Cómo hablar de congruencia con chapulines

Abelardo Medellín Pérez

Un esfuerzo echado a perder desde la ciudadanía, sería el rogarles a los desesperados integrantes de la clase política que detengan sus urgencias de cambiarse de partido (el transfuguismo) para solventar sus poco trascendentes y nimias aspiraciones electoreras; un gasto de saliva sería pedirles que no cambien de partido, pero… ¿y si exigimos congruencia?

¿Por dónde empezar? Comencemos con las últimas adhesiones que presentó este miércoles 13 de diciembre el Partido Verde Ecologista de México: la diputada local Yolanda Cepeda Echeverría y la alcaldesa de Tampacán, Brisseire Sánchez López.

Ambos perfiles, aunque distintos en sus labores, orígenes y trayectorias, tienen un para de cosas en común: ambas son ex priistas, ambas se reunieron de manera personal con el gobernador en reuniones privadas hace menos de un mes y ambas son incapaces de formular una respuesta clara de por qué decidieron migrar al partido Verde.

Durante el evento de este miércoles, las dos nuevas adhesiones, se mostraron entusiastas, animadas y motivadas en su decisión de cambiar drásticamente de partido; en su emoción, decidieron arrastrar con ellas a un público de operadoras políticas y fieles seguidores, que con vítores, aplausos y gritos buscaron cubrir el silencio que siempre deja en una sala el acto de saltar de un partido a otro. Incomodidad le dicen algunos.

El derroche de demagogia que ambas esgrimieron para justificar su migración partidista, no incluyó ninguna explicación real sobre sus intenciones de aceptar la, siempre abierta, invitación del PVEM para ser parte del servicio personal del gobernador.

Todo lo contrario, las razones de ambas adheridas dejaron más dudas y certezas. Por un lado, de la alcaldesa de Tampacán afirmó que, como fue relecta en 2021 no puede contender de nuevo por el cargo y dado que tiene una estrecha relación con el gobierno, su cambio de partido no atiende a intereses políticos de recibir más ayudas; ¿entonces para qué se cambió de partido a menos de un año de dejar el cargo?, ¿si estaba sintiendo el llamado del Tucán, no podía esperar a terminar su ya casi concluido encargo con el partido y proyecto político por el que fue elegida?

Por otra parte, está la diputada Yolanda, quien negó tener intereses de contender por alguna candidatura rumbo al 2024, pero se apersonó en el sitio con una decena de operadoras políticas que presumió como su primera fuerza “gana-campañas”; misma duda, ¿a dónde tan temprano y con tan pocos intereses?

No seamos inocentes, ambas transfuguistas buscan entre los retazos y las migajas un encargo político que les otorgue sobrevivir al cambio en la balanza de poder que se avecina el próximo año, la tragedia para ellas será tener que esperar a ver qué les toca luego de repartir el botín entre el grupo político ya consolidado del gobernador. Ojalá que (no) les alcance con la decena de operadores políticos que las acompañan.

Al fondo de este nefasto caso, decenas de veces antes visto en otros años pre electorales por todo el país, reside un problema de principios y valores que, aunque no se reflexione públicamente, afecta a los ciudadanos.

Yolanda y Brisseire comentaron por igual que su decisión estuvo influenciada por el llamado y oportunidad que les hizo el gobernador Ricardo Gallardo Cardona, con lo cual un evento que debía ser de índole partidista, se convirtió en un rito de reclutamiento forzado (por las circunstancias) desde el gobierno.

La alcaldesa y la diputada, piensan que años de servicio público les enseñaron a maquillar la desesperación y fingir que un cambio abrupto de partido se justifica con sus libertades políticas. Puede ser, pero eso no hace menos grave su confusión.

Lo que parecen no haber aprendido, ninguna, es que en una democracia (idealmente) los ciudadanos no votan por personas, sino por proyectos, y en esa misma lógica, los políticos no deberían elegir a qué partido pertenecer por invitación o coacción de un personaje, sino que deberían migrar de instituto político solo cuando éste se alinee adecuadamente con los valores, principios, expectativas y proyectos que se tienen como individuo.

Un ciudadano no debería salir a votar pensando en el nombre o rostro de su representante, sino en el proyecto que lo respalda; y un político profesional, serio y comprometido, no cambia de partido como cambia de ropa, sino solo cuando las condiciones ideológicas de su persona se ven transformadas por su proyecto y (idealmente) migra solo cuando su cambio de partido no trastoca el encargo que se le confirió en las urnas.

La actitud cínica de los nuevos “talentos” del PVEM en San Luis Potosí, revela que el partido al frente del ejecutivo, con mayoría en los ayuntamientos y con una bancada servil en el congreso, acepta a cualquiera, no por que tengan apertura democrática, sino porque repudian cualquier valor democrático que quedara en ellos.

¿Por qué no preparar nuevos cuadros?, ¿por qué no optar por los liderazgos que trabajaron por convertirse en candidatos comprometido con el proyecto?, ¿acaso buscan perpetuar casos como el de Catorce donde el comité municipal fue entregado a familiares de la ex alcaldes panista y se invisibilizaron los esfuerzos de los verdaderos militantes?

La traición a sus votantes, la mercantilización del electorado, la presunción de tener algo que ofrecer y no ofrecer nada, son algunas de las tantas consecuencias cívicas que tiene el permitir que perfiles salten al contentillo y conveniencia de sus intereses.

Una cosa es cierta, tampoco podemos cooptar a Yolanda o a Brisseire, no podemos impedirles que se cambien de partido; pero podemos ayudarles a rescatar esa congruencia que ellas no pudieron sostener.

Las nuevas adheridas al verde dicen que servirán al partido donde se les ponga y que no tiene intereses electorales; la encomienda es clara: no votar por ningún candidato que haya traicionado, en su encargo anterior, a su ideología y sus votantes.

Un mal discurso se extingue, no por fuerza de la censura, sino por la paulatina educación adecuada que le resta público y en consecuencia pierde espacios donde presentarse. Es hora de que aprendamos a usar el voto informado en el mismo sentido. Si las candidatas del futuro creen que faltar a los principios democráticos se justifica con la excusa de la decisión personal, hay que hacerles saber que la decisión colectiva puede prescindir de ellas como ellas prescinden de la coherencia. 

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.

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