Por Victoriano Martínez
Si se compara la movilidad que se vio durante la época decembrina de 2019 en el Centro Histórico con la que se da este año, se puede considerar que hay tales aglomeraciones que cualquier observador podría concluir que entre los potosinos hace años que pasó al patio del olvido la pandemia COVID-19… salvo por el uso de cubre bocas que, por cierto, no es generalizado.
En tanto la pandemia no cede y amenaza con un nuevo repunte con la variante ómicron del virus, la forma en que se han relajado las medidas sanitarias –con el impulso de los mensajes contradictorios de las autoridades estatales y municipales y sus programas de actividades decembrinas– rayan en la irresponsabilidad.
“No nos expongan”, dijo en varias ocasiones el arzobispo Jesús Carlos Cabrero Romero al ser entrevistado el pasado 12 de diciembre, cuando cuestionó la validez del semáforo epidemiológico en verde y el relajamiento excesivo de las medidas sanitarias.
Hace un año, el 24 de diciembre se reportaron 173 casos nuevos de coronavirus. El día de ayer esa cifra se ubicó en 113, apenas una tercera parte menos que los registrados en el mismo periodo de hace un año, cuando el semáforo estaba en naranja.
La pandemia había acumulado 38 mil 592 casos entre el 13 de marzo y el 24 de diciembre de 2020. Un promedio de 134 casos nuevos por día. En el último año, el número de casos aumentó en 65 mil 584, lo que representa que el promedio diario aumentó a 179 nuevos infectados.
Si bien el incremento en el promedio de casos diarios pudo ser porque hubo periodos pico de la pandemia dentro del lapso del último año y el COVID-19 se ha estabilizado, no significa necesariamente que el riesgo desapareció, ni la gravedad de los contagios. Hasta antes del 24 de diciembre de 2020, el promedio de defunciones diarias fue de 11.35; en este año es de 10.13 al día.
El reporte de 173 casos nuevos y 5 defunciones de este viernes, después de varios días en los que las cifras no alcanzaban esas proporciones no es una buena señal para confiar en que los preparativos, con gran movilidad en los comercios, y los festejos que concentran grandes grupos de personas en distintos rumbos de la ciudad no serán causa de un nuevo repunte.
Desde la Navidad pasada el espíritu del Grinch tiene forma de coronavirus. Las aglomeraciones en el Centro Histórico y los centros comerciales dan cuenta de que el espíritu de la Navidad que contagia a todos se impone, al grado de que ni hace un año el festejo pasó inadvertido, y es idea generalizada que vale correr el riesgo.
Lamentable que las autoridades estatales y municipales, cuya responsabilidad es prevenir los riesgos sanitarios, no sólo se sumen a correr ese riesgo, sino que sean los principales promotores con festivales de invierno y navideños, como si la pandemia fuera cosa del pasado… y su control estuviera a la suerte de medidas sanitarias mínimas.
Hace un año, con ruedas de prensa diarias, campañas en centros comerciales y un portal Web con información permanentemente actualizada, se llamó a la población a protegerse. Hoy, hasta el portal Web se encuentra suspendido.
Si hace un año el mensaje insistente de las autoridades de salud se centró en evitar las fiestas y concentraciones, se cancelaron bailes populares en pleno desarrollo, y en el repunte pandémico de enero se habló de la irresponsabilidad de la población para prevenir, de registrarse un nuevo repunte en las próximas semanas, a la cabeza de los causantes estarán… ¡las autoridades!