Por Victoriano Martínez
“Tengo todavía responsabilidades que no he cumplido y hacen que mi conciencia y mi corazón me obliguen a no quedarme callada e indiferente”, expresó Conchita Calvillo viuda de Nava hace 193 días, cuando intervino en el más reciente acto público en el que participó: la entrega del archivo de Salvador Nava Martínez a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Hoy que se conmemora su cumpleaños número 100, aquellas palabras hablan de una mujer que fue mucho más que la compañera del líder del movimiento civilista más importante y prolongado en San Luis Potosí en el último siglo, el Navismo.
Presente desde las primeras batallas, a Conchita Calvillo le tocó prolongar la lucha tras la muerte de Salvador Nava Martínez el 18 de mayo de 1992, en una jornada cívica que desembocó en la ciudadanización de los organismos electorales, una de las últimas grandes demandas del líder civilista.
“La gente cree, la mayoría, que las gentes que tienen un puesto, uno les tiene que tener como pleitesía. No. Educación, sí; manera de hablar con ellos, sí, pero inclinarse ante ellos, yo creo que no, ni usted ni yo”, expresó en una entrevista con motivo de los 50 años del movimiento navista.
Siempre al lado del Doctor Nava, Conchita fue un factor que ayudó al líder navista a conducirse como el líder que fue ante sus seguidores, aún en momentos tan representativos como el regreso de la Ciudad de México tras haber estado preso en Lecumberri o como el otro regreso, cuando suspendió la Marcha por la Dignidad, tras la renuncia de Fausto Zapata a la gubernatura.
“Las dos veces que regresó de México, que yo ya lo fui a esperar, me decía Hija, vengo con las manos vacías, ¿qué voy a hacer?”, la consultaba. “Le digo, tú has dicho que siempre dirás la verdad, diles la verdad, que tus manos están vacías, en cuanto ellos te puedan recibir antes, que te deben sentir el mismo. Yo ahorita me apuro más para no atropellar a las gentes que están al lado de este camión que sería terrible que los matemos”.
Conchita Calvillo asegura que, como su esposa, no fue consejera del Doctor Nava, a pesar de que le platicaba sus dudas, porque él siempre fue muy independiente para tomar sus decisiones, y no la consultaba “porque estaba muy seguro de que lo que él hiciera yo iba a estar de acuerdo con él”.
Ser la esposa del líder de quien enfrentó dos cacicazgos la hizo partícipe de una vida que no estuvo exenta de presiones y temores. En 1961, su vida cotidiana se vio alterada por el acompañamiento permanente de un jeep de la Procuraduría que siempre la seguía de seis de la mañana a las diez de la noche.
“Eso es una presión, más que nada es para mí, tú ¿la puedes aguantar?”, le preguntó el Doctor Nava. “Ay, claro, voy a tener quién me cuide”, recuerda que le contestó. “No se usaba la palabra guarura, si no hubiera dicho tengo mis guaruras. Entonces le dije no te apures”.
Conchita Calvillo manejaba su propio automóvil en aquellos días, y el acompañamiento de los guaruras tuvo su resultado: un día la pasaron al Charco Verde (comandancia de policía municipal) por no hacer caso a un agente de tránsito que le había marcado el alto.
Sabiendo que se trataba de ella, el agente se disculpó pero le señaló que tenía que llevarla o podría perder su empleo. En su propio automóvil se fueron al Charco Verde, y ahí, sin que bajara del auto, le informaron de una multa por 750 pesos, por la que la amenazaron con llevarse el vehículo al corralón.
“Dígales a los señores de adentro que no me voy a bajar del coche porque me van a poner cosas comprometedoras adentro de mi coche. Si me quieren llevar con la grúa, yo no tengo miedo, levántenme, pero no me voy a bajar”, les dijo cuando llegó la grúa.
Algunas mujeres del Mercado Hidalgo, a escasas dos cuadras del Charco Verde, se percataron del incidente y comenzaron a avanzar hacia la sede policial para defender a Conchita.
“Págueles lo que quieran porque mire, si vienen las mujeres, ahí están los de aquí, y van a pegarles”, le pidió al abogado que la asistió. “Me dijo tiene razón señora, y la multa ya fue menos, ya pagamos la multa y ya me dejaron ir, ya los de la grúa se hicieron para atrás, y ya me vine, pero era aquello un jaleo espantoso”.
Conchita era tan conocida como su marido. Cuenta que se vio obligada a dejar de ir a comprar sus verduras al mercado porque las vendedoras no le querían cobrar lo que adquiría porque le decían que como era para el Doctor, no se lo podían cobrar.
Como compañera del Doctor Nava, a Conchita le tocó conocer de primera mano los testimonios de las mujeres que los acompañaron en la lucha. Así, conoció el sentir de algunas de aquellas que “le cuidaron el palacio” a Nava mientras avanzó en la Marcha por la Dignidad en 1991. Así cuenta lo que le narró una mujer de Rioverde que participó en los plantones.
“Llegué temblando de terror, dice, y ya me fui a sentar a la puerta. Pero ya después empecé a decir ahora vuelvo, tengo que comprometerme, y volví a ir. Y luego un día alguien nos dio una flor, y luego alguien que nos aplaudía cuando ya terminábamos y que llegábamos al quiosco, entonces yo ya me hacía saludando con mi mano en alto. ¡Era bien bonito!”, expresó emocionada.
El 9 de mayo de 1992, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari visitó al Doctor Nava en su casa. Fue uno de contados encuentros de Conchita con el presidente. Lo atendió como a todos los visitantes que recibía en su casa, aunque con una preocupación: el funcionario no daba señales de concluir pronto la visita.
“A mí me daba miedo que se le pasara el tiempo al doctor de la medicina que yo le daba, pero (Salinas de Gortaria) no se iba. Entonces le dije señor presidente, ¿gusta algo?. Me dijo un té. Me fui y volví y le dije señor presidente, nomás tengo más que té de amaranto… Mi madre siempre dice que es bueno probar de todo”, le respondió Salinas y le preparó el té.
Conchita recordó que leyó que el té de amaranto crea empatía y la conversación continuó. “Señor presidente, casi son las dos ¿quiere comer?”, volvió a insistir para que el mandatario se percatara del paso del tiempo. Por respuesta, Salinas de Gortari le pidió una cuba.
Finalmente, Salinas de Gortari concluyó la visita y junto con el Doctor Nava lo acompañó a la puerta del pasillo de salida. Afuera, seguidores del Doctor Nava comenzaron a gritar “Nava Gobernador”, en tanto que un grupo que acompañó a Salinas de Gortari comenzó a aplaudir.
Tras la muerte de Salvador Nava Martínez, a Conchita Calvillo le tocó encabezar la lucha por una parte de las demandas que por la democratización del país habían quedado inconclusas, como la ciudadanización de los organismos electorales. El intento reeleccionista de Gonzalo Martínez Corbalá la colocó en el liderazgo moral del Frente Antireeleccionista Nacional.
Aquella movilización retomó la Marcha por la Dignidad de un año atrás, y Conchita Calvillo estuvo a la cabeza. Esta vez la movilización llegó a la Ciudad de México el 1 de septiembre de 1992, día del Informe Presidencial, y también día de su último encuentro con Salinas de Gortari en Los Pinos.
En la entrevista con Salinas de Gortari se plantearon las demandas del Frente Antirreeleccionista Nacional que desembocaron en la reforma electoral que dio origen al primer Consejo Estatal Electoral que no fue presidido por el Secretario de Gobierno, con consejeros electorales ciudadanos con carácter honorífico.
“Bueno, señor Presidente, ya nos vamos”, se despidió de Salinas de Gortari, “y de repente dije ¿Y, dónde está un papel que usted me dé que aquí estuvimos? ¿Qué les digo a las mujeres que vienen conmigo caminando? ¿Qué digo cuando regresemos a San Luis? Señor presidente, yo necesito algo. Y ahí estaba un joven hijo de Franco Carreño, que era el secretario, y le dijo ahorita mismo le haces el documento a la señora. ¿Y lo vamos a esperar aquí, señor Presidente? Dijo no, se lo mando”.
Aquella reacción de Conchita Calvillo tenía un precedente. En dos ocasiones que el Doctor Nava regresó de la Ciudad de México la había consultado sobre qué hacer porque regresaba con las manos vacías. Ella, aquel septiembre de 1992, regresó con un documento.
Aquél día, Cecilia Romero, entonces secretaria General del PAN, puso punto final a la relación de su partico con el navismo, y también Salinas de Gortari marcó un límite a las acciones del movimiento navista: les mandó, con Marcelo Ebrard como mensajero, la advertencia de que no se acercaran a San Lázaro durante su informe.
“Entonces sí, les dije a todos yo no voy a exponerlos”, recordó. “A mí, lo que me hagan, bien hecho, puesto que ando aquí, ¿verdad? Pero a las demás personas, les dije, no”. Una vez más, Conchita seguía una de las principales preocupaciones del Doctor Nava: no exponer a sus seguidores.
Su participación en la vida pública ha sido consistente, aunque del caso de su postulación como candidata a gobernadora prefiere no hablar. Formó parte de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) tras el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994 para promover el diálogo con el gobierno a través de los liderazgos civiles
Ha estado presente en movilizaciones como la oposición a la Minera San Xavier en Cerro de San Pedro, cuando acompaño al Subcomandante Marcos a la clausura simbólica de la empresa, y también participó en el recibimiento en la ciudad a la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, que encabezó Javier Sicilia en junio del 2011.
El pasado 18 de mayo, al cumplirse el 25 aniversario de la muerte de Salvador Nava Martínez, Conchita Calvillo encabezó la entrega a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí del archivo del que su familia integró sobre el movimiento navista, que consta de 10 mil 570 documentos bibliográficos documentales, entre los que destacan reconocimientos, fotografías, video, tesis, libros y cartas.
“Recuperar la posibilidad de tener una verdadera democracia, no solo la electoral, sino aquella que crea sentido de comunidad, exige verdaderos servidores públicos y ciudadanos con responsabilidad y con ética. Por eso espero que este archivo sirva como punto de apoyo para encontrar, entre pasadas y nuevas ideas, las más oportunas y eficaces en bien de San Luis Potosí y de nuestra patria”, expresó Conchita Calvillo en la ceremonia en que se dio la entrega del archivo del Doctor Salvador Nava Martínez.
Hace tres años y medio, Conchita Calvillo encabezó el festejo del centenario del nacimiento de Salvador Nava Martínez, su marido. Hoy conmemora, con su familia, su propio centenario.