dice preocupado profundamente por su estado y que dice ser diferente a sus antecesores, haya viajado en un día laboral para sumarse a la cargada morenista y no sólo eso, sino que hubiera permanecido en la Ciudad de México, hasta la ridícula entrega del bastón de mando. Y ya que tocamos el tema del viaje, habría que preguntarle a él o a su cada vez más servil secretario de Gobierno, si se trasladó a aquella ciudad en vuelo comercial o en el avión de gobierno. Insisto, no se trataba de un acto oficial.

Como fuera, en las fotos con la ungida se les mira muy felices a ambos, será que en un ejercicio racional de absoluto pragmatismo, ella sabe que éste le garantiza (suponiendo que su gobierno vaya tan bien como él presume) al menos medio millón de votos y él, que necesita reafirmar y prolongar, la (disimulada) impunidad que hasta ahora le ha proporcionado el gobierno federal. Nunca está por demás una amistad aunque sea sólo por negocios, en la Presidencia de la República; además, también hay que recordar que su relación con la dirigencia de Morena en el estado, y sus principales actores, no es necesariamente buena.

Pero a nadie sorprenden ya estos numeritos, lo mismo hubiera ocurrido con Ebrard, Adán Augusto, Fernández Noroña y hasta Monreal; de Velasco ni qué decir, Gallardo se hubiera sentido casi monarca consorte con derecho a sucesión, y si el candidato fuera Enrique Galindo, estemos seguros que hasta un beso le plantaba.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

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