Costa Azul, el paraíso de Haití que hoy se pudre

 

Puerto Príncipe, Haití (17 de octubre de 2016).- El temible aroma de la muerte se esparce a lo largo de los 80 kilómetros de la costa azul haitiana.

De un golpe, el huracán Matthew se encargó de convertir a las principales ciudades pesqueras del país en un desierto putrefacto.

Lo que fue una paradisiaca costa con su mar azul claro, ahora supera las imágenes de una zona de guerra.

El olor a animales muertos se mezcla con el hedor de los cuerpos que fueron sepultados a 11 días de una tragedia difícil de superar.

Desde Port Salut, el ayuntamiento pesquero de mayor peso en Haití, hasta Tiburón, el panorama es desgarrador. Todas las familias duermen entre escombros.

Algunos postes de luz penden de los cables bajo un peligro inminente de colapsar en algunas casas que apenas quedaron de pie.

Cientos de niños, mujeres, ancianos pasan las noches en penumbras sin poder dormir.

Las lluvias continúan y en algunas casas sólo improvisan techos de lona que aguantan milagrosamente el pasar de los vientos. Pareciera que el clima se empeña en acabar con lo poco que quedó en la Costa Azul.

El ciclón arrancó de tajo los cimientos de viviendas, escuelas, iglesias, hoteles y todo edificio de la zona que ahora luce desértica.

En este infierno, la gente apenas come y vive. La devastación es incuantificable.

Por la ruta departamental 25, que conecta a todas las comunidades costeras, parece que el huracán arrancó el alma a los pobladores. Atónitos, tratan de levantar sus casas, pero es imposible ante los despojos de la naturaleza.

Ellos se mantienen esperanzados en recibir cualquier tipo de ayuda, pero han pasado 11 días y hasta aquí el abasto es lento.

Jean Pierre, dueño de una Villa en Port Salut —a 180 kilómetros de Puerto Príncipe— narra que de los siete edificios de su complejo, sólo dos quedaron en pie.

Mientras él y sus compañeros sacan colchones, mesas, sillas y otros muebles inservibles, una máquina escarbadora retira todo el escombro de lo que otrora era una de las lujosas villas al pie del mar. “Un día nos dijeron que venía el huracán, cerramos la villa y nos fuimos a resguardar a un albergue.

Al otro día, todo había desaparecido”, cuenta Jean.

Fuente: El Imparcial.

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