Historias paralelas: Potosinazo

Octavio César Mendoza

Los pueblos que se organizan en torno a un sistema religioso, cultural, económico y político, van heredando rasgos de semejanza que los hace sentir orgullosos de ser parte de un territorio, una lengua y una tradición; es decir: de un ente llamado “Nosotros”. Ese “Nosotros” ayuda a distinguirse de “Los otros”, y genera un intercambio de códigos, creencias, costumbres, hábitos de convivencia y expresiones de Arte que se convierten en símbolos que, a su vez, otorgan al “oriundo” de determinado territorio una impresión de originalidad, al reconocerse a sí mismo como alguien único en el espejo de la identidad. Sin embargo, la narrativa épica que generan ciertos personajes y eventos históricos, es el azogue de ese espejo de la identidad que más impacta la psicología de las sociedades y los individuos que las componen.

Cuando a un potosino de esta Ciudad Capital se le cuestiona por qué se define como tal, suele recurrir a argumentos más allá de haber nacido en esta tierra. Se es potosino porque existen elementos que cohesionan ese rasgo de “potosinidad”: la pertenencia a uno de los “Siete Barrios” o alguna de las colonias populares; haber ido de paseo a la Presa de San José en la infancia, y heredar el gusto por las “gorditas” del Parque de Morales; saber que “carrancear” es un término que se aplica para describir un paseo por la Avenida Venustiano Carranza; tener un defecto de personalidad llamado “potosinazo” que implica desviar la mirada hacia otro lado cuando se cruza por la calle con alguien a quien no se desea saludar; conocer “de oídas” las “Leyendas Potosinas” como la de “Juan del Jarro”, o citar a Manuel José Othón como poeta, calle o colegio.

En San Luis Potosí, nos lo dicen en la escuela como si fuese un logro propio, se gestó la Revolución Mexicana gracias a un famoso “Plan de San Luis” que redactó un tal Francisco I. Madero, quien se “potosinizó” porque estuvo preso en donde hoy se encuentra el “Centro de las Artes Bicentenario”. Potosinos son, también, los símbolos patrios como el Himno y el Escudo Nacionales. “Yo soy de San Luis Potosí. Es mi Barrio San Miguelito” (cantamos dentro y fuera del “mapa del perrito”) y los “Tuneros” y los “Cachorros” y los “Santos” de San Luis, y una cinta de Moebius de etcétera, etcétera, se alarga para decir qué es lo potosino, y por qué somos potosinos, incluidos los chocolates “Costanzo” o “Constanzo”, dependiendo si se es potosino o no. Pero eso sí: no hay nada más potosino que la democracia, la lucha cívica, la plática que termina en pleito porque fulanito de tal es un ladrón y perenganito un político mediocre, y porque los antiguos partidos políticos de México están podridos de raíz.

¡Ah, cómo nos encanta el pleito político a los potosinos! Pero no somos cualquier tipo de sociedad pleitera: somos pleiteros de las causas justas. Máxime si se trata del Derecho al Voto. Que las mujeres voten: San Luis Potosí. Que los votos ciudadanos cuenten y los cuenten los ciudadanos: San Luis Potosí. Que las famosas “enchiladas potosinas” son lo mismo un platillo con doble nacionalidad potosina y soledense, pero también un grupo de mujeres que defendían las puertas de Palacio de Gobierno para impedir la imposición de Fausto Zapata por parte del “innombrable” cuando este planeaba su perversa reelección: San Luis Potosí. La sangre “huachichil” y “chichimeca” nos acelera el pulso, sin importar si en nuestras heráldicas espaldas llevamos españoles apellidos, o quizá por eso mismo. La máxima “¡Nava vive, La lucha sigue y sigue!” se mantiene vigente porque la marca navista se ha renovado entre las nuevas generaciones de potosinos, a quienes la transición “oposicionista” del PAN a Morena no les resultará difícil de asimilar.

Pero regresemos en el tiempo y averigüemos ¿qué pasó en 2018, cuando gobernaba esta Noble y Leal Ciudad un personaje llamado Ricardo Gallardo Juárez? Pasó que este perdió la reelección, precisamente, ante un nieto de Salvador Nava Martínez, de nombre Xavier Nava Palacios, quien además tenía la ventaja de conocerlo para saber por dónde pegarle. Pero las razones iban más allá de la pérdida del “control territorial” de la familia Gallardo por una supuesta “traición” de Nava al “gallardismo”: perdieron porque ellos no eran potosinos, sino “fuereños” a quienes se les había dado la oportunidad de gobernar la Capital por componendas políticas, y fueron expulsados porque no se acomodaron a la “potosinidad” que hoy es el capital electoral del Navismo resiliente.

También perdieron porque el PAN capitalizó el apellido del líder civilista, porque tenían un candidato que orquestó una elección épica desde su narrativa original, y porque los Gallardo eran “Los Gallardo” y los potosinos comenzaron a percibir rumores de malignidad que corrían como lumbre sobre gasolina, y cavaron trincheras en las urnas al temer un daño en su patrimonio o su seguridad; pero también sobre la identidad colectiva. Xavier Nava devolvió a los potosinos la esperanza de ser gobernados por el heredero de un auténtico potosino, por el nieto de un héroe nacional.

Hoy, quien sea el candidato de los Gallardo o “Los Gallardo” a la Presidencia Municipal de San Luis Potosí (así se llame Leonel Serrato) sentirá el peso de la desconfianza ciudadana sobre sus espaldas. Y no porque en esta ciudad se haya desdibujado la capacidad de operación territorial de las estructuras “gallardistas”, sino porque esa desconfianza de muchos potosinos capitalinos en el candidato del PVEM a la gubernatura ha fortalecido las de Xavier Nava; principalmente, en los sectores más preocupados o vulnerables por el retorno de “la gallardía” y su eventual arribo al máximo poder en el Estado. Ellos saben que, si Xavier Nava no resulta ganador de la reelección, no sabrán a qué santo rezar. Aquí pende la espada de Damocles.

Bajo esa óptica, el PAN cometió un error al negarle la candidatura a la reelección a Xavier Nava, con quien tenían asegurada la Capital potosina no obstante haber sido derrotado por las huestes del azuarismo en la elección interna del PAN a la gubernatura. Al parecer, los estrategas del PAN no lo preveían o lo minimizaban porque, incluso buscándole, aún no se ve por dónde pueda levantar pasiones su candidato a la Presidencia Municipal, Enrique Galindo, quien depende del “paraguas” de Mary Poppins del candidato del PRIAN a la gubernatura, sostenido más por voluntad de este que por la capacidad del neo-panismo de comprender y operar los territorios electorales reales. Incluso su esperanza de que Xavier Nava Palacios pierda en tribunales electorales la candidatura a la reelección por Morena, es una esperanza que no garantiza el triunfo de Galindo, ni significa que el Navismo pierda capacidad de operar el territorio capitalino en función de sus intereses.

Todo lo anterior es motivo para que los “sponsors” del PRIAN estén moviendo sus piezas de enroque, nuevamente, hacia la figura de Xavier Nava; pero también para que se estén acercando a la Candidata de Morena a la Gubernatura del Estado, Mónica Rangel, ya que presienten que ahora ella es mejor opción que Pedroza, como no lo imaginaban (ni de lejos) al principio del proceso electoral, cuando sólo contemplaban en la boleta electoral los rostros de los candidatos a la gubernatura.

Los números del algoritmo matemático que se utiliza para medir el impacto real de las candidaturas en el electorado, contrastan con la “guerrilla” de encuestas que muestran un “pollito en fuga” y un Pedroza que se rezaga ante una Rangel, merced a que ya se incorporaron (de forma no reconocida, pero sí estratégicamente fundamentada) los nombres de los eventuales candidatos a la Presidencia Municipal de San Luis Potosí.

En una de esas mediciones (que no encuestas) resulta que Xavier Nava gana la Capital Potosina y Mónica Rangel la Gubernatura del Estado sumando su capital político a la inercia del peso electoral de Andrés Manuel López Obrador, merced a sus programas sociales, a la movilización de cientos de miles de beneficiarios de los mismos (más de un millón de personas en todo el Estado San Luis Potosí) y hasta por la vacunación masiva que iniciará en mayo, sin necesidad de condicionar a nadie, sino por el impacto emocional que todo esto representa. El voto, en muchos de los casos, será entregado a Morena como un acto de agradecimiento, un refrendo de confianza personal, o incluso de sostenimiento del castigo contra el PRIAN.

De ahí la razón de que los nombres de Pablo Zendejas, Oscar Valle o Sebastián Pérez, además de el del propio Xavier Nava Palacios, estén siendo mencionados nuevamente entre liderazgos populares y la clase media de la Capital Potosina: porque ellos aprendieron, en la derrota, a reorganizar las bases de apoyo al Navismo, y han sabido reclutar a diversos estrategas rechazados por el “prianismo” en trance, para sumarlos a Morena sin tener que hacer ruedas de prensa para exhibirlos como trofeos de caza. De igual forma, han sabido reconstruir la confianza de grandes empresarios que no quieren ser mal vistos por el gobierno federal. Así, los neo-navistas han seguido al pie de la letra el antiguo manual de competencias electorales escrito por aquellos potosinos de antaño: la identidad, el orgullo de pertenencia, y la épica narrativa, son factores fundamentales que hay que saber diseñar y reinventar para ganar una campaña.

No todo se trata de fotografía y diseño gráfico, de compra de votos y acarreos. También se trata de comprender que hay “tradiciones” que, si no se refrendan, se rompen o se disuelven. Se trata de entender que los candidatos a los diversos puestos de elección popular sufren o gozan de los efectos de la “transmisión de la energía” y de que los territorios electorales que se abandonan son ocupados por otras fuerzas políticas. Finalmente, quiérase o no, se trata de entender que el presidente de la República es un gran comunicador de emociones, y que la mayor parte de sus votantes del 2018 aún no le han dado la espalda no porque no vean sus errores, sino porque creen en él.

En ese sentido, se prevé que desde las alturas llegará la motivación (o la orden, a quien institucionalmente requiera de la misma) de refrendar el voto por Morena logrado en 2018; pero ahora con más razón: porque para acabar con lo que queda de oposición a su proyecto de nación llamado Cuarta Transformación, López Obrador está siguiendo de cerca lo que sucede en cada Estado, y no ha dado por perdido a ninguno de sus candidatos. Mónica Rangel y Xavier Nava, al representar a Morena en San Luis Potosí, son los candidatos del Señor Licenciado -como le suelen llamar quienes le están jugando al verde en la entidad potosina.

Mientras tanto, los adalides de la oposición creen que están debilitando al presidente a puro golpe declarativo; pero los liderazgos de dicha oposición se siguen aferrando a las listas plurinominales “porque el pueblo y las bases partidistas se lo piden” y también porque se pusieron bajo el paraguas de Mary Poppins como adornos.

¡Niéguenlo!

 

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