El ego del gobernador

Antonio González Vázquez

Su ego es superlativo.

El sábado, José Ricardo Gallardo Cardona obsequió a sus seguidores mil boletos para asistir al concierto de Luis Miguel.

Uno de los requisitos: una fotografía en compañía del gobernador.

“Más de mil boletos para ver a Luis Miguel, 21 de octubre, nueve de la mañana. Palacio de gobierno. Solo tienes que llevar: 1.- una foto conmigo. 2.- Un CD, cassette original de Luis Miguel o play list de Spotyfy que muestre que Luis Miguel es tu artista más escuchado”.

Gracias padrino, le respondieron de inmediato.

Obsesionado por ser el centro de la atención colectiva, el mandatario irrumpe en la mente de las y los potosinos con una pretensión de control y manipulación.

Por la mañana del viernes, durante una transmisión en vivo en sus redes sociales, anunció la entrega de los boletos y lanzó la invitación a presentarse en palacio de gobierno.

Desde muy temprano empezaron a llegar sus seguidores y en cuestión de minutos, se formó una extensa fila que rodeo la sede del ejecutivo.

Mostraban, diríase que orgullosos, un disco compacto del “Sol”, en el teléfono su fotografía con el gobernador o su “play list” tal y como se solicitó.

Desde el inicio de su mandato, Gallardo Cardona ha dado cuenta de esa obsesión por estar en boca de todos.

Su principal acto como gobernador en el día a día, es tomarse fotografías con quién se lo pida.

El ritual que caracteriza los eventos oficiales es el que demanda su egolatría: tras descender de su vehículo, va al encuentro de la muchedumbre que en pleno éxtasis le espera. Se acerca a sus “ahijadxs”, les saluda de mano o abraza lo cual queda plasmado en fotografías.

Sus seguidoras y seguidores lo detienen a su paso y sea en solitario o en grupo, posan para la cámara.

Los colaboradores que trabajan las redes sociales del gobernador, hacen luego una selección de las decenas de imágenes y las publican como evidencia incontestable del “cariño” que le tienen y para mostrar que es un gobernador “cercano” a la gente.

Pueden ser miles y miles de personas que hoy tienen su foto con el “Pollo” y probablemente eso les hace sentir muy bien.

Eso de ningún modo es algo que esté mal, es un gusto, sueño o anhelo que el gobernador les cumple.

Lo que puede estar mal, es el hecho de que esa fotografía se utilice como requisito para recibir un beneficio, en este caso, el boleto para un concierto, sobre todo, si los seis mil tickets repartidos fueron adquiridos con recursos públicos.

Otro aspecto del ritual es el de las pancartas con frases alusivas a lo maravilloso que es el mandatario.

En cartulinas, por lo general de color verde, se exhiben muestras de agradecimiento por algún favor recibido. Lo llenan de bendiciones por ser único, el mejor gobernador que nunca haya tenido San Luis Potosí.

Las frases que van de lo cursi a lo servil, tienen como destino el ego del ejecutivo.

Luego, en sus discursos completa la dosis de auto convencimiento de que, en efecto, él es el más grande.

Antes se lo robaban todo y ahora él lo reparte, antes todo iba mal y hoy “vamos muy bien”, antes era la herencia maldita y hoy San Luis vive una “nueva era”.

Gallardo Cardona es la diferencia, dicta ese obsesionado egocentrismo.

Es el gobierno de la imagen, de la fotografía, de la pancarta, del globo y de un empecinado discurso cuya intención es arraigar en la memoria colectiva que el “pollo” está para servir a sus “ahijadxs”.

Se trata de sembrar la idea de su arrastre popular, su carisma sin parangón y sus virtudes de humildad propios de alguien que, pese a su poder, no pierde el piso ni cae en arrogancia.

El “Pollo” es como una marca publicitaria, como la de cualquier producto en el mercado del consumo: lo llenan de virtudes, aunque no las tenga.

Su imagen lo ha proyectado desde sus días como presidente municipal de Soledad de Graciano Sánchez y después como diputado federal.

En esos tiempos, las fotografías y cartulinas eran esenciales en la estrategia de posicionamiento, de modo que a través de las pancartas lo destapaban como candidato a gobernador.

Su proyección como político y gobernador, descansa en esa imagen de un personaje triunfador que se ha sobrepuesto a las adversidades, incluido su episodio en prisión.

Su marca e imagen está por encima de todo y apela a ello para enfrentar el desgaste que deriva del ejercicio de gobierno.

Luego de que se le derrumbó la celebración del Congreso y Campeonato Nacional Charro en la inconclusa Arena Potosí, enfrentó la crisis de descrédito con la entrega de boletos para el concierto de Luis Miguel.

Una foto “conmigo” para levantar el ánimo del fracaso de realizar ese evento en un estadio de béisbol y no en la nueva Arena prometida a los charros de todo el país.

En ese y otros momentos desastrosos de su gobierno, de inmediato se cobija en los brazos de sus seguidores, siempre dispuestos a refrendar que es el mejor y el más grande, incomparable, sin igual.

Eso es lo que le hace sentirse bien.

No importa lo que suceda en su entorno, lo único que trasciende es él y que San Luis Potosí merece tenerlo como gobernador.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha sido docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación durante 25 años. Además, durante 30 años se ha desempeñado como periodista en medios como El Heraldo, El Mañana de Ciudad Valles, Pulso, Milenio San Luis, Diario Digital San Luis, Librevía, La Jornada, Global Media y actualmente en Astrolabio Diario Digital y Periodismo Político.com. También ha sido corresponsal de medios nacionales como Agencia de noticias Notimex, La Jornada y Milenio.

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