Comparecencias, comienzan las pasarelas

Por Victoriano Martínez

Comenzaron las comparecencias para la Glosa del V Informe de Gobierno y no podía ser de otra manera más que como lo que siempre han sido: duelos de posturas para ver quién logra un mejor efecto personal ante el público –que por la pandemia siga la transmisión o a través de los medios–, aunque ahora como un ingrediente adicional la autopromoción electorera.

Al considerarse ante la prensa con faldas suficientes para gobernar San Luis Potosí, Mónica Liliana Rangel Martínez, titular de los Servicios de Salud en el Estado, no sólo atrajo la atención al tema de la sucesión, sino que lo distrajo del sentido necesario de la comparecencia y, de paso, de los señalamientos de corrupción en la administración de recursos de la dependencia a su cargo.

Al tomar como pretexto para aprovechar como pasarela la que debería ser una tribuna que hiciera honor a un verdadero acto de rendición de cuentas, Rangel Martínez confirma una búsqueda de reflectores, impulsada por el gobernador Juan Manuel Carreras López, desde hace muchos meses con la intención de posicionarla con posibilidades a la candidatura al gobierno estatal.

El pasado 6 de marzo, Rangel Martínez estuvo presente en la mañanera que se transmitió desde aquí, aunque no logró figurar en el templete junto al presidente Andrés Manuel López Obrador. No es que Carreras López no haya intentado que lo acompañara en primera fila, sino que el tema de aquella mañanera no justificaba su presencia.

Frustrada la exposición en el máximo foro del sexenio presidencial, Rangel Martínez se tuvo que conformar con ocupar una silla entre los reporteros que estuvieron en aquella mañanera, con Raúl Camacho Muñoz, coordinador de Comunicación Social, como acompañante.

Este jueves le tocó abrir la pasarela de las comparecencias y al terminar no desaprovechó la entrevista con la prensa para hablar abiertamente de lo que hace siete meses estaba en sus acciones como intención velada.

De los siete señalados como aspirantes a la candidatura del PRI a la gubernatura (Mónica Liliana Rangel, Sara Rocha Medina, Joel Ramírez Díaz, Luis Antonio Mahbub Sarquís, Gustavo Puente Orozco, Enrique Galindo Cevallos y Juan Carlos Machinena Morales), Rangel Martínez es una de los tres que tendrán la oportunidad de usar la pasarela de las comparecencias.

Independientemente de si le fue bien o mal, el que la comparecencia haya derivado en la emisión de posicionamientos ante su eventual postulación como candidata muestra la forma en que las ansias electoreras contaminan la función pública, al mandar a segundo plano la necesaria rendición de cuentas para privilegiar salir lo mejor librado en ese duelo de posturas.

Cumplir una responsabilidad queda supeditada a cuidar una imagen y, en consecuencia, se vicia el verdadero sentido de la comparecencia.

En el otro extremo, la forma en que el diputado Edgardo Hernández Contreras increpó a la funcionaria, por la estridencia con la que lo hizo, relegó a un segundo plano el serio cuestionamiento que se perdió en el rosario de calificativos que suelen capturar la atención, pero sin mayores consecuencias para los efectos necesarios del punto importante.

Los datos relevantes del cuestionamiento se perdieron o quedaron inadvertidos ante una intervención convertida en una dura y severa reprimenda que no suele tener consecuencias. Hace un año, Hernández Contreras pidió en el mismo tono la renuncia de Jaime Ernesto Pineda Arteaga, secretario de Seguridad Pública. Hoy la escena se podría volver a repetir.

Ni los funcionarios que comparecen, ni los diputados que deben cuestionarlos, toman en serio las comparecencias. Tras cuatro horas de comparecencia, la ciudadanía que siga la reunión tendría que tener mayor claridad sobre el estado real que guarda la administración pública en el sector del funcionario compareciente.

Como ese resultado no se da, el acto de rendición de cuentas se convierte en un encuentro de egos sin ningún interés para la población porque no le presta ningún servicio más que el de la exhibición de personajes que degradan la política a un juego de intereses, en el que priva la simulación para ver quien logra ganar más simpatía.

Atender al interés público es la gran ausencia.

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