Historias Paralelas: El coletazo de la ultraderecha en San Luis Potosí

Octavio César Mendoza

Cuando la ultraderecha siente que sus cotos de poder están amenazados, se vuelve flamígera, se azota contra el muro de la indignación hasta perder el sentido del humor, y comienza a emitir alaridos al estilo de la “Chabelita” de aquél antiguo programa de TV encabezado por Héctor Suárez. Su “¡Ay, Padre!” es un “¡Así no, AMLO!” “¡No pasarán!” “¡El INE no se toca!” “¡Autonomía, o muerte!”, ”¡La Procesión del Silencio no pertenece a ningún gobierno en turno!”, entre otras frases construidas al calor arrebatado del furor místico.

A la ultraderecha, carente de capacidad para reflexionar porque es un ámbito donde el que obedece no se equivoca, le da por generar interpretaciones de la realidad que poco tienen qué ver con ésta. Así, en su visión conservadora y absolutista, incuestionable por sus deseos y aspiraciones de superioridad moral, omite en sus posturas éticas la posibilidad del cambio y se convierte, de pronto, en estatua de marfil. Así duran centenas de años apoderadas de estructuras sociales donde los individuos se acostumbran al discurso de la inmutabilidad hasta que se vuelven dóciles defensores de los intereses de la ultraderecha: iglesias, universidades, colegios electorales, organizaciones sociales, gobiernos. La ultraderecha busca absorberlo todo, para controlarlo todo.

Si se cuestiona desde una postura netamente intelectual el por qué las instituciones deben cambiar de paradigmas, la ultraderecha asoma dentaduras metálicas. He ahí el por qué suelen asociar el cambio con la agresión cuasi sexual, para así convertir en posibles víctimas de un asalto a las instituciones donde se resguardan no con fines de salvaguardar un bien intelectual, histórico o cultural, sino un recurso público que suelen considerar como patrimonio propio.

Así, dicen que “la autonomía universitaria es inviolable” o que “las instituciones democráticas no se tocan” porque están firmemente convencidos de que ellos y sólo ellos representan la luz, la verdad y la vida, y quienes cuestionen sus paradigmas de organización social es un agente de ruptura y, por lo tanto, un agresor. Lo peor es que sus comunidades suelen creerles el cuento hasta que se cansan de obedecer al mandato de sus jerarquías, y aparecen las fallas del sistema. Es entonces cuando se encienden las alertas, cuando se convoca a las marchas, cuando se emiten desplegados, cuando se publican posteos en sus aburridas redes sociales, cuando piden el auxilio de esa sociedad que al mismo que está harta, también está confundida.

La ultraderecha es santa como la cruz y protectora como la madre, en el discurso; pero también es patronal y machista, conservadora y cerrada en la acción, y suele pisar los umbrales del fascismo con pasitos de ballet “en pointe” si se le abre la puerta de la democracia, que es cuando el diablo se hace el gracioso, cómo diría Jacques Prévert.

Para la ultraderecha amenazada sólo quedan los caminos del boicot y del chantaje como armas con las cuales buscan defender sus cotos de poder. Temen a las masas porque, para ellos, las masas son amorales e incapaces; por ende, temen a la verdadera democracia. Esa democracia que puede elegir todo encargo y toda posición de poder.

Y lo digo porque sí soy un verdadero entendedor de la Ilustración Francesa, y no creo que apoderarse de la herencia de los grandes pensadores y forjadores del libre pensamiento sea una buena razón para sostener una clase política enquistada en una universidad pública, a nombre de la autonomía, pero sin sustento ético o intelectual, y sólo por costumbre. Tampoco soy de la idea que una organización de ultraderecha maneje los recursos económicos de un acto cívico-religioso como lo es “La Procesión del Silencio”, a nombre de la tradición potosina, cuando los actores de dicho ritual son los cofrades que sostienen la fe católica en este Potosí de San Luis. Y menos, soy de la creencia que la voluntad de las minorías deba prevalecer por encima de la decisión de las mayorías, sólo porque pienso que mis deseos personales se pueden tomar como derechos humanos.

El gran problema del cambio de paradigmas es la resistencia. He ahí los columnistas, los maestros, los intelectuales y los ejércitos de la ultraderecha peleando porque todo cambie para que todo siga igual, luchando a mandíbula batiente por conservar las fuentes de financiamiento de sus proyectos personales, ocultando sus declaraciones de impuestos y sus ocultas preferencias por el nazismo porque en el fondo sienten que no son iguales, no: ellas y ellos, damas y caballeros, obreras y obreros, pájaros y perritos callejeros, ellas y ellos han sido tocados por Dios.

El Dios de la soberbia.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

 

Nació en San Luis Potosí en 1974. Actualmente es director de Publicaciones y Literatura de la Secretaría de Cultura, y también dirige la Casa del Poeta Ramón López Velarde y la Editorial Ponciano Arriaga. Ganó el Premio Nacional de la Juventud en Artes en 1995 y el Premio 20 de Noviembre en 1998 y 2010. Ha publicado siete libros de poesía y uno de cuento. Fundador de las revistas Caja Curva y CECA, también colaboró en Día Siete, Tierra Adentro, entre otras. Asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, siendo él presidente municipal, gobernador y director de Casa de Moneda de México.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Nació en San Luis Potosí en 1974. Actualmente es director de Publicaciones y Literatura de la Secretaría de Cultura, y también dirige la Casa del Poeta Ramón López Velarde y la Editorial Ponciano Arriaga. Ganó el Premio Nacional de la Juventud en Artes en 1995 y el Premio 20 de Noviembre en 1998 y 2010. Ha publicado siete libros de poesía y uno de cuento. Fundador de las revistas Caja Curva y CECA, también colaboró en Día Siete, Tierra Adentro, entre otras. Asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, siendo él presidente municipal, gobernador y director de Casa de Moneda de México.

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