El dossier filosófico: La filosofía de lo inútil

Juan Heiblum

Es muy común escuchar que la filosofía es un quehacer completamente inútil. Sin embargo, antes de pensar que la inutilidad significa algo peyorativo, recordemos de donde proviene nuestro concepto de “lo útil”. La utilidad sirve para producir algo, sacarle un cierto tipo de provecho económico a nuestro tiempo, generando frutos. Esta definición de utilidad parece provenir de lo que alguna vez unos filósofos y economistas definieron como “utilitarismo”. Y claro, bajo estos términos, la filosofía no tiene nada de útil. 

De hecho, en el libro alpha de la metafísica, Aristóteles define a la filosofía como un saber meramente inútil. Mientras que la ética, la física, o todos los demás saberes conocidos como “ciencias segundas”, gozan de una cierta utilidad; la filosofía –estrictamente entendida como metafísica– no tiene ningún uso en el mundo real. La filosofía es un fin en sí mismo, es decir que su utilidad no puede repercutir en ningún otro fin. O, dicho en otras palabras, no es un medio para realizar otros fines. Entonces ¿por qué hacemos filosofía?, ¿por qué se publican tantos libros de filosofía?, ¿por qué existe una disciplina que lleva estudiándose más de 2,500 años? La respuesta no es sencilla, pero intentaremos explorarla a través de esta columna. 

Los primeros filósofos –según nos informa Aristóteles– eran integrantes de la casta sacerdotal egipcia (circa 3000 a. C), por lo que no necesitaban trabajar ni ejercer ninguna labor.  Su única preocupación era pasar el día haciendo filosofía, preguntándose las preguntas que nadie se pregunta, examinando la existencia misma. Hoy podemos encontrar personas que viven del mismo alimento, llevando vidas análogas. Umberto Eco, en su último libro Año cero, realiza un retrato actualizado de lo que nosotros podemos entender como un filósofo. El escritor italiano nos dice: “Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores”. Sherlock Holmes ya le aconsejaba al Dr. Watson un procedimiento parecido al de Eco, diciéndole que la memoria es cómo una recamara, y si hay muchas cosas uno no encuentra nada. Pues si sabes más de la cuenta, estás destinado a la fatalidad, estás destinado a ser un filósofo. 

Los filósofos viven de lo invisible y mueren por las ideas que defienden. El dinero, la fama o el sexo, son fantasmas que ellos no persiguen. Por ello, sobre Spinoza, Borges escribió: “No lo turba la fama, ese reflejo/ de sueños en el sueño de otro espejo/ ni el temeroso amor de las doncellas”. Bien, es cierto que resulta complicado dedicarle la vida a una ilusión tan intangible. Sin embargo, esta ilusión resulta en una apuesta total con la que grandes seres humanos se han ido a la tumba. Así, intentaré ofrecer una pequeña muestra de esa gran labor en esta columna: El dossier filosófico. 

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